El gran negocio del gobierno con la depreciación del peso
No se puede tapar el sol con un dedo.
Las reglas básicas de la economía se torcieron desde el inicio del sexenio en aras de la ganancia política y personal.
Y esa práctica continúa.
Desde 2013 el gobierno de Enrique Peña Nieto apostó a que era posible endeudar más al país, bajo el supuesto de que las reformas emprendidas darían un crecimiento económico suficientemente robusto como para pagar los costos de esa deuda.
Pero la bonanza en el crecimiento económico producto de las reformas nunca llegó.
La primera estocada al crecimiento económico fue temprana, en el primer año, cuando la economía solo creció 1.1% nublando el panorama para los siguientes años.
También se apostó a endeudar más al país asumiendo que los elevados precios petroleros se harían eternos, aún y cuando se sabía que la producción seguía declinando.
Pues bien. Los 97 dólares a los que se vendía el barril de petróleo mexicano cuando asumió Peña Nieto el gobierno, inició su caída 18 meses después, para no parar hasta tocar los 18.90 dólares, hace apenas 8 meses.
Y las apuestas no pararon. Videgaray y su equipo decidieron que no había porqué recortar el gasto corriente, con el consentimiento de los legisladores.
Y ni siquiera se intentó hacer cambios a la política de gasto público para detener un dispendio presupuestal sin freno que venía desde los gobiernos panistas de Fox y Calderón.
Así que el déficit presupuestal, que ahora tiene a la economía contra las cuerdas, fue producto de la irresponsabilidad en el manejo de las finanzas públicas por parte del gobierno y de los legisladores en turno.
Ahora viene el apremio de buscar salidas urgentes a unas cuentas públicas deterioradas, ante la amenaza de tormentas –como dijo el gobernador Carstens- y de rebajas en la confianza en México por parte de calificadoras e inversionistas.
Ahora se trata de buscar ingresos a como dé lugar, ante la imposibilidad política de reducir gastos significativos en el propio Ejecutivo, en las participaciones federales y, claro, en los poderes autónomos.
Así que se ha echado mano de todo lo que esté al alcance del largo brazo del gobierno, aún y cuando estas decisiones generen peligrosos riesgos para la economía o duros golpes al poder adquisitivo de la gente.
Así se anunciaron incrementos en los precios de los combustibles, cuando se había asegurado que no se haría, y se han transferido cantidades millonarias de recursos desde el Banco de México producto de las ganancias cambiarias por la depreciación del peso.
Esto último es particularmente delicado por sus incentivos perversos, más allá de lo que señala propiamente la ley del banco central.
Y es que la prolongada y profunda depreciación del peso frente al dólar ya le ha redituado al gobierno federal 270 mil 494 millones de pesos en los últimos dos años.
Por el año fiscal 2014 el Banco de México entregó al gobierno 31 mil 400 millones de pesos, y por 2015 otros 239 mil 94 millones de pesos.
Para este año fiscal, 2016, el gobierno no está contemplando –formalmente en sus documentos presentados al Congreso como parte del Paquete Económico 2017- recibir algún remanente de operación desde el banco central.
Sin embargo esto no es así. El gobierno sí espera en abril del próximo año recibir un fuerte monto de ingresos extraordinarios desde el Banco de México producto de la depreciación del peso.
La cuenta es sencilla: En lo que llevamos del año la paridad (Fix) ha pasado de 17.24 pesos por dólar a 19.37 al viernes pasado. Y para finales de este año –según las cotizaciones del mercado de futuros- el dólar podría cerrar a 19.54 pesos.
Es decir, para el 30 de diciembre de este año se pagará, por lo menos, 2 pesos más por dólar.
En suma, la revaluación de los activos en dólares (reservas) del banco central por el tipo de cambio actual, genera una utilidad que se transforma en un aumento de capital.
Si se tienen reservas por 175 mil millones de dólares, éstas tendrían una ‘ganancia’ de 350 mil millones de pesos en este año; y es muy probable que buena parte de esa ‘ganancia’ se transfiera al gobierno como remanente.
Así que nadie se debe sorprender si el Banco de México le entrega a la Secretaría de Hacienda en abril del próximo año alrededor de 300 mil millones de pesos por ganancias cambiarias.
De ser así, Banxico habrá entregado unos 570 mil millones de pesos en 3 años consecutivos de devaluación de nuestra moneda.
Así que el incentivo perverso para depreciar al peso, allí está; o, por lo menos, el incentivo para no revaluar nuestra moneda.
Y habrá que preguntarse un par de asuntos delicados:
¿Acaso la depreciación del peso se ha convertido en un gran negocio para el gobierno en un momento políticamente importante para salvar la cara?
Pero también habrá que preguntarse si el banco central es o no, hoy por hoy, el más grande especulador que tiene que enfrentar el peso.
Allí quedan las preguntas en momentos en que la regla de oro de la confianza se ha tirado por la borda.