El peligro de la inflación
La inflación ya es un problema serio en México, aunque nadie debe sorprenderse porque la ruta de ascenso de los precios ha sido más que advertida.
Apenas en diciembre el incremento de los precios al consumidor fue de 2.13% en términos anuales, pero en octubre pasado llegó a 3.06% y no pocos analistas ya advierten que rozará 4% en 2017; es decir, todavía se espera un incremento importante de los precios en los próximos meses.
De ser así, la inflación al consumidor tocará el límite superior del rango objetivo que se impuso el Banco de México y con ello se regresará a los niveles de inflación de diciembre de 2014.
Lo preocupante es que, con todo y el ritmo de incremento que se viene observando en los precios al consumidor, la presión en los precios que registran los productores sigue creciendo a un ritmo endemoniado.
En octubre pasado la inflación al productor, en términos anualizados, fue de 8.15%, la mayor tasa que se haya registrado en 103 meses, desde marzo de 2009. Y la tendencia que ha seguido la depreciación cambiaria indica que el crecimiento en los precios al productor continuará en los próximos meses.
En el lenguaje del Banco de México, esta situación se lee como un deterioro del balance de riesgos sobre la inflación. La última encuesta que publicó Banamex sobre las perspectivas económicas del sector privado, registró una inflación esperada de 3.5% para 2017; pero la encuesta se llevó a cabo días antes de la elección en Estados Unidos, por lo que es previsible que las nuevas expectativas reflejen un mayor pesimismo sobre el incremento de los precios acercándose al 4%.
El principal factor para este deterioro es la continua depreciación del peso frente al dólar que, si bien se agudizó con el triunfo de Trump, sigue respondiendo a la debilidad de las finanzas públicas. Evidentemente que varias de las propuestas económicas de Trump, como la reducción de impuestos en Estados Unidos y la revisión del TLCAN, generan presiones adicionales sobre las finanzas públicas y podrían llevar a las calificadoras de riesgos a decidirse por una rebaja en el grado de calidad crediticia de la deuda soberana de México, como ya lo están reflejando los mercados financieros al pedir mayores primas de riesgo por la deuda mexicana.
Esta situación de crecientes riesgos para la inflación es motivo suficiente para que los miembros de la Junta de Gobierno del Banco de México se decidan mañana a subir la tasa objetivo en alrededor de 100 puntos base, para situarla en 5.75%, un nivel que no se veía desde mayo de 2009.
Un incremento de esta magnitud en la tasa objetivo luce necesario ante una fuerte depreciación del peso que no parece transitorio y ante un deterioro de las expectativas inflacionarias cuya magnitud no se había visto en el sexenio. Quizá la Junta opte por incrementos escalonados, de 50 puntos base en esta ocasión, para luego seguir a la Reserva Federal en su decisión de diciembre próximo, y cerrar el año en una tasa de 5.75% buscando también estabilizar los flujos de capitales hacia México.
Evidentemente que un incremento en la tasa objetivo de este tamaño tendrá algunos impactos mediatos como el encarecimiento generalizado del crédito, un mayor desincentivo a las inversiones productivas y un golpe adicional al crecimiento económico esperado para 2017, que ya se ha visto mermado en las expectativas de los analistas por el efecto Trump.
Para el poder adquisitivo de los salarios el crecimiento esperado de la inflación para 2017 es una muy mala noticia porque, en un entorno de bajo crecimiento económico y de un menor ritmo de creación de empleos, difícilmente veremos incrementos en los salarios reales. Todo lo contrario, lo más probable es que 2017 sea un año de pérdida del poder adquisitivo.
Así que mañana sabremos si la Junta del banco central decide dar un golpe sobre la mesa atendiendo exclusivamente al grave deterioro en los riesgos inflacionarios e incrementa la tasa en alrededor de un punto porcentual, o decide irse por la ruta de la gradualidad siguiendo a la Reserva Federal y bajo la idea de ‘no precipitarse’ ante eventos que pueden ser temporales. Esta segunda opción es peligrosa ante la debilidad del ajuste fiscal.