No me hables de Trump
¿Se puede pedir a los medios que miren a otra parte si la escena estará dominada este año por lo que digan, hagan o dejen de hacer, Claudia Sheinbaum y Donald Trump?
La respuesta es no, porque las acciones inmediatas de los gobiernos de México y de Estados Unidos, desde hoy y en adelante, cambiarán el rumbo de la vida de la población.
De hecho, se da por cierto que las primeras medidas que desde hoy dicte el gobernante estadounidense serán como una onda expansiva que se extienda por todo el orbe.
Entonces, ¿por qué sugerir que los medios miren hacia otra parte? No se trata de cerrar los ojos a cada acción de los gobernantes, sino de poner atención a dos aspectos básicos del periodismo. Uno, investigar los efectos que tengan en la sociedad las acciones del líder estadounidense y las reacciones de la mandataria mexicana. Reportear lo que ocasionan sus políticas; y, dos, sin hablar de uno o de la otra, darle voz a otros actores de la sociedad que, sin ser gobernantes, sus roles hacen parte del desarrollo de la comunidad, un papel que deben recuperar las universidades, centros de investigación y organizaciones no gubernamentales. Para estos días de tempestad, su trabajo sí que se va a necesitar. No me hables solo de Trump o de Sheinbaum, dime qué pasa alrededor.
¿Por qué es importante?
Porque el gobierno y sus líderes no son todo. Porque un periodismo que ponga a la sociedad como protagonista dará lugar a historias que pueden mover al gobierno en donde esa sociedad lo demanda, y no al revés.
Los políticos usan a la sociedad en el más amplio sentido de la palabra. Se sirven de ella. La llaman pueblo, ciudadanía, población. Cualquiera de esos nombres son el pivote de su discurso.
Y es importante, también, porque mirando el árbol en el bosque, los medios pueden distinguirse entre el coro de repetidos vivas y loas a los gobernantes.
La semana pasada vimos una estampa ilustrativa de la forma en cómo la planeación editorial de las redacciones de los principales medios fue doblegada por un discurso. Como hace 40 años, la mayoría de ellos amaneció el lunes con grandes titulares y fotos para enaltecer un discurso nacionalista con el que la Jefa del Ejecutivo puso el pecho a las balas que ya resonaban por la llegada inminente de Trump a la Casa Blanca.
Esta vez no vale la pena repetirlos ni hacer un vínculo que distraiga más al lector. Acaso como botón de muestra sirve un sumario del diario oficialista Excélsior. Ojo, no es La Jornada. En letras mayúsculas: EN LOS PRIMEROS 100 DÍAS DE SU GOBIERNO (cambio a letras minúsculas) la Presidenta destacó que el país es una nación viva, soberana, independiente, libre y democrática. Hasta aquí. Propaganda y periodismo de declaraciones.
El buen periodismo subsiste
Y qué mejor muestra para alimentar el optimismo que la investigación sobre la ruta que siguen los residuos de acero importados de Estados Unidos a una fábrica ubicada en el municipio de San Nicolás de los Garza, Nuevo León.
La historia de Erin McCormick (The Guardian US) y Verónica García de León (Quinto Elemento Lab), apoyada por el investigador en toxicología de la la UNAM, Martín Soto Jiménez, reportó cómo los altos niveles de contaminación de un proceso de reciclaje de acero son respirados por la población del Área Metropolitana de Monterrey.
Y aquí ocurrió lo dicho arriba. Fue una investigación periodística con una gran distribución que obligó al gobierno local y federal a actuar y cumplir su papel al clausurar la fábrica y verificar su actividad.
Es una historia que refresca la pertinencia del buen periodismo cuando se va más allá de reportar las sonoras declaraciones y se mira hacia otro lado. Cuando va primero la sociedad y después que sean los gobernantes a quienes toque actuar, que reporten al “pueblo” el resultado de sus acciones.
Historias como esas inspiran al buen periodismo.