¿Es la Corrupción “Cultural”?
En la reunión de América Latina del Foro Económico Mundial que se llevó a cabo en Cancún, el presidente Peña Nieto reiteró su convicción de que “la corrupción es un tema de orden cultural”, por lo que para disminuirla se requerirá de “un cambio estructural en toda la sociedad”.
Ya hace varios meses se desató una polémica cuando el presidente había hecho la misma afirmación con respecto al problema de la corrupción en el país. Pero independientemente de la complejidad del problema, la visión presidencial permite hacer varias reflexiones y preguntas.
En primer lugar, si la afirmación es verdadera entonces para el presidente, México es una sociedad corrupta (por razones culturales, pero corrupta). ¿Estará realmente convencido de ello?
Segundo, a partir de lo anterior cabrían preguntas como si ¿servirá de algo el Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) recién aprobado por el Senado?, ¿con un cambio a la Constitución la sociedad se volverá menos corrupta?, o ¿si por incluir el SNA en la Constitución disminuirá el problema? Evidentemente que no, ya que como en muchos otros aspectos de la vida nacional, los problemas no se resuelven con más ordenamientos jurídicos sino por medio de la aplicación irrestricta y no discrecional del marco legal ya existente.
Como se sabe, buena parte de la Constitución es letra muerta, aunque para los políticos el incluir cualquier asunto en ella es sinónimo de que ya cumplieron y de que el problema ha sido atendido.
Peor aún, los mismos proponentes del Sistema Anticorrupción aprobado han reconocido que llevará varios años su implementación, es decir, que comience a operar.
Al considerar que para combatir la corrupción se requiere cambiar a toda la sociedad (valores, costumbres, prácticas, etc.), el mensaje es que debemos resignarnos a vivir con ella durante muchos años (generaciones?).
Sin embargo, existe abundante evidencia a través de encuestas y estudios de opinión de que para la mayoría de la sociedad mexicana la corrupción es un grave problema o, en pocas palabras, que “está harta de ella”. ¿No significará esto que la mayoría de “la sociedad” sí quiere que se combata y que se reduzca sensiblemente? o ¿tendremos que esperar a que todos los mexicanos se vuelvan unos santos como parecería ser la visión de este gobierno?
Por otra parte, una pregunta relevante es si ¿algún país con niveles elevados de corrupción ha logrado reducirla en un plazo relativamente corto? y, de ser así, ¿cómo lo logró?
Una experiencia exitosa
La antigua república soviética de Georgia es un ejemplo exitoso y extraordinario de cómo se puede disminuir una elevada corrupción de manera significativa y en un plazo muy corto. De ocupar el lugar 133 en 2004 en el Índice de Percepción de la Corrupción elaborado por Transparencia Internacional, Georgia pasó al número 50 el año pasado. Más impresionante aún, en la clasificación del Banco Mundial sobre la facilidad para hacer negocios (“Doing Business”) pasó del lugar 137 al 15 en ese lapso, ubicándose a la par de los países de Europa Occidental.
Por contraste, en 2004 México ocupó el lugar 64 en el Índice de Transparencia Internacional, pasando al 103 (¡!) en 2014 (aunque el número de países considerados varió entre ambos años, la tendencia es dramática). en el caso del reporte de Doing Business, si bien nuestro país tuvo una mejoría al pasar del lugar 73 (2006) al 53 el año pasado, en ambos indicadores México se ubica muy por debajo de Georgia.
Este notable éxito está reseñado en detalle en el estudio del Banco Mundial “Fighting Corruption in Public Services: Chronicling Georgia’s Reforms” publicado en 2012.
¿Cómo lo lograron?
Este estudio identificó los 10 principios centrales que permitieron el éxito de la lucha anticorrupción en ese país: 1) Fuerte determinación política; 2) Obtener credibilidad rápidamente; 3) Ataque frontal a la corrupción; 4) Contratación de personal nuevo; 5) Limitación del papel del Estado; 6) Adopción de soluciones no convencionales; 7) Actuar con un solo propósito y con estrecha coordinación; 8) Adaptar experiencias internacionales al ámbito local; 9) Utilización creativa de la tecnología; y, 10) Comunicación estratégica.
Después de reseñar la experiencia de este país, el trabajo plantea una pregunta fundamental: ¿qué tan aplicable pudiera ser esta experiencia en otros países? La respuesta es contundente, “la mayor parte de esta experiencia es definitivamente aplicable en otros países. No hay nada particular de Georgia en los 10 principios mencionados”. Además, subraya que “ningún país ha sido exitoso en la lucha contra la corrupción sistémica utilizando reformas parciales, sólo un enfoque comprensivo es viable”.
Dado el entorno político actual, parecería poco probable que el actual gobierno esté dispuesto a adoptar una política de combate frontal a la corrupción. En el evento mencionado, el presidente Peña Nieto también mencionó que las críticas recibidas por sostener que la corrupción es un fenómeno cultural son de quienes quieren que se combata la corrupción en los demás, pero no la de ellos.
Quizá en esto tenga algo de razón, puesto que es precisamente la clase política la que no desea que dicho combate les afecte (sindicatos, gobernadores, etc.) Más que un fenómeno cultural de la sociedad, parece más claro que la corrupción es un fenómeno cultural, pero de la clase política mexicana.
De hecho, el mismo Banco Mundial subraya que “frecuentemente la corrupción administrativa se considera como endémica, producto de la tradición y cultura locales y, como tal, inevitable. A su vez, los líderes políticos a menudo aprovechan la tolerancia percibida de los ciudadanos como una excusa para la inacción”.
Es por esta razón que el estudio señala de manera categórica que el principal factor del éxito de Georgia fue la Determinación Política.
Pero quizá la lección más importante para México se encuentra en la frase final de este estudio: “El éxito de Georgia destruye el mito de que la corrupción es cultural y da esperanzas a los reformadores de cualquier país que aspiren a limpiar su servicios públicos”.