Autores prohibidos que llevaron el erotismo a la crítica social
Ahora con la liberación de 2 mil 500 de novelas eróticas por parte de la British Library, merece la pena repasar una función poco sospechada del erotismo literario: la crítica política.
Esta colección contiene obras fechadas desde el año 1740, que fueron prohibidas y guardadas bajo llave. Este tipo de actos dan fe del impacto que una obra literaria puede tener en la sociedad.
La literatura siempre ha servido como un medio de protesta y crítica, siempre velada por el manto de la ficción. Si bien a veces es más un arma del autor para una venganza o ataque personal, de la misma forma puede ayudar a obrar un verdadero cambio.
Se le atribuye a Tito Petronio Arbitro haber escrito el Satiricón, considerada como una de las obras iniciadoras de la novela latina y antecesora de la picaresca.
Se le atribuye el Satiricón a Petronio Árbitro. (Fotografía: Wikipedia)
Narra la historia de Encolpio, un hombre que trata de proteger a su amante Gitón de las seducciones de otros. En el texto abundan las escenas sexuales y el abuso de diversos placeres mundanos.
En el caso de que, efectivamente, sea obra de Petronio, no sería la única vez que este personaje criticara el exceso en la vida de la alta sociedad en la época de Nerón. De hecho, el mismo autor perteneció a esta esfera, siendo por muchos años un protegido del emperador.
Luego de caer en la desgracia por culpa de un pretor envidioso, Petronio decidió suicidarse luego de mandarle a Nerón un escrito en el que satirizaba su vida depravada.
El tono arrogante y cínico de este escrito coincide con el estilo del Satiricón que, entre el erotismo y el humor, aprovecha para analizar la naturaleza animal del ser humano y reclamar la frivolidad y la ambición de los altos funcionarios.
Misma crítica que fue llevada al extremo por el Marqués de Sade con su obra cumbre, aunque inconclusa: Los 120 días de Sodoma o la escuela del libertinaje.
Donatien Alphonse François de Sade estuvo rodeado por la polémica durante toda su vida, que más de la mitad transcurrió dentro de los muros de distintas cárceles.
Sus problemas con las autoridades no eran gratuitos ni se debieron exclusivamente a su estilo de vida libertino. El gobierno francés no miraba con buenos ojos los escritos del noble porque, más que obscenos, se referían a la naturaleza corrupta de la aristocracia.
El italiano Pier Paolo Pasolini dirigió Saló o los 120 días de Sodoma, película tan controvertida que se extendió el rumor que fue la causante de su asesinato. (Fotografía: IMD)
En una sociedad harta de un régimen abusivo en la que se estaba fraguando una revolución, una protesta proveniente de la misma nobleza era algo sumamente peligroso.
Sólo hace falta mencionar que, durante su encierro en La Bastilla, Sade se asomó por una ventana y empezó a gritar un discurso en contra de la Corona. Días después ocurrió la toma de esta cárcel, que dio inicio a la Revolución Francesa.
El manuscrito, luego de casi 200 años perdido o en manos de coleccionistas privados, por fin regresó a su país y es un tesoro nacional, resguardado en la Biblioteca Nacional de Francia.
El error que se comete con este autor es leerlo como si fuera erotismo, cuando éste sólo es un pretexto para disfrazar el contenido filosófico y político de su obra. El marqués aprovechaba este estilo para mover su trabajo en las bajas esferas de la sociedad, en las que, como buen romántico, creía que se podía producir un cambio social.
La censura que sufrió esta figura histórica fue tal, que incluso ha permeado hasta nuestros días, en que la mayoría de las personas no lo considera más que un autor pornográfico.
Es el mismo caso que sufrió, por ejemplo, Leopold von Sacher-Masoch, que junto al Sade, es más recordado por prestarle su apellido a una patología sexual, obviando su estilo tan estilizado y el contenido alegórico al misticismo de sus obras, no sin su gran parte política también.
Es cierta la frase kantiana que dice “un pueblo educado es un pueblo libre”, y sin dudas, ése sigue siendo el más grande terror de los poderosos.
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