Pemex y los intocables
Rendir cuentas y asumir responsabilidades no son asuntos que caracterizan a la alta burocracia del país.
Todo lo contrario. Las fundadas sospechas de corrupción y de enriquecimiento ilícito que pesan sobre altos funcionarios del gobierno federal y de los gobiernos locales se quedan en el olvido con una simple renuncia al cargo, para dedicarse temporalmente a sus negocios privados.
Así que los casos de altos funcionarios públicos que han sido sancionados por actos de corrupción o por negligencia que causaron daños al erario público, se cuentan con los dedos de una mano.
Pemex es un caso. El viernes pasado su actual director, José Antonio González Anaya, hacía malabares con supuestos y cifras para buscar convencer a los inversionistas de que su plan de negocios sacará a Pemex de la grave situación en la que está metida. Pero la reacción general fue de escepticismo ante el futuro inmediato de la mayor empresa pública del país, no solo por un balance financiero en números rojos, sino también porque la gestión de la petrolera se ha caracterizado por la opacidad y las continuas sospechas de corrupción no investigadas.
Hace apenas nueve meses que Emilio Lozoya Austin fue removido de la dirección general de Pemex en medio de escándalos por ineficiencias y corrupción, pero el ex funcionario no está sometido a ningún proceso que investigue seriamente su gestión.
En marzo el grupo parlamentario del PAN en la Cámara de Diputados presentó una denuncia administrativa ante la Auditoría Superior de la Federación en contra de “quien resulte responsable” por presuntos actos de corrupción en Pemex durante la gestión de Lozoya Austin. El trámite del caso puede durar buena parte de 2017. Así que al ex funcionario –cercano al presidente Peña Nieto y a Enrique Ochoa, actual presidente del PRI- no se le ve preocupado y sí busca blindarse formando parte del CEN priista, en primera instancia, para luego intentar convertirse en legislador. Un camino común entre los altos burócratas de todos los colores partidistas.
¿Quién investigará y –en su caso- sancionará a los responsables de la compra de Agro Nitrogenados en 2014 y por la que Pemex pagó 275 millones de dólares, tres veces más que su valor de mercado según empresarios del sector? A este abusivo monto que se autorizó desde las altas esferas de Pemex y del gobierno, Lozoya Austin calculó un desembolso adicional de otros 200 millones de dólares para renovar la vieja planta de urea que, por cierto, aún sigue sin operar.
Una compra claramente sospechosa de corrupción, con un precio ridículamente inflado y cuyos resultados sobre los responsables son inexistentes.
Pero el caso de la compra de Agro Nitrogenados por parte de Pemex no es el único. La compra de Fertinal es un caso similar por el que la empresa del Estado no ha entregado cuentas claras.
El hecho es que hasta la salida de Emilio Lozoya en febrero de este año, la petrolera –con graves problemas financieros que ha obligado a inyectarle recursos públicos- había desembolsado 766 millones de dólares en la compra y puesta en marcha de estas dos empresas de fertilizantes en momentos en que existe sobreoferta en el mercado mundial y caídas de los precios. ¿Cómo y por qué se pagaron esas multimillonarias cantidades?
Pero además, ¿quién investiga las supuestas gestiones de Emilio Lozoya, siendo director de Pemex, a favor de la española OHL para la que trabajó antes de llegar a Pemex? ¿Qué beneficios obtuvo?
Sospechas de corrupción. Solo fuertes sospechas ante hechos que no se investigan, en todo caso que se convierten en monedas de cambio políticos, y cuyos desenlaces se apuestan al olvido mediático y público.
La diferencia de lo que ocurre en Pemex y en Petrobras, la petrolera estatal brasileña, es precisamente que en el gigante del Cono Sur el Poder Judicial y el Congreso han iniciado serias acciones para enfrentar la grave corrupción enquistada en Petrobras, con frutos que comienzan a notarse.
El 21 de octubre pasado Moody’s subió la calificación de Petrobras, mientras que las acciones de la petrolera brasileña han cuadruplicado su valor en lo que va del año. Y esto tiene mucho que ver con la credibilidad de la nueva gerencia del gigante del petróleo brasileño, bajo la presidencia de Pedro Parente. Ahora Petrobras luce más como una empresa enfocada en sus resultados, que en satisfacer a los gobernantes de Brasilia y sus corruptos tentáculos.
Mientras que en México, Pemex aún está lejos de esa credibilidad que ya presume Petrobras con todo y los escándalos de corrupción que se enfrentaron.
El Plan de Negocios que presentó el viernes González Anaya aún no es creíble para muchos inversionistas por la sencilla razón de que Pemex sigue viéndose como un apéndice que Los Pinos maneja a su antojo; mientras que la corrupción sigue floreciendo en los territorios de la petrolera.
Allí está el caso de Emilio Lozoya, aún intocable.