¿Quién pone la agenda?
La fijación mediática del sexenio fue AMLO. Y tan pronto se fue aquél, siguió Sheinbaum.
Esa saturación en las pantallas fertilizó el campo de la elección, mientras la oposición política se fue sumiendo en una crisis de imprevisible final.
Los colmilludos que gobiernan este país impusieron su discurso, a pesar de las investigaciones periodísticas que exhibieron atropellos, corrupción y desaseo en casi todos los procesos públicos.
La transformación tan cacareada no incluyó diálogo ni debate público con organizaciones que opinaron diferente. Sólo mítines para aplausos y selfies. Acaso la inauguración o clausura de alguna convención cupular, con discursos, pero sin intercambio de ideas.
Ahora, como hace seis años, en la cosa pública la campaña pasó al siguiente nivel. Puro lustre de poder. Nada de reunirse con rectores de universidades, ni colegios de profesionistas, ni asociaciones civiles, ni oenegés, ni con líderes buscapersonas. Mucho menos pactos ni concertaciones..¿Entrevistas exclusivas con medios? Para qué, si está La Mañanera… o La Jornada ("Vine a visitar mi periódico").
El diálogo del poder es con esa audiencia imaginaria que se desbordó en las urnas al mediar el año. Para los demás, ni ojos ni oídos. ¿Y cómo sirvió la prensa a sus audiencias con este marco?
¿Por qué es importante?
Es importante porque los medios y el periodismo son la última trinchera desde donde se puede contener la deriva autoritaria que asoma en los desplantes de la súper mayoría legislativa, la sinrazón para demoler los órganos autónomos y la precipitada remoción del Poder Judicial.
Medios y periodismo son importantes, además, si reflejan con imparcialidad los efectos que ese deterioro institucional arroje en una época que, en lo inmediato, luce incierta, por la incontrolable violencia interna y las repercusiones del regreso de Donald Trump apenas y comience 2025.
No bajar la guardia
Un balance de este año permite rescatar la fortaleza de las redacciones periodísticas basadas en la Ciudad de México que no bajaron la guardia, a pesar de estar bajo fuego del poder que le viene incómoda la crítica y la opinión diferente, queriendo definirlos alevosamente como adversarios políticos. Son medios profesionales, disciplinados, con experimentados directores, método y estructura formal, con plantilla de reporteros y analistas de carrera.
Aquí destacan empresas como El Universal, Reforma, Milenio y Proceso. David Aponte, Roberto Zamarripa, Óscar Cedillo y Jorge Carrasco, respectivamente, mantuvieron – a pesar de y gracias a sus consejos de administración – la identidad crítica que combinaron –ahí sí, muy a su manera– con una diversa variedad de fuentes en sus investigaciones y una abundante parrilla de opinión. Unos más repetitivos y menos plurales, otros más creativos y ampliando el abanico de ideas.
Animal Político, Latinus y Aristegui Noticias son el referente de investigación, crítica acérrima y persistente debate de ideas. Ahí, la identidad editorial de Daniel Moreno, Carlos Loret y Carmen Aristegui es nítida. Se pueden definir como aliados de la audiencia, cercanos a fuentes influyentes que pueden filtrar información que permite dudar de la honestidad de los políticos o confiando en la memoria para demostrar que muchas veces los tomadores de decisiones están dando vueltas en círculos.
En ellos ha de recaer la agenda que alerte a la sociedad de las repercusiones por la concentración de poder, la infiltración del crimen en la esfera pública y el estado del arreglo social interno para enfrentar los arrebatos del gobierno entrante en Estados Unidos. Un coctel para una dura crisis.
La otra crisis
Y cuán conveniente resulta que los medios especializados mantengan los ojos bien abiertos en los efectos del prolongado estancamiento económico mientras seguimos esperando la promesa del nearshoring. Ya lo están anticipando los datos duros en Arena Pública, con Samuel García al frente, como también El Economista, encabezado por Luis Miguel González, y El Financiero, presidido por Enrique Quintana. Pero hará falta bucear más en los datos y escribir los relatos del raquítico crecimiento con el que comienza 2025.
El fin de los medios profesionales es ponerse del lado de sus audiencias, escucharlas y darles un menú donde quepan ideas que construyan sobre la base de la investigación periodística y los relatos basados en datos.
La teoría nos indica que la audiencia pone la agenda, que los medios y sus herramientas de investigación son conducto para socializar el conocimiento y un mejor entendimiento sobre cómo están de salud las bases de una democracia. Esta audiencia también vota.