La reforma al sistema de pensiones del 2024

Lo que el presidente propone es “componer” el sistema individualizado de cuentas de todos aquellos cuyo estatus laboral formal comenzó después de 1997.
11 Enero, 2024
López Obrador en Río Blanco, Veracruz, el 7 de enero (Foto: lopezobrador.org.mx)
López Obrador en Río Blanco, Veracruz, el 7 de enero (Foto: lopezobrador.org.mx)

Para entender el espíritu de la reforma al sistema de pensiones que acaba de mencionar el presidente Andrés Manuel López Obrador es necesario hacer un recuento breve de dónde viene. Recordemos que para inicios de los 1990s el sistema estaba quebrado. 

Digamos que para los 1970s y 1980s el trabajador afiliado al IMSS, junto con el patrón y el gobierno aportaban una cuota a manera de contribuciones sociales. Con esta cuota tripartita el IMSS proveía al asegurado el seguro de salud y las pensiones, entre otras prestaciones. Se suponía que esas contribuciones eran el soporte financiero de ambos servicios. No obstante, es sabido que ese instituto utilizó por mucho tiempo, sobre todo durante la década perdida de los 1980s, los recursos de los trabajadores para financiar distintos rubros (incluso para fines políticos) y así cubrir necesidades de gasto del gobierno federal.

No había de otra, había que reparar ese sistema de pensiones. Para 1992 se inició una reforma que creó el Sistema del Ahorro para el Retiro. Ese presentó fallas de diseño y para 1997 se creó el actual sistema contributivo de pensiones. Este es un sistema privado en el que se contribuye también de manera tripartita pero cuyos recursos se depositan en una cuenta individualizada del trabajador en una administradora de pensiones. Con esta acción se buscaba que el gobierno no volviera a disponer de los recursos de los trabajadores.

Esta acción se ha ido refinando con el tiempo, pues nació con algunas fallas de origen. Varios de los inconvenientes fueron las altas comisiones que cobraban las Administradoras de Pensiones (casi monopólicas), lo que mermaba el rendimiento del ahorro para el retiro. Asimismo, se diseñó con una cuota de aportación baja, lo que también fue en detrimento de la cantidad con la que el trabajador se retiraría. Finalmente, con el aumento de la esperanza de vida, se sabe que la edad de jubilación debería subir y con ello aumentar el tiempo en que el trabajador aportara para su pensión.

Infortunadamente, los cambios mencionados de elevar la aportación, la edad de retiro y la promoción de una mayor competencia entre las Afores no se llevaron a cabo de la manera adecuada para garantizar un mínimo de pensión para esa población. La pensión esperada no es la que se proyectó, sino una mucho menor.

También recuerde que para aprobar la reforma del 1997 se dejó intacto el sistema anterior de retiro para aquellos que ya trabajaran antes de esa fecha. Son las pensiones de estos trabajadores las que han presionado las finanzas públicas. Y debe decirse, esa presión está ahora en su pico y empezará a disminuir a partir de 2030 cuando irremediablemente los que estamos bajo esa condición empezaremos a fallecer. Esa presión, eventualmente, iba a empezar a ceder.

Lo que el presidente propone es “componer” el sistema individualizado de cuentas con el que cuentan actualmente todos aquellos cuyo estatus laboral formal comenzó después de 1997. No es claro qué es lo que contendrá la propuesta, pero cualquiera que sea deberá cuidar que sea sostenible financieramente.

Muchas de las acciones del presidente hasta el día de hoy han sido financiadas con recursos públicos, en ocasiones haciendo un uso más eficiente de algunos rubros de gasto, en otras mermando la calidad de la administración, y, hay que decirlo, en algunas pateando el bote hacia adelante. Las presiones de gasto que le ha impreso a la administración pública tienen que soportarse en una mayor cantidad de recursos públicos. De aquí la importancia de que la reforma que proponga no incurra en irresponsabilidades fiscales. 

Si la reforma subsana las deficiencias que se mencionaron aquí, bienvenidas. Si lo que pretende es volver al esquema no-individualizado de pensiones manejadas por el IMSS, más vale que diseñe los mecanismos de financiamiento que garanticen que no volverá a quebrar. Ya quebró una vez y no nos hemos repuesto; el presidente no debe heredar problemas financieros a la siguiente presidenta. Ojalá prive la cordura.

Fausto Hernández Trillo Fausto Hernández Trillo Investigador y académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Experto en finanzas públicas, macroeconomía y sistema financiero. Investigador Nacional Nivel III. Doctor en Economía por la Universidad Estatal de Ohio, EU, y profesor visitante en universidades de México y Estados Unidos. Autor de 3 libros y de decenas de artículos académicos. Conferencista y consultor de organismos internacionales y del gobierno mexicano y galardonado con el Premio de Economía Latinoamericana "Daniel Cosío Villegas".