Las redes sociales han estallado contra el aumento del precio de la gasolina.
Algunos suelen comparar nuestro precio con el de los EEUU, comparación que resulta completamente inadecuada, debido a que EEUU es el claro ejemplo de lo que no se debe hacer en materia de cambio climático, el que menos colabora en este sentido en el mundo avanzado.
Muchos otros países, sobre todo europeos, tienen un precio muy superior al nuestro, con todo y aumento. Ello se explica fundamentalmente por el impuesto con el que se grava su uso sobre todo por medio de la circulación de automóviles, el que ocasiona, entre otras cosas, contaminación, accidentes y congestión (es decir, aumento de improductividad).
Observe en gráfica 1, que hasta antes de la introducción del nuevo gravamen sobre la gasolina (en 2015), México era el país con menor tasa tributaria.
Gráfica 1
De hecho, por varios años la gasolina se subsidió en nuestro país. En aquél entonces los titulares de la prensa eran: “se subsidia el uso de las Hummers de 8 cilindros”, afirmación que llamaba no solamente a la terminación del subsidio sino a la introducción de un impuesto que pagaran los que usaban vehículos con 8 cilindros.
No es trivial calcular el impuesto óptimo que internalice la contaminación, congestión y accidentes viales (con las consecuentes muertes) que ocasionamos los que circulamos por las avenidas mexicanas.
Mi colega Arturo Antón y un servidor utilizamos una novedosa metodología desarrollada expresamente para ello para estimar ese costo social (y que se utiliza en Europa). Nuestro resultado arrojó un impuesto de 71 centavos de dólar por litro de gasolina. Esta cifra constituye un punto de referencia para conocer realmente el precio privado más el social de la gasolina[1].
No obstante, la introducción de ese gravamen, en caso de que se diera tendría que darse como parte de una reforma fiscal y social más amplias[2].
Los europeos lo introdujeron como parte de una reforma fiscal y social integral, y en coyunturas adecuadas que favorecían su aprobación. Así, este tributo fue parte de una reforma más profunda que incluyó entre otras cosas, reducción de ISR-PM, incremento de impuestos indirectos así como de otros impuestos verdes como el destinado al carbón.
Pero más importante aún fue para financiar un proyecto de nación: la preservación de sus sistemas de seguridad social universal que se encontraban en peligro por su viabilidad financiera (ver cuadro 1).
Cuadro 1
Es cierto, la gasolina en esos países es cara, pero la desigualdad y la pobreza es baja gracias a un sistema de seguridad social universal, transparencia, eficiencia de gasto público, muy bajos niveles de corrupción, y más aún, se cuenta con alternativas viables de transporte público.
Nuestro gobierno importa frecuentemente el argumento de comparativos internacionales de manera parcial. Se introduce un impuesto a la gasolina argumentando que en Europa se cuenta con uno, pero no repara en que ello fue parte de una reforma más integral para defender el proyecto de nación en esos países que les ha dado resultados a lo largo de su historia, y no para financiar corrupción, mala administración e incompetencia[3] que caracterizan a nuestro sector público. El problema de México es que utiliza parcialmente los comparativos (basta mirar cómo se defendió la reforma fiscal de 2014).
En adición, el precio de la gasolina sube en México porque se liberaliza en un ambiente de aumento del precio del crudo y en uno de fuerte y abrupta depreciación cambiaria.
Estos dos aspectos explican la subida y eran perfectamente previsibles al momento de la “venta” de la reforma energética (el segundo, de la depreciación era una consecuencia natural del sobreendeudamiento de la administración peñista, como se dijo en una columna anterior de este espacio) y aún así, de manera inocente (o irresponsable o incompetentemente) nuestro gobierno advierte menores precios en el momento de su promoción, en 2013!
Por su parte, la depreciación del peso afecta negativamente a la gasolina porque buena parte de ella la importamos, debido a que no la refinamos en el país (¿la administración de Calderón aparece una vez más como otra causal: alguien recuerda la refinería de Hidalgo que anunció con bombos y platillos?).
Entonces, tres pecados: el primero engañar a la sociedad prometiendo precios menores para lograr la aprobación de su reforma energética, cuando era bastante predecible que eso no iba a suceder.
Segundo, introducirlo en un ambiente casi generalizado de corrupción rampante en los tres órdenes de gobierno, lo que disminuye autoridad moral para una acción como éstas.
Y, tercero, liberalizarlo de manera aislada y no como parte de una reforma fiscal y social más integral, que incluyera un verdadero proyecto de nación.
Este gobierno, como afirma Jorge G Castañeda[4], toma prestadas buenas iniciativas pero pone a la gente incorrecta para implementarlas, quienes las han descontextualizado, mal entendido e incluso desperdiciado (como la propia reforma fiscal de 2014).
Peor aún, se anuncia sospechosamente en periodo de vacaciones y sin un plan de subsidio dirigido para el transporte público, lo que le añade incompetencia al manejo político del aumento.
[1] Anón, Arturo y Fausto Hernández (2014) “The optimal gasolina tax: the case of Mexico”. Energy Policy, november, Elsevier
[2] Ver http://www.cepal.org/es/publicaciones/40298-objetivo-versus-instrumentos-la-politica-publica-caso-reforma-verde-la-igualdad
[3] Don Jesús Silva Herzog, el abuelo, solía decir que era más fuerte el problema de la incompetencia que el de la corrupción cuando se refería a nuestro gobierno.
[4] Entrevista en: Concheiro, Luciano y Ana S Rodríguez. (2015) El Intelectual Mexicano, TAURUS. México.