Índices

Los índices son muy útiles pero una metodología poco clara los puede hacer muy manipulables.
7 Febrero, 2018

De unos 20 años a la fecha se ha puesto de moda la elaboración de índices, aunque es de reconocerse que se han construido desde mucho antes[1].

El advenimiento de la incipiente democracia en nuestro país motivó su explosión. Los hay de competitividad, de pobreza, de desarrollo humano, de estado de derecho, de la facilidad para “hacer negocios”, etc. Lo mismo los publica un organismo internacional, que un gobierno, una universidad o una ONG.

Los índices son muy útiles porque proveen información asimilable y fácil de entender de lo que en principio se quiere medir. Pueden arrojar información relevante para medir la calidad de administración de una empresa o gobierno, o incluso para medir la calidad del agua o conocer la inflación de los países o desempeño de las bolsas de valores, entre muchos otros.

La idea fundamental para construir un índice es consolidar dos o más variables de interés en un solo número. Para ello es necesario saber combinar las variables de interés de acuerdo con su nivel de importancia.

Es decir, lo que define al índice es el peso que se le asignan a sus componentes, para que el resultado final sea representativo de lo que se quiere medir.

Vale la pena preguntarse: ¿qué es un buen índice? Hay un consenso: aquél que cumple con cuatro condiciones. Homogeneidad, que sea invertible, transitividad y proporcionalidad.

La homogeneidad se refiere a que un número índice no debe afectarse por un cambio en las unidades de medida.

La de invertible se cumple si al intercambiarse el periodo base y el periodo actual, los índices arrojan los valores recíprocos.

La transitividad significa que el resultado del cálculo debe permanecer independientemente de si se usa una base fija o una secuencia de observaciones para calcular el índice.

Finalmente, la proporcionalidad se refiere a que un cambio proporcional en las unidades de medida para cada componente debe arrojar el mismo valor final del índice.

En el mercado abundan los que no cumplen con estas características, y en general, los cuestionamos poco. La prensa nacional los suele tomar como dados.

Sin embargo, la estadística no provee de otros elementos a considerar en la construcción de un índice, sobre todo cuando la variable es de tipo social. El principal de ellos es la posibilidad de afectación de uno de sus componentes por parte de alguno(s) de los afectados.

 

Lo que para un índice la entidad A era la mejor, para el otro esa misma era de las más malas.

 

Por ejemplo, el índice de pobreza multidimensional, como su nombre lo sugiere, conjunta una serie de componentes relacionados con la pobreza. Eso está bien, pero el problema radica que puede existir conducta estratégica por parte de los interesados. Me explico.

Suponga ud. hipotéticamente que un índice se compone de tres elementos: nivel de riqueza, nutrición, y asistencia al kínder por parte de los niños de una familia.

Por la propia naturaleza de las tres variables, la que se puede afectar más rápidamente y con ello mejorar el índice es la de asistencia al kínder. Esto le da incentivo a un político a solamente dedicarse a mejorar el índice por medio de esa variable y así abultar su indicador de desempeño.

En México hay mucha evidencia de conducta estratégica por parte de los funcionarios federales y estatales.

Otro ejemplo, es el de los índices de competitividad de las entidades federativas.

Existen muchos en México que elaboran distintas organizaciones, los llamados Think Tanks (como mi propia institución de adscripción). Estos índices están compuestos por elementos estructurales y más coyunturales o afectables.

Por esto, hoy día existe una varianza alta en el tiempo para un calificado (en el caso mexicano, las entidades federativas). Hay entidades que aparecen en un año en el lugar 31 y para el siguiente están en el lugar 14.

 

El índice 'Doing Business' era muy útil, pero debe desaparecer, por el bien del Banco Mundial.

 

Esto solo puede ser posible por conducta estratégica donde el gobierno estatal se concentra en atacar el problema sesgando su política en el elemento más fácilmente afectable a su favor. El ciudadano común y corriente de ese estado, por supuesto, no percibe ninguna mejora. Alternativamente, la metodología puede ser muy deficiente.

Un último ejemplo, de innumerables, es el del “Doing Business” que elabora el Banco Mundial. Resulta que Chile daba bandazos entre el lugar 30 y 57 de un año a otro. Cuando se ubicaba en el 30, el gobierno de la derecha estaba en el poder. Cuando bajaba al lugar 57, era el gobierno de izquierda.

Se le acusó al Banco Mundial de manipular los datos. Este respondió que no era así, y que lo que pasaba era un cambio de metodología. El economista en jefe, que había pedido disculpas a Chile, terminó renunciando.

Pero entonces eso nos lleva a cuestionar: salir bien o mal en un índice depende de la metodología, lo que lo podría hacer poco confiable y con pérdida de reputación. Creo que ese índice que era muy útil, debe desaparecer, por el bien del Banco Mundial.

Hace poco analicé dos índices de estado de derecho para estados de la República Mexicana, elaborados por dos Think Tanks mexicanas. Uno esperaría que el coeficiente de correlación de estos dos índices, que tratan de medir lo mismo, fuera muy alto (cercano a uno).

Pues bien, el resultado arrojó que la correlación era prácticamente ¡cero!. Es decir, lo que para un índice la entidad A era la mejor, para el otro esa misma era de las más malas. Nuevamente esto depende de la metodología del índice.

Pero eso nos lleva a otro elemento. La clasificación de las metodologías. En la primera instancia hay metodologías más buenas que otras y que cumplen con las características que recién revisé. Pero por otro lado, puede haber “selectividad” de metodología para favorecer o perjudicar a uno de los calificados.

Alguien podría proponer por ahí que se requeriría de un Observatorio de Metodologías para determinar cuál sí es buena o mala. Pero entonces después vamos a necesitar un Observatorio de Observatorios……..y así sucesivamente.

Total, que lo que era un buen instrumento (el índice), hoy está desvirtuado en México y ahora hasta en organismos internacionales de prestigio como el Banco Mundial.

Después de lo que le he contado, ¿sigue ud tan seguro en basar sus opiniones en los índices de desempeño mexicanos?

Quiero enfatizar que excluyo índices probados como el de inflación del INEGI (INPC), el Índice de Precios y Cotizaciones dela BMV (IPC), etc. Cuestiono los que carecen de una estructura metodológica clara y transparente. Echamos a perder las cosas, no le digo.

 

[1] Un artículo seminal al respecto data de 1895: Pierson, N. G. “Further considerations on index-numbers”. Economic Journal 6, pp 127-131, 1895.

Fausto Hernández Trillo Fausto Hernández Trillo Investigador y académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Experto en finanzas públicas, macroeconomía y sistema financiero. Investigador Nacional Nivel III. Doctor en Economía por la Universidad Estatal de Ohio, EU, y profesor visitante en universidades de México y Estados Unidos. Autor de 3 libros y de decenas de artículos académicos. Conferencista y consultor de organismos internacionales y del gobierno mexicano y galardonado con el Premio de Economía Latinoamericana "Daniel Cosío Villegas".