Respuesta a Peña Nieto

Peña Nieto preguntó: ¿Qué hubieran hecho ustedes?, ante su decisión de incrementar hasta en 20% el precio de las gasolinas. Una pregunta que dejó al desnudo a un presidente hundido en la incredulidad de sus palabras y en la desconfianza hacia sus acciones, más allá de la racionalidad o no de la medida
10 Enero, 2017
El Observador

En su mensaje del 5 de enero pasado el presidente Enrique Peña Nieto señalando con la mano derecha a la cámara preguntó a los mexicanos: “¿Qué hubieran hecho ustedes?” después de explicar sus razones de porqué había decidido incrementar hasta en 20% el precio de la gasolina para enero.

La pregunta, que buscó desafiar y desarmar la avalancha de críticas y de descontento social generalizado que ha desatado la medida, dejó al desnudo a un presidente hundido en la incredulidad de sus palabras y en la desconfianza hacia sus acciones, más allá de la racionalidad o no de la medida.

No se trata de una mala estrategia de comunicación de la medida, sino de una decisión plagada de medias verdades y de mentiras, con un telón de fondo de creciente hartazgo de la población hacia la clase política.

¿De verdad era lo único que podía hacer el Presidente? ¿Qué hubiéramos hecho exactamente en su lugar?

Le respondo a Peña Nieto con tres acciones:

La primera acción que debió tomar el Presidente –y no lo hizo- fue reducir tanto el enorme gasto público corriente que se ejerció en 2016, como el proyecto de gasto público que envió al Congreso para 2017. Si bien el Presidente dijo en su discurso que el gasto del gobierno se había recortado en casi 190 mil millones de pesos antes de tomar la medida de incrementar las gasolinas, esto no se valida en los Informes Mensuales y Trimestrales que envía periódicamente Hacienda al Congreso. Es una mentira del Presidente.

Todo lo contrario, el gasto público ejercido hasta septiembre pasado superó al aprobado por el Congreso para 2016, lo que incrementa la desconfianza de los inversionistas en las metas de consolidación fiscal propuestas por Hacienda; desconfianza que se traduce en una mayor depreciación del peso frente al dólar y, por lo tanto, en mayores presiones alcistas sobre los precios internos de las gasolinas. A Peña Nieto se le olvidó mencionar un principio básico que ha incumplido su gobierno: Que con unas finanzas públicas más sanas, la depreciación del peso habría sido mucho menor y el incremento a las gasolinas no hubiera sido tan grande.

Esta negativa de Peña Nieto a recortar un gasto público que ha crecido irresponsablemente en los últimos años, es una de las causas de la fuerte depreciación del peso y, ahora, de la necesidad de incrementar los precios de las gasolinas por la propia debilidad del peso y de la necesidad del gobierno de recaudar más para sostener un elevado gasto público, políticamente conveniente para sus propios intereses partidistas y de la clase política.

La segunda acción que debió tomar Peña Nieto fue invertir en Pemex parte de las enormes ganancias que se obtuvo por la venta de gasolinas en 2015 y 2016, cuando en México los consumidores pagamos altos precios mientras que Pemex importaba gasolinas baratas. Más allá de las ganancias por el diferencial de precios en los productos, en 2015 el gobierno obtuvo más de 220 mil millones de pesos en ingresos solo por IEPS de gasolinas, y hasta septiembre de 2016 éstos ingresos ascendieron a 217 mil millones de pesos. Contradictoriamente Pemex ha venido produciendo menos gasolinas en el país. En lo que va del sexenio (2012-2016) el volúmen en la producción de gasolinas cayó 37.5%, a lo que se agrega la ineficiencia de las refinerías de la petrolera estatal que producen gasolinas más caras que en Estados Unidos y de una menor calidad. Pero nada se hizo para invertir en más y mejores gasolinas locales cuando se obtuvieron ganancias multimillonarias desde los bolsillos de los consumidores que pagaban altos y crecientes precios.

Claro que estas ganancias extraordinarias por las gasolinas, que salieron de los bolsillos de los consumidores mexicanos hacia las arcas públicas, sirvieron para financiar un oneroso gasto público que, entre otros, terminaron en partidas de gasto opacas como los de comunicación social o fideicomisos cuyo manejo y destino es desconocido y con un fuerte olor a corrupción.

Una tercera acción tiene que ver con la política cambiaria. La fuerte depreciación del peso frente al dólar fue mencionada por Peña Nieto como causa del alza en el precio de las gasolinas. Y así es; por lo menos en el 50% del precio relativo al producto, dejando a un lado los impuestos y los márgenes de ganancia, y los costos de distribución. Pero una depreciación del peso en la magnitud que se dio en 2015 y 2016, no solo tiene raíces externas. Una causa importante fue la aplicación de una política fiscal equivocada que el gobierno no quiso corregir y que ha puesto contra las cuerdas a la estabilidad económica, la misma que dice defender el Presidente por el bienestar de las familias.

¿Qué hubiéramos hecho? No usar las finanzas públicas, ni la política cambiaria para favorecer posiciones políticas y electorales que han exacerbado los riesgos en México.

 

Samuel García Samuel García Editor y economista. Fundador y director de Arena Pública. Fundó y dirigió El Semanario de Negocios y Economía. Fue director editorial de Negocios del Grupo Reforma y 'El Universal'. Director fundador de 'Infosel'. Fue profesor de la Maestría en Periodismo y Asuntos Públicos del CIDE y del Diplomado en Periodismo Económico de la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Máster en Periodismo Digital. Columnista, comentarista y consultor para diversos medios en México.