El banco central no quita el dedo del renglón con el gobierno federal.
Pocas veces como ahora la Junta de Gobierno del Banco de México le ha insistido tanto al gobierno federal a que reduzca su deuda pública como proporción del PIB y a que el gasto público sea orientado a la inversión.
Pareciera como si desde la esquina de 5 de Mayo y Eje Central se lanzaran recordatorios sobre lecciones de principios económicos y de finanzas públicas para que se escuchen en las oficinas de Palacio Nacional. Algo están observando los economistas del banco central sobre el manejo de la política fiscal y de gasto público que no les gusta, como para que mantengan un mensaje tan insistente que ya se ha alargado por varios meses.
Por igual lo ha hecho la Junta de Gobierno en sus reuniones programadas de política monetaria, que en los informes que envía al Congreso, como el más reciente Informe Trimestral Enero-Marzo 2015 y que presentó ayer el gobernador Agustín Carstens a los medios de comunicación.
Dice el banco central en el documento que ayer publicó: “Es importante reiterar que para continuar garantizando la solidez del marco macroeconómico se requiere de finanzas públicas sanas y, en particular, que la deuda pública como proporción del producto se estabilice y retome una trayectoria descendente”.
Hay un tono de preocupación en estas frases y un dejo de advertencia al gobierno de Enrique Peña Nieto sobre los riesgos de perder la credibilidad en la política fiscal del gobierno en una coyuntura de alta incertidumbre como la que está enfrentando la economía global y que probablemente se agudizará en los próximos meses cuando la Reserva Federal estadounidense decida elevar las tasas de interés.
¿Acaso es precaución excesiva del banco central? ¿Están exagerando Carstens y los otros cuatro miembros de la Junta cuando insisten en que la deuda pública “retome una trayectoria descendente”? ¿Acaso no lo ha comprometido ya el secretario Luis Videgaray como para seguir insistiendo en el asunto?
El hecho es que el banco central no está satisfecho y así se lee en su Informe cuando en sus últimos párrafos reitera que “si bien el Gobierno Federal está realizando esfuerzos en este sentido, no sólo es preciso el cumplimiento de sus objetivos actuales, sino también una vigilancia permanente de la posición fiscal, particularmente ante un entorno incierto, que posiblemente se caracterizará por condiciones de financiamiento más astringentes”.
Lo repite una y otra vez, más allá de los compromisos de Hacienda. “Es preciso…una vigilancia permanente de la posición fiscal”. Y remacha: “Por ello, conviene reiterar la importancia de los esfuerzos encaminados a lograr avances en la consolidación fiscal en el país”.
En general los economistas del sector privado han criticado duramente la política fiscal y de deuda pública que ha seguido el gobierno desde el arranque mismo del sexenio, pero ahora que el banco central pone el acento en los riesgos sobre la credibilidad, la lectura en Palacio Nacional debe ser distinta. Eso pensamos.
¿Acaso estamos frente al ejercicio de la autonomía del banco central que favorece los benéficos balances en la ejecución de las políticas públicas y en la expresión de las posiciones sobre asuntos relevantes?
Probablemente sí. Y en ese caso los insistentes señalamientos del banco central son bienvenidos.
SÍGALE LA PISTA…
CRECIMIENTO A LA BAJA
El Banco de México estima que la economía creció 2.5% en el primer trimestre en términos anuales desestacionalizados y 0.4% en términos trimestrales desestacionalizados. Aunque este pronóstico es ligeramente mejor que el planteado por BBVA Bancomer el viernes pasado, la proyección del banco central para todo el año sigue a la baja. Ahora la situó en un rango de 2% a 3%; esto es, 2.5% de crecimiento del PIB para 2015 y –lo que más llama la atención- una media de 3% para 2016. En ambos casos muy por debajo de las proyecciones del gobierno.
SALARIO MÍNIMO AL ALZA
La Ciudad de Los Ángeles –la segunda mayor de los Estados Unidos- aprobó ayer incrementar en 66% el salario mínimo para los próximos cinco años, pasando de los 9 dólares la hora en la actualidad, a los 15 dólares en 2020. Así, Los Ángeles se suma a una cada vez más amplia lista de ciudades que están incrementando el salario mínimo como no lo habían hecho desde los años sesenta. Una iniciativa que ha impulsado el presidente Obama para incrementar el consumo en las capas más pobres de la población.