El mesías herido
Hay algo más peligroso que una bestia, y es una bestia herida. El mesías de Palacio Nacional lo es y lo está.
Las manifestaciones de ayer en todo el territorio nacional, y en varias ciudades del extranjero, fueron multitudinarias. La capacidad que tiene Andrés Manuel López Obrador para ubicarse en una realidad paralela es impresionante, pero desde la elección federal de 2021 sabe que una buena parte de sus votantes de tres años antes le dieron la espalda, y que no regresarán jamás a su redil.
El fiasco de su “ratificatorio” de abril 2022 lo que hizo fue ratificar, pero esa sangría de votantes. Las manifestaciones de ayer no hicieron más que confirmarlo.
Destrozar la democracia
Sabe que mantiene un nivel de popularidad significativo pero que probablemente no le alcance a quien eventualmente destape como su corcholata favorita (por medio de su farsa de hacer una encuesta). Él no estará en la boleta en 2024, por más que eso le hubiera gustado, y ya comprobó una y otra vez que puede comprar a ciertos opositores, pero no a los partidos políticos relevantes.
Una candidatura unida de oposición es una posibilidad real, o al menos una candidatura que llame a la ciudadanía a ejercer el voto útil. En 2018 muchos cruzaron la boleta por quien podía derrotar al candidato del PRI designado por Enrique Peña Nieto, esto es, por el tabasqueño. Esta vez el voto útil será en su contra.
Por ello le es imperativo controlar las elecciones. El demagogo ya no necesita del disfraz de oveja democrática que usó por años; apoltronado en el poder puede mostrarse descaradamente como el lobo autoritario que es.
Se afilió al PRI setentero cuando este ganaba a la buena o con fraude, y siguió en el PRI hasta después (no antes) de la elección de julio de 1988, cuando comprobó que podía subirse a otro carro potencialmente ganador (el de Cuauhtémoc Cárdenas). No pretende arriesgarse a perder, y prefiere que su corcholata gane de la misma manera. Por eso le es imperativo destrozar al INE y la democracia.
Probablemente contaba con Yasmín Esquivel para que, como Presidente de la Suprema Corte de Justicia, se pudiese lograr la validación de su “Plan B”, al fracasar el intento de reforma constitucional. Si era el plan, se frustró al demostrarse que la Ministra es una plagiadora, y además serial. Sus recientes ataques a los integrantes de la SCJN indican que es muy consciente de que ahí puede naufragar su plan alterno.
Herido y muy poderoso
Es frecuente leer o escuchar expresiones como “el sexenio realmente terminó ayer”. Finalizará el 1 de octubre de 2024. Hasta un mes antes, tendrá mayorías en la Cámara de Diputados y la de Senadores y por supuesto el control de todo el aparato estatal, incluyendo (en los hechos) la Fiscalía General de la República, aparte de fiscalías locales, como es evidente en la correspondiente a la Ciudad de México.
AMLO no es una persona a la que detenga la ley, a la que considera inferior a su noción de justicia, ni las instituciones, a las que desprecia, en lo particular a las electorales. Detesta al INE/IFE porque le atribuye haber contribuido en los “fraudes” en su contra en 2006 y 2012, aparte de que sus Consejeros rechazaron rebajarse el sueldo como parte de su “austeridad republicana” (a diferencia del Presidente, los funcionarios del INE no tienen corruptelas para compensar la reducción salarial).
Entre las frases que distinguían al cacique potosino Gonzalo N. Santos, destacaban “(esto es) muy poco problema para un hombre de carácter” y “la moral es un árbol que da moras”. El cacique nacional nada tiene que envidiarle a Santos y tiene bastantes recursos para tratar de salirse con la suya; el peor error que cometieron muchas personas en el pasado lejano y reciente fue subestimar su desmedida ambición y ausencia de escrúpulos.
La herida del 13 de noviembre no fue mortal, como tampoco lo es la del 26 de febrero. Quizá el mesías quiera compensar un poco con otro multitudinario baño de masas, como hizo en noviembre. Una fecha ideal sería convocar a ese pueblo bueno que tanto acarrea el domingo 19 de marzo, de un tiro celebrando 85 años de la expropiación petrolera y el natalicio de Benito Juárez, y buscar llenar “más” el Zócalo (obviando por supuesto al resto del país).
Pero ese acto de desagravio imaginario no sería lo importante, sino todo lo que puede hacer una bestia herida y con poder que tiene claro su objetivo: su permanencia, vía un tercero, en el poder al menos hasta 2030, sea a la buena o a la muy mala.