Es la pregunta que se ha multiplicado recientemente en los pasillos públicos en momentos en que el Congreso define el futuro de la llamada reforma fiscal que envío el presidente Enrique Peña Nieto en septiembre pasado.
La pregunta ha crecido en intensidad, y no es para menos. Ha sido notoria la ausencia del secretario de Hacienda en los eventos y en los reflectores públicos en estas últimas semanas, a contraluz de la presencia casi omnipresente que tuvo Luis Videgaray en cuanto evento público se realizó en los primeros siete u ocho meses del actual gobierno.
Su reciente ausencia en la reunión anual de la Federación Mundial de Bolsas del martes pasado en la Ciudad de México organizada por la Bolsa Mexicana de Valores y a la que asistió el presidente Enrique Peña Nieto, generó una serie de comentarios entre la clase política y el sector financiero cuestionando si ésta responde al deterioro de la estrecha relación que ha mantenido con su jefe, el Presidente, desde los días del Estado de México y, por supuesto, durante la campaña presidencial.
De hecho el apelativo de ‘Virregaray’ -con el que lo bautizó algún ingenioso tuitero- daba cuenta de la percepción pública sobre el preeminente lugar que ocupaba el secretario en su relación con Los Pinos y con el resto del gabinete presidencial.
Un dato más que alimenta la idea del alejamiento obligado o no del secretario de Hacienda de los reflectores públicos y de Los Pinos, es la presencia constante del jefe del Servicio de Administración Tributaria (SAT), Aristóteles Núñez Sánchez, como la ‘cara’ visible del gobierno en el tema de la reforma fiscal. Ha sido el jefe del SAT quien ha salido a los medios a responder los cuestionamientos técnicos sobre la reforma que presentó el gobierno federal. Contrario a ello, tradicionalmente era el propio secretario de Hacienda o alguno de sus subsecretarios quiénes hacían la defensa pública y ante los medios de los cambios fiscales propuestos por el Ejecutivo. Pero ahora no es así.
Aristóteles Núñez, un egresado del Instituto Politécnico Nacional, tiene una relación estrecha con el secretario Luis Videgaray, pero también es cercano al propio Presidente después de que se desempeñó como director de recaudación y, posteriormente, como subsecretario de ingresos durante el gobierno de Peña Nieto en el Estado de México.
Las voces cercanas a la oficina del secretario justifican sus ausencias aduciendo que está sumamente ocupado atendiendo la negociación política de la reforma que por ahora es su prioridad. Sin embargo, otras voces al interior del gobierno insisten en que la relación entre el presidente Peña Nieto y su secretario de Hacienda ha dado un giro a raíz del mal manejo de la economía en este primer año de gobierno y del costo que ha tenido para el proyecto del Presidente.
Pero más allá de las versiones, en uno u otro sentido, acerca del estado de la relación del secretario de Hacienda con el Presidente –cuestión no menor tratándose de una cartera de alto impacto para la confianza en el manejo de la economía y de las finanzas del país- lo cierto es que la secretaría de Hacienda se ha visto desdibujada, rebasada, en este primer año del gobierno e, incluso, en la propia negociación de la reforma con los legisladores.
Se menciona a las largas ausencias del secretario como una de las razones. A que Videgaray no tomó en cuenta a la experimentada base de funcionarios públicos de larga trayectoria de la secretaría para la definición de las opciones, estrategias y operación de la propuesta. A que el grueso de funcionarios de la secretaría no está convencido de la reforma fiscal que presentó su titular junto a su grupo de asesores que le rodea. Una secretaría lejana de su piloto con consecuencias a la vista.
En fin, que la pregunta sigue latiendo: ¿dónde está Videgaray?