Los magos
La magia es considerada como el antiguo arte del ilusionismo, el cual consiste en la habilidad de ejecutar trucos que dan la ilusión de manipular situaciones en forma tal que la lógica no puede explicar. Esto es, los magos son aquellas personas capaces de presentar ante nuestros ojos algo como real, cuando no lo es.
Ahora que el presidente López Obrador anunció el día de ayer que el ex-líder del Sindicato Nacional de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), de forma voluntaria renunció como trabajador de la empresa productiva del Estado, PEMEX, no serán pocos los que aludan a que se trata de una especie de cortina de humo, de otro acto de magia.
Sin embargo, estimado lector, basta con revisar todas las cifras y hechos relacionados a la actividad del también tres veces Diputado y dos veces Senador de la República, Carlos Romero Deschamps, para apuntar hacia una serie de irregularidades relacionadas con la disparidad entre sus ingresos y el estilo de vida que tanto él, como su familia, han pregonado a lo largo de más de dos décadas.
No es el objeto de esta columna hacer un resumen de todos los elementos contenidos en las diferentes indagatorias a las que fue sometido Romero Deschamps. Basta recordar que el ex líder del STPRM fue capaz de evadir, durante los sexenios llamados por el actual presidente como “el fracaso del modelo neoliberal”, acusaciones de remuneración ilícita, lavado de dinero, peculado, tráfico de influencias, usurpación de funciones y operaciones perjudiciales al patrimonio de terceros, entre otras. Pero el ex líder sindical también ha sido lo suficientemente hábil para escapar a 9 de los 12 procesos abiertos desde diciembre de 2018 por la Fiscalía General de la República.
Las interrogantes ante el devenir de la situación son: ¿se le acabó la magia a Romero Deschamps? O acaso ¿estamos ante otro truco del mago de Palacio Nacional? Esto es, ¿no fuimos ya testigos de un ilusionismo similar con Emilio Lozoya Austin, ex-director general de PEMEX? El mismo truco que se anunció con bombo y platillo, sin que a la fecha veamos resultado concreto alguno.
No se trata de demeritar el hecho de separar de su cargo y de la empresa a Romero Deschamps; hasta su renuncia de ayer siguió cobrando su nómina en PEMEX. Apunto más bien, a que habrá que esperar un poco más para entender la magnitud de este evento. De entrada, si eventualmente se confirma su responsabilidad en los diferentes cargos que se le imputan, resulta increíble que haya podido concretar todo por si mismo. De tal forma que es probable que estemos en la antesala de una cascada de investigaciones que ponga en evidencia a un entramado de corrupción que era secreto a voces en Petróleos Mexicanos.
Le confieso. Soy pesimista; no creo que estemos ante dicho caso. Además, pareciera que es cuando menos igual de relevante que el presidente siga torciendo la realidad de PEMEX más allá de sus problemas de corrupción, los cuales no se ciñen solo a Romero Deschamps. Esa ilusión que el presidente erige bajo la quimera de la “soberanía energética” y alrededor de un galimatías de política energética que no solo pretende la polarización de la sociedad mexicana, sino cuyo mayor peligro reside en destruir las posibilidades de cimentar las bases para una economía baja en carbono, con tal de atender a sus clientelas político-electorales.
Con una mano en la cintura, López Obrador censura y califica como “traidores a la Patria” a aquellos que no piensan como él (recuerde el caso de la suspensión provisional de la Ley de la Industria Eléctrica por parte del juez Gómez Fierro) aludiendo a que sus acciones van en contra del “interés nacional”. Con la otra mano, el mago de Palacio Nacional ejecuta su truco más peligroso: aparecer como políticamente indestructible porque es honesto, mientras blande una espada de Damócles sobre el futuro de nuestro país.