José Antonio Meade ha sido mencionado con frecuencia como probable sucesor de Agustín Carstens al frente del Banco de México a partir del 1 de diciembre.
No es para menos que su nombre se mencione con insistencia. Meade tiene las credenciales suficientes para ocupar esa posición una vez que ha sido secretario de Hacienda en dos ocasiones con dos gobiernos distintos, primero con el panista Felipe Calderón y ahora con el priista Enrique Peña Nieto. No sería extraño que la nominación de Meade siguiera la ruta de los últimos 19 años con los ex secretarios de Hacienda Guillermo Ortiz y Agustín Carstens.
Sin embargo la coyuntura ha cambiado. En febrero pasado cuando se dio a conocer que Agustín Carstens aplazaría su salida del banco central hasta el 30 de noviembre para irse a dirigir el Banco de Pagos Internacionales, la incertidumbre alcanzaba su punto más álgido.
Por un lado la carrera electoral por el Estado de México estaba en su pleno apogeo y también la posibilidad de que el PRI por primera vez en su historia perdiera la gubernatura del Estado de México. Por el otro, las amenazas de Trump sobre una ruptura del TLCAN habían provocado una nueva depreciación del peso con consecuencias impredecibles sobre la economía. El horno no estaba para bollos.
La economía pasaba por un momento delicado con serias amenazas encima y la posibilidad de perder el Estado de México cambiaría el derrotero de la sucesión presidencial en 2018.
Así que un cambio de gobernador en el banco central a partir del 1 de julio, como lo había planteado Carstens, era una muy mala noticia para el último tramo del gobierno de Peña Nieto y de su ‘alter ego’ Videgaray. No lo podían permitir.
Ahora el panorama está un poco más despejado que en febrero. La amarga victoria del PRI en el Estado de México le despeja al presidente la incógnita de las fichas que puede usar hacia 2018. Mientras que la ruta de la renegociación del TLCAN con un Trump desgastado, con un calendario de arranque y con una resolución ‘amigable’ sobre el azúcar, le ofrece una ruta menos nublada.
Peña Nieto y Videgaray buscaron ganar tiempo posponiendo la elección del gobernador del Banco de México y lo lograron.
Con este panorama José Antonio Meade se convierte, otra vez, en un aspirante presidencial sin dejar de ser un fuerte candidato para el banco central.
Meade es un buen economista –además de abogado- pero sobretodo es un político y, como tal, su primer objetivo no es suceder a Carstens en el banco central hasta el 2021. Haría un buen papel si Peña Nieto-Videgaray deciden proponerlo al Senado como gobernador del Banco de México, pero una vez transitadas las elecciones del Estado de México y encarrilado el TLCAN, su mira está puesta en la baraja de la sucesión presidencial.
A sus 48 años ningún funcionario de alto nivel de este sexenio ha encabezado tres secretarías de primer orden en el gobierno con buenas notas en Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y Hacienda. Desde la política exterior, pasando por los recovecos de la política social y hasta llegar a rescatar la política fiscal. Pocos funcionarios hoy en día pueden ufanarse de ello y Meade lo sabe bien.
En su discurso de ayer ante el capítulo de América Latina del Banco Mundial, hilvanó un mensaje de un político que busca posicionarse en la ciudadanía. Lean sus palabras: “Todo orden de gobierno está obligado a tomar acciones que, con transparencia y rendición de cuentas, confirmen a la sociedad que es digno de la confianza en él depositada”. Palabras de candidato en un gobierno que ha sido acusado, una y otra vez, de corrupto, de opaco, de arrogante.
El secretario de Hacienda no desperdició palabras y dejó ver sus intenciones cuando habló de buen gobierno, de participación ciudadana, de vigilancia sobre la actuación de los funcionarios públicos, de “amistades largas” basadas en la confianza. Meade se considera viable.
Claro que en la estructura del PRI y sus aliados hacia el 2018 la baraja de la sucesión la sigue imponiendo el presidente y más aún después de que los resultados amargos en el Estado de México han dejado más claro que nunca que López Obrador es el enemigo a vencer. No hay otro.
Ahora la mira está puesta en el 2018. Meade se apunta como un viable para Los Pinos con un PRI desgastado que tendrá que sumar a otras fuerzas políticas y mostrar una cara renovadora. Si no es el elegido, la permanencia transexenal en el Banco de México puede ser su destino como el último bastión de la ortodoxia.
El silencio del Banco de México (V)
Ante las evidencias mostradas en este espacio y en arenapublica.com sobre la manipulación de las cifras del turismo extranjero en el Banco de México, Agustín Carstens y su equipo prefieren el silencio. No hay explicaciones sobre las cifras infladas que dieron a conocer en materia de turismo extranjero para los últimos años y que tanto han presumido el secretario Enrique de la Madrid y el presidente Enrique Peña Nieto.
La decisión de apostar al olvido, manteniendo un discurso asentado en cifras mentirosas, ha sido recurrente en el gobierno federal durante los últimos años. Pero ahora es el banco central la que se ha sumado a esa misma estrategia que tanto ha dañado a las instituciones. El tiempo se agota.
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