El poder de la prensa
A la luz del más rudo enfrentamiento del que se tenga memoria entre los poderes constituidos en México, es pertinente calibrar si la prensa está cumpliendo su rol de ser el contrapoder que ayuda a sus audiencias a mirar los hechos con imparcialidad.
Y no es que sea sólo esa una tarea de la prensa comprometida con sus audiencias, pero sí le toca una parte de ella, no en balde alguna vez la bautizaron como el cuarto poder. La otra parte la deberían hacer las fuerzas dentro de los mismos poderes constituidos, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, además de instituciones independientes. Pero hoy las reglas de juego están rotas. Sin rubor, el nuevo régimen quiere aplastar cualquier resistencia.
¿Por qué es importante?
Porque sea cual sea el signo de poder político dominante, el periodismo tiene la tarea de tomar distancia de los intereses de legitimación que persigue un gobierno para que, desde ese lugar, muestre los dobleces donde se puedan ocultar fuerzas que impidan la pluralidad y la transparencia, y muestre el riesgo de que el régimen tome una deriva autoritaria.
Hoy no es gratuito toparse en conversaciones donde aparecen palabras como autoritarismo, supremacía, hegemonía o crisis constitucional, asociado todo a un régimen con remembranzas de aquel que dominó 70 años del siglo XX.
Así como en otra entrega dijimos que no es suficiente con contar los muertos cuando la prensa reporta la violencia en México, ahora también aplica esa premisa de que no es suficiente con reseñar cómo la presidenta y la mayoría legislativa buscan capturar al Poder Judicial mediante una reforma a contrarreloj con grandes retos operativos y todavía de consecuencias impredecibles.
Porque a la rudeza con la que arremeten contra la Suprema Corte corresponde un periodismo que insista en dimensionar la importancia que tiene precipitar su caída como institución que forma parte del arreglo institucional de contrapesos. La cuestión detrás de lo que todavía no se quiere llamar crisis constitucional es identificar los límites del poder cuando éste se escuda en el voto popular para justificar su supremacía.
A distancia del poder
Donde tocar la Constitución debiera ocupar manos tan cuidadosas como las de un cirujano experto ante previsibles graves consecuencias que tendrá para el tramado institucional, los propios medios están reseñando las limitaciones de organización, argumentación y diálogo en las cámaras.
Por ello, es valiosa la persistente crítica para que quede en la historia el momento en el que “Queda Zaldívar de juez y parte”, tal como lo sintetiza Reforma y exhibe las cuarteaduras éticas de todo ese revisionismo que al parecer está en manos de ese personaje que hacia el final de su carrera judicial se pasó al lado oscuro.
Con ese panorama, asombra la ausencia de crítica en el titular “Ya es ley” de la primera plana que La Jornada regaló a sus lectores (¿o con destino a alguien más en la imaginaria?) y que sella con su editorial que reza “...al fin se puede decir que la ley es la ley”.
Y en la misma línea de no conformarse con narrar los estropicios que dominan la política de estos días, sobresalen los esfuerzos que ayudan al entendimiento en medios concesionarios de televisión y radio. Un ejemplo es Referente de la Noche, un informativo de análisis que lidera Javier Solórzano para El Heraldo Televisión, donde con una producción austera consigue aterrizar a la audiencia las potenciales consecuencias de esta erosión institucional. Su agenda es de lo más actual y recomendable.
Otro modelo que ayuda al entendimiento es Tercer Grado, el programa semanal donde media docena de periodistas expertos debaten sus puntos de vista moderados por la ortodoxia del prestigioso René Delgado. En este caso sí con la poderosa producción de Televisa.
Lo que al fin queda es la tarea de los medios por demostrar su pertinencia en las horas donde se define una nueva e incierta configuración del poder en marcha en México y donde la audiencia, lectores y usuarios de las pantallas, encuentren claves que ayuden a la comprensión de la realidad.
Así que en esta lucha de poderes, en la prensa todavía respira ese espíritu de mostrarse como un contrapoder.
La intérprete del pueblo
Aunque la oficialmente llamada Mañanera del Pueblo tiene componentes nuevos en lo que hace a la obligación del gobierno de informar, el encuentro con la prensa está tomando un tono que nos desengaña de estar cambiando como ejercicio de rendición de cuentas.
La presidenta selecciona a personas que, en no pocos casos, leen preguntas con posicionamientos que abiertamente acusan por su nombre a periodistas críticos del régimen. Como ocurría hace poco más de un mes y como se caracterizó el sexenio anterior. Le ponen el balón a modo a Sheinbaum y la doctora ni se sonroja.
El martes de la semana pasada, Sheinbaum regresó en el tiempo y reprochó a la prensa por ser parte de lo que ella llama una campaña de la prensa en contra de la reforma judicial, diciendo que la gran mayoría del pueblo piensa distinto y aprovechó para revelar su entendimiento de la objetividad en la prensa:
“Si fueran objetivos, lo que harían sería balancear. Tener el mismo número de personas de las que hablan a favor que las que hablan en contra de un tema tan profundo y tan importante como la reforma al Poder Judicial”. Así de simple. El mundo en blanco y negro.