Los otros muros

No son pocas. Verdaderas murallas internas, aislantes de los privilegios de unos cuantos a mansalva. Un proteccionismo que aniquila la creatividad y la anhelada construcción de un piso parejo basado en la meritocracia que destierre el rentismo y sus funestas consecuencias. Que reproduce la informalidad, que estanca la competitividad y que limita el desarrollo de nuestros mercados internos
23 Enero, 2017
El Observador

Donald Trump tiene prisa.

Pocos minutos después de su toma de posesión la página oficial de la Casa Blanca publicó: “El Presidente Trump está comprometido con la construcción de un muro fronterizo para detener la inmigración ilegal, las pandillas, la violencia y la entrada de drogas”.

Así Trump, ya instalado en la Sala Oval de la Casa Blanca, selló su intención proteccionista de aislar a Estados Unidos del sur pobre, violento y corrupto. El proteccionismo hecho muro. Gruesas y altas paredes que dividirán al mundo desarrollado de los otros, de aquellos que -como México- siguen enclaustrados en la eterna vía al desarrollo sin nunca llegar a su destino.

El muro de Trump es la pared que divide, que aísla a  unos de otros; la nefasta cicatriz de esa pretendida supremacía que nunca se ha ido y que ahora regresa con más furia.

Pero si el muro de Trump hará visible desde el espacio, cual muralla china, la división política entre ellos y nosotros; otros muros al interior de México se han levantado a lo largo de la historia reciente con los mismos propósitos supremacistas que aíslan, que dividen y que ensombrecen nuestro futuro colectivo. Es el proteccionismo de los privilegios.

La clase política ha creado muros para protegerse mutuamente de cualquier amenaza a sus intereses particulares. En su construcción no hay colores partidistas, ni ideologías, ni mucho menos principios. Hay proteccionismo incluso dispuesto a violentar el estado de derecho con tal de defender mutuamente privilegios que creen les pertenecen por derecho propio. Se podrá cuestionar su riqueza inexplicable, pero nunca estarán obligados a responder por ella, ni mucho menos a ser condenados por instituciones de justicia que han puesto ladrillos en sus murallas para aislar sus privilegios.

Se han levantado muros que defienden prácticas dominantes y cuasi monopólicas en no pocos mercados en los que cada día se disputan miles de millones de dólares. Verdaderas murallas para defenderlos de una competencia que no acaba por convertirse en realidad y que les da suculentas ganancias sin reparar en la calidad de los bienes y servicios que venden a consumidores atrapados.

La televisión de paga, el servicio eléctrico, el pan de caja, la industria cervecera, la banca hipotecaria, las gasolinas, son solo algunos casos –entre muchos otros- de mercados amurallados, protegidos de las amenazas de la competencia y de los potenciales inversionistas que no encuentran caminos pavimentados para llegar al país bajo esas condiciones de inequidad.

También hay muros para los privilegiados fiscales bajo el argumento del desarrollo nacional o lo que eso signifique. Exenciones, subsidios, condonaciones, en fin, una verdadera muralla que protege privilegios fiscales ganados igual para los gobiernos estatales y municipales cuando se apropian de los impuestos federales retenidos a sus empleados, que a grandes grupos privados de transportistas o de agricultores, entre muchos otros, que se benefician de tratos fiscales especiales que tuvieron un origen político, aunque no haya una racionalidad económica detrás de esos acuerdos, ni mucho menos un dejo de justicia.

Y qué me dice de los muros, cada vez más altos, entre las regiones sureñas, pobres del país, y aquellas del centro y del norte ligadas al sector exportador y al TLCAN. Las murallas entre estas dos realidades económicas se han agigantado en las últimas décadas y de muy poco –o de nada- han servido los cientos de miles de millones de pesos gastados por el gobierno en programas sociales para paliar las cada vez mayores diferencias entre unos y otros.

Políticas fiscales ineficaces para aliviar en algo una vergonzante distribución de la riqueza que solo multiplica la pobreza. Las supuestas oportunidades desde la política fiscal para mejorar las competencias laborales, de educación o de salud de millones, se han desvanecido como agua entre los dedos, según lo muestran las cifras de organismos internacionales como la OCDE.

No son pocas. Verdaderas murallas internas, aislantes de los privilegios de unos cuantos a mansalva. Un proteccionismo que aniquila la creatividad y la anhelada construcción de un piso parejo basado en la meritocracia que destierre el rentismo y sus funestas consecuencias. Que reproduce la informalidad, que estanca la competitividad y que limita el desarrollo de nuestros mercados internos.

Con Trump o sin Trump, estos otros muros han sido, y siguen siendo, los principales obstáculos para el avance de una economía del bienestar de millones.

Nada justifica la ominosa decisión del presidente Donald Trump al extender el muro en su frontera sur con México y aplicar una política proteccionista que va en contra de sus propios intereses nacionales. Pero esa no será la razón principal del estancamiento económico que se avecina en México.

Hay murallas internas, mucho más poderosas, que la habrán provocado.

 

@SamuelGarciaCOM

  

Samuel García Samuel García Editor y economista. Fundador y director de Arena Pública. Fundó y dirigió El Semanario de Negocios y Economía. Fue director editorial de Negocios del Grupo Reforma y 'El Universal'. Director fundador de 'Infosel'. Fue profesor de la Maestría en Periodismo y Asuntos Públicos del CIDE y del Diplomado en Periodismo Económico de la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Máster en Periodismo Digital. Columnista, comentarista y consultor para diversos medios en México.