Desde México 68, en que mi Mamá me llevó a ver a su primo Álvaro Gaxiola colgarse la de plata en clavados y mi Papá a ver a la selección de Japón ganarle a la nuestra en el Estadio Azteca, hasta el día de hoy, he disfrutado de todos los juegos olímpicos sin excepción.
Valoro, en particular, la participación de los atletas mexicanos que, cuando triunfan –o se quedan cerca de hacerlo-, nos revelan verdaderas historias individuales de éxito llenas de obstáculos: Soraya Jiménez, Ernesto Canto, Ana Gabriela Guevara, Daniel Bautista, Paola Espinoza, Raúl González, María del Rosario Espinoza, Oribe Peralta, Iridia Salazar y ahora Misael Rodríguez, dan cuenta de ello.
Cada cuatro años, cuando observamos los magros resultados de la delegación mexicana, surgen las voces de siempre solicitando más recursos públicos para el deporte nacional. Los atletas y las federaciones reclaman más dinero. Sin embargo, debe señalarse que los recursos ahí están y son cuantiosos.
En 2012, año de los juegos de Londres, el presupuesto total aprobado en el renglón de “Deporte y Recreación” fue de 6,147.7 millones de pesos a favor de la CONADE, presidida entonces por Bernardo De la Garza. De este rubro total (el cual se ha mantenido en cantidades similares desde entonces), poco más de la mitad se distribuye a estados y municipios con esa misma etiqueta.
En esta administración, la CONADE, a cargo de Jesús Mena y más recientemente del célebre Alfredo Castillo, ha tenido presupuestos –para dicho organismo- por 3,805 millones de pesos en 2014, de 3,605 millones de pesos en 2015 y de 2,825 millones de pesos para este año. Nada mal para ser una simple agencia de viajes; una que gasta casi 8 millones de pesos diarios.
El Comité Olímpico Mexicano recibe de la CONADE, a regañadientes y empujones, alrededor de 150 millones de pesos anualmente. Estos montos no incluyen las becas a 25 deportistas de alto rendimiento que han consumido cerca de 145 millones de pesos en el último ciclo olímpico, es decir 1.45 millones de pesos anuales por atleta.
La historia de nuestro deporte es, pues, la historia del resto de los rubros que se mantienen con el erario nacional: dispendio, corrupción, ineficiencia, opacidad, ausencia de rendición de cuentas y una que otra novia. Ello explica la lucha eterna entre federaciones, comisiones, confederaciones y comités.
El PIB de Jamaica es de 11,690 millones de dólares (lugar 116 del mundo). El presupuesto de egresos de ese país para este año es de 3,565 millones de euros (71,300 millones de pesos). México es la economía número 15 del orbe y nuestro presupuesto de egresos es 67 veces mayor que el de Jamaica. En el medallero ocupamos –cuando esto escribo- el lugar 72, por debajo de Jamaica, Brasil, Cuba, Argentina, Colombia, Bahamas, Puerto Rico y Venezuela, por mencionar a los países de nuestra región. El problema no parece ser de dinero.
Es muy probable la salida de Castillo, quien seguramente ocupará su sexto cargo público en 5 años (ése sí, todo un récord), pero ello no es suficiente. La rendición de cuentas es de los federativos y no de los atletas. Exijámosla.