Sufrir las consecuencias
El que los máximos representantes del poder político y del poder económico en México hayan enfermado de COVID-19 podría interpretarse como evidencia de que la pandemia se ha salido de control, de tal forma que no valen los cuidados extraordinarios que se les pueden propocionar al presidente o al hombre más rico del país.
Sin embargo, tal evidencia es anecdótica, pues más de una decena de jefes de estado ha sido víctimas del contagio y hasta el hombre más rico del planeta, Elon Musk, sufrió la enfermedad hace unos meses.
Lo que no resulta anecdótico es que más de 152 mil mexicanos han muerto oficialmente por COVID-19, que se estima que esta cifra es casi tres veces mayor considerando las muertes en exceso, que la ocupación hospitalaria por contagios está rompiendo records en la mayor parte del país y que miles sufren agónicos tiempos de espera para hospitalizarse o conseguir oxígeno para permanecer en sus hogares.
El haber rebasado en 150% el número de fatalidades contempladas en el escenario “muy catastrófico” definido por la propia autoridad sanitaria, con la cauda de sufrimiento que le acompaña a tal número, le da un particular impulso a testimonios sobre la pandemia como el del libro “Un daño irreparable”, de la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie.
Esta obra, sin ser de carácter especializado ni un recuento definitivo de la tragedia sanitaria que se vive, articula una visión cada vez más extendida del fracaso gubernamental en el manejo del contagio, según la cual las autoridades han rebasado la negligencia y rayado en la premeditación de un atentado a la salud.
Es dudoso que en su convalecencia el presidente López Obrador lea el libro que tanto cuestiona su política sanitaria, pero sufrir las consecuencias de la enfermedad puede llevarlo a tener una perspectiva diferente del problema. Esto ocurrió en el caso del primer ministro británico Boris Johnson, quien declara haberse sensibilizado a la gravedad del virus tras sufrirlo. Sin embargo, también existe la experiencia del expresidente Trump, que no desperdició la oportunidad de promoverse a partir del padecimiento, sin dejar de minimizarlo como reto.
Lo más probable es que AMLO mantenga su parecer y su estrategia ante la pandemia. En la medida en que los síntomas son leves, la atención médica está a la mano, no hay que peregrinar por una cama de hospital o un tanque de oxígeno, hay menos incentivos para la aumentar la empatía. Por estas razones, hay que mirar en otras consecuencias la posibilidad de un cambio.
En la medida en que se agrave la de por sí calamitosa situación de contagios, deficits hospitalarios y muertes, la vacunación se retrase, y esto erosione la posibilidad de éxito electoral de su movimiento, el presidente tendrá motivos de preocupación. Su proyecto estará en peligro y habrá que jugar nuevas cartas para conservarlo, aunque sea en el plano político, dado que en el económico la situación es poco alentadora.
Es factible que en 2020 la pobreza haya aumentado en cerca de 12 millones de personas y que quienes la sufren se lleven lo que resta de esta administración en recuperar su ingreso a niveles anteriores a los de la pandemia.
Pero no todas son malas noticias. Cuando Carlos Slim se recupere, podrá reconfortarse con el aumento de 7,800 millones de dólares en su fortuna reportado por Oxfam y ocurrido durante la catástrofe sanitaria. Hay consecuencias que se sufren desigualmente.