Balazo en el pie: gasolina

16 Enero, 2019
¿Fue la lucha contra el huachicol una cortina de humo para esconder el desastre, o el principio del problema?
¿Fue la lucha contra el huachicol una cortina de humo para esconder el desastre, o el principio del problema?
Econokafka

La crisis es auto-infligida.

Las primeras siete semanas del gobierno obradorista no serán recordadas por medidas audaces en favor de los pobres, o por un gobierno radical, conducido con visión y rumbo. Será la historia de la ineptitud y los bandazos.

Porque hoy es un gobierno que improvisa; la imagen central que quedará como parte de esa historia será la de las gigantescas colas para llegar a una bomba de gasolina, la de un desastre que costó al conjunto de los ciudadanos y empresas miles de millones (imposible de cuantificar), en tanto el gobierno proclamaba que ganó dinero porque ya no le robaban tanto. El problema no es que los ladrones ya no tienen tanto acceso al preciado producto, sino que tampoco lo tiene una parte de la población.

Hasta el momento hay mucha especulación. ¿Fue la lucha contra el huachicol una cortina de humo para esconder el desastre, o el principio del problema? El balazo en el pie es evidente, pero su origen incierto.

 

Guerra vs huachicol: ¿buscando perdón y olvido?

El origen del problema parece haber sido la “estrategia” (es un decir) contra el robo de combustible, al parecer ciertamente masivo. Durante su campaña, López Obrador fue tan claro como fantasioso: cuando llegara a la presidencia no habría problema, porque la gente dejaría de robar. En todo caso, los líderes del huachicoleo eran directivos de Pemex, y se les removería de sus cargos.

Quizá imaginó que podía ofrecer una especie de perdón y olvido: ustedes dejan de robar, yo no los persigo, y se quedan con sus ganancias. Ese dinero antes robado en combustibles ahora se vende, y el gobierno gana, una cantidad nada despreciable para aplicar en algunos de los numerosos y ambiciosos proyectos de la administración. Por lo menos es llamativo que el gobierno no busca aparentemente enfrentar a esos grupos.

 

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Se habla mucho de denuncias, pero nada de arrestos, menos todavía de choques frontales (y cruentos) entre fuerzas de seguridad y grupos que roban combustible.
 

 

Ductos y cambiando el discurso

Otra posibilidad, menos fantasiosa (cuestión de grado), es que López Obrador y sus asesores consideraron que bastaba cerrar los ductos para acabar con el problema, sin esperar enfrentamientos, e igual ahorrando y usando lo antes robado. De haber sido así, los errores garrafales fueron dos: no tener una red alternativa de distribución que sustituyera aquello que se transportaba por ductos, y el hecho de que sí hubo respuesta, y fuerte, por parte de los huachicoleros.

Lo cierto es que se cerraron los ductos, y el resultado inmediato fue la acumulación en los tanques de almacenamiento. Mover el combustible por otros medios, como pipas, era mucho más lento, aparte de costoso (uno de esos costos que López Obrador al parecer no considera en sus cuentas). Dado que el país importa la mayor parte de la gasolina que se consume, empezaron a llegar los barcos, destacadamente a los puertos de Tuxpan y Coatzacoalcos, sin poder descargar.

 

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El desabasto inició, y rápido. El discurso inicial obradorista fue que no abría los ductos hasta terminar con los robos… y a ver quién se cansa primero. Fueron esos días en que el gobierno insistía que no era desabasto, sino retraso en la distribución. El problema se agudizó.

Y el discurso cambió, dejando a un lado el “a ver quién se cansa”. Pasó a que se había tratado de abrir los ductos, pero los huachicoleros los habían saboteado, una historia repetida por varios días. El más reciente giro lopezobradorista fue hablar de comprar pipas (con los “ahorros” logrados) para transportar combustible. Lo aparente no es cambio de estrategia, sino la ausencia de ella. Lo también claro es que los huachicoleros responden, y con dureza.

 

La danza de las importaciones

Mientras tanto, sigue la danza de las importaciones que se acumulan. Ante presiones requiriendo información (se temía que AMLO hubiese ordenado reducir las compras al exterior de gasolinas, debido a su nacionalismo económico), la Secretaría de Energía mandó un tuit el 14 de enero, extremadamente escueto:

Las estadísticas oficiales de Pemex están disponibles hasta noviembre (esto es normal, pues toma tiempo procesarlas). El promedio de importación mensual de enero a noviembre fue de 594.3 mil barriles de gasolina diarios. La cifra que presentó la SENER correspondiente a diciembre “cuadra” como normal dado su monto (586 mil barriles).

Fuente: Pemex

 

Lo peculiar es la segunda cifra. ¿764 mil barriles de gasolina diarios promedio durante los primeros 10 días de enero? Peculiar porque también “empata”, pero con el consumo total nacional promedio durante 2018 (765.5 miles de barriles). Se compró al exterior como si la refinación nacional se hubiese detenido, al menos en parte.

Fuente: Pemex

 

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Lo que lleva a otro escenario. Una versión apunta que las refinerías de Salamanca y Tula se vieron afectadas porque no se utilizó la mezcla idónea de crudo ligero y pesado (porque no se importó el primero). La otra que no se está refinando por la falta de un aditivo que se distribuye a la refinería… por ducto. En cualquier caso, habría un freno a la producción nacional de gasolinas. Y el hecho es que los barcos siguen a la espera.

 

Es la crónica de un balazo en el pie gubernamental que pagan los ciudadanos en su conjunto. La ironía final es que no parece ser que ello logre el objetivo del disparo: acabar con el huachicoleo.

Sergio Negrete Cárdenas Sergio Negrete Cárdenas Doctor en Economía por la Universidad de Essex, Reino Unido. Licenciado en Economía por el ITAM. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Profesor-Investigador en el ITESO. Fue funcionario en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Gobierno de México.