La renuncia del gobernador del banco central y su nombramiento como director del Banco de Pagos Internacionales representa un éxito personal y un reconocimiento a su trayectoria profesional.
Aunque es bueno para la imagen del país, su llegada al BIS no debe representar beneficios o privilegios adicionales para México, más allá de tener a un mexicano más en una posición internacional. Lo mismo que para Francia no existen beneficios adicionales por tener a una francesa en el FMI.
Más allá del reconocimiento a la trayectoria y exitos profesionales del saliente gobernador del banco central mexicano, a los cuales este autor se une y de los que ya la prensa ha dado abundante cuenta de ello, también es sano destacar aquello que pudo haber sido hecho mejor en materia monetaria.
En este sentido, desde mi punto de vista estrictamente personal me permito destacar lo bueno, lo malo y lo feo del quehacer monetario en el país, sobre todo en los últimos cuatro años.
Dentro de lo bueno destaca el hecho de que por primera vez y después de 22 años de independencia monetaria, en el 2015 se alcanzó una inflación por abajo del objetivo de 3% y se mantuvo así por casi un año y medio, hasta septiembre del 2016.
Junto a ello, se logró reducir la tasa de interés a mínimos históricos de 3% y se mantuvo durante exactamente un año y medio. Esto no solamente representó un hecho histórico sino también beneficios para la población, sobre todo para los consumidores.
Lo malo fue que dicha expansión monetaria se prolongó más allá de lo pertinente, incluso a pesar de que empezó a generar presiones inflacionarias y la volatilidad financiera presionó al peso de manera agresiva. La persistencia por mantener tasas bajas de manera prolongada, aún en un ambiente financiero adverso, dió indicaciones de que la política monetaria sufría de dominancia fiscal en el sentido de retrasar el alza de tasas para no acelerar la ampliación del desequilibrio fiscal y la deuda pública. Al final el alza de tasas fue forzada por el mercado, y la depreciación del peso se hizo permanente. La prolongación de tasas bajas generó incentivos perversos para el ejercicio fiscal.
Lo feo es que en un ambiente de inflación al alza y creciente volatilidad e incertidumbre se da la renuncia del timonel monetario, precisamente cuando el barco económico mexicano se enfila a atravesar aguas turbulentas. Ciertamente nadie es insustituible y existen candidatos que bien pueden retomar el timón monetario. Sin embargo, la duda para los mercados es si el nombramiento va a recaer en una persona con la capacidad y entrenamiento suficiente o bien en un “allegado” del presidente.
En este sentido es importante cuidar las características del candidato a ocupar el puesto, de tal forma que no solo se asegure su capacidad sino que también cumpla con los requerimientos necesarios para ser el nuevo banquero central del país. Aqui enumeramos cuatro características que a nuestro juicio debería tener el nuevo banquero central.
Primero, una sólida formación académica con énfasis en política y teoría monetaria. Segundo, experiencia en el sector financiero y bancario. Tercero, una persona sin fines ni intereses políticos o partidistas. Cuarto, un banquero central con independencia, objetividad e imparcialidad, de tal forma que sus decisiones estén apegadas al mandato monetario constitucional (cualquiera que sea) y no respondan a presiones políticas o de grupos de interés.
Por último, la renuncia del gobernador no debería causar volatilidad en los mercados, más bien la incertidumbre está en quien vaya a ser nombrado para sustituirlo. Por lo que la selección del candidato tiene que ser bien pensada, evaluada, y responder a la altura de los requerimientos monetarios del país, sobre todo ahora que la economía mexicana se enfila a entrar en un largo tramo de turbulencias.
Twitter: @AlfredoCoutino