El gobierno apuesta a que Banxico lo rescate
Si las expectativas de los analistas del sector privado que ayer dio a conocer Citibanamex se cumplen, entonces la paridad habrá pasado de 17.24 pesos al cierre de 2015 a 20.50 pesos a finales de este año. Es decir, el dólar costará 3.26 pesos más que a finales del año pasado, una depreciación de 18.9% en el año.
El continuo encarecimiento del dólar tiene, por supuesto, efectos inflacionarios en una economía con una gran proporción de bienes comerciables como la mexicana. Y si bien el mercado espera una inflación de 4% para 2017, hay algunos analistas que ven –con razón- una tasa de inflación mayor; de 4.60% (Citibanamex) o, incluso, de 4.90% (Scotiabank) para el próximo año.
Así que el asunto de las expectativas inflacionarias es ya altamente preocupante y debe ser abordado con firmeza por parte del banco central (Así lo escribimos en “El Peligro de la Inflación” del 16 noviembre pasado).
Sin embargo hay otro filón de la depreciación del peso que es muy preocupante y que aquí hemos insistido desde hace tiempo en varias ocasiones. Y me refiero a que la depreciación del peso frente al dólar le da recursos al gobierno federal a través del Banco de México, en un momento en que los objetivos del déficit público planteados por el gobierno han sido seriamente cuestionados por los inversionistas y las calificadoras.
Pongámoslo en perspectiva. Una depreciación de 3.26 pesos por cada dólar significarán ‘ganancias cambiarias’ por 554 mil 200 millones de pesos para el banco central. El monto surge porque las reservas internacionales del Banco de México, de 170 mil millones de dólares en números redondos, se expresan contablemente en pesos. Así que el total de las reservas nominadas en pesos crecerán en este año en 3.26 pesos por cada dólar de reservas.
De una cifra similar –poco más de 565 mil millones de pesos- ya da cuenta el Boletín Semanal sobre el Estado de Cuenta del Banco de México que al 15 de noviembre pasado muestra 933,212 millones de pesos en el rubro “Otros pasivos y capital contable”. Al 15 de abril pasado –posterior a la entrega de los remanentes de operación al gobierno federal correspondientes a 2015- esta cifra era de 368,048 millones de pesos. Así que el enorme monto del remanente de operación que se entregará al gobierno federal ya se vislumbra en el balance del banco central.
Asumiendo que la Junta de Gobierno del Banco de México decide aumentar ligeramente el capital del Banco –no sería por una cantidad muy elevada dado que el banco central tiene capital positivo- podríamos pensar razonablemente que la Junta de Gobierno transferirá una enorme cantidad de recursos en pesos al gobierno federal. Hay que recordar que la ley del Banco de México le obliga a entregar los ‘remanentes de operación’ (léase ganancias cambiarias) al gobierno federal, principalmente para pagar deudas públicas.
Así que, con una perspectiva de depreciación del peso como lo están planteando los analistas del sector privado, es razonable esperar que el Banco de México entregue a la Secretaría de Hacienda alrededor de 500 mil millones de pesos por ‘remanentes de operación’ del año 2016. Estos recursos se transferirían en abril del próximo año y serían ‘oro molido’ para el presidente Peña Nieto, su ‘asesor’ Luis Videgaray, y para el secretario Meade en momentos en que los ingresos fiscales tienden a caer, mientras que los recortes al gasto público han sido más cosméticos que reales.
El 3 de octubre pasado calculamos aquí que los remanentes de operación del banco central que recibiría Hacienda por el año 2016, serían del orden de los 300 mil millones de pesos (aquella columna se titulaba “El Gran negocio del gobierno con la depreciación del peso”, 3 octubre). Sin embargo las expectativas sobre el peso se deterioraron en el último mes y medio por lo que el monto de las ganancias cambiarias que transferiría el banco central al gobierno federal podría crecer sustancialmente hasta alcanzar medio billón de pesos.
En el actual contexto de finanzas públicas débiles y con elecciones a la vista, hay un incentivo perverso a depreciar el peso o, simplemente, a no detener su depreciación frente al dólar. El gobierno está incentivado a cubrir el hueco en las finanzas públicas con las ganancias cambiarias que le entrega el banco central, evitando los recortes que debería implementar en el gasto público. Sin embargo, estos recortes –que se calculan también en medio billón de pesos- nunca han llegado y el presupuesto para 2017 que aprobaron los diputados tampoco los contemplan.
Así que las preguntas que hacíamos aquel 3 de octubre siguen vigentes:
¿Acaso la depreciación del peso se ha convertido en el gran salvavidas para el gobierno en un momento políticamente clave?
¿Acaso el banco central es, hoy por hoy, el más grande especulador que tiene que enfrentar el peso?
El asunto es de lo más delicado. Un gobierno incentivado a depreciar la moneda para financiar su desproporcionado gasto y un banco central autónomo que falta a su objetivo prioritario constitucional (artículo 28) de “procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional”.
¿Ante qué estamos?
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