Audiencia crítica
Los usuarios, y más aún, quienes pagan una suscripción, reflejan lo que significa el medio de su preferencia. Su lealtad es tan valiosa como el patrocinio de los anunciantes. La convergencia exitosa de ambas –audiencia y publicidad– da sentido y viabilidad a las empresas de medios.
¿Qué provoca esa preferencia y ese engagement con la oferta de contenidos? La respuesta más precisa la tienen los equipos de data y análisis de las compañías. Con su interpretación se diseñan nuevos productos, se ajustan o cierran otros, y se crean campañas de lealtad y paquetes publicitarios. Pero, ¿cómo explicar los “diálogos” de los usuarios que comentan las noticias en los sitios de los diarios y sus aplicaciones? Abundan expresiones semejantes a la ira que cunde en redes sociales.
Conviene detenerse en este tema por la rudeza del lenguaje que dominan las interacciones entre usuarios que escriben debajo de las noticias. Sus comentarios, sean de política o de futbol, en poco contribuyen a una comunicación que enriquezca el debate y exhiben al suscriptor detrás de cada cuenta.
¿Por qué es importante?
No se trata de proponer normas que obliguen a nadie a usar el lenguaje con pulcritud y decencia en las redes sociales y en los espacios para comentarios del lector, pero sí de poner sobre la mesa la pregunta sobre en cuánto contribuyen al entendimiento esa creciente ola de insultos y agravios verbales.
Los medios en México habrán tomado nota de los argumentos esgrimidos por tres marcas que retiraron el patrocinio al reality show La Casa de los Famosos. En líneas resumidas, Unilever, Rexona y Holanda, le quitaron su respaldo porque los mensajes que se emiten en el programa no se alinean con los valores de las compañías relativos al respeto a las personas y a la sociedad.
Es importante porque en los chats que se abren debajo de noticias y columnas de opinión, precisamente se arroja una gran cantidad de insultos a personas que son noticia, a fuentes de información y a analistas.
¿Vale la pena sostener esa apertura? ¿Qué hay de las audiencias que siguen esos programas, o de los suscriptores que usan los espacios de interacción? ¿Cómo construir una comunicación de ida y vuelta que eleve el nivel del diálogo y no termine siendo un muro para el desahogo de frustraciones? Está claro que en las redes sociales no hay modo, pero algo podrían hacer por una audiencia crítica los medios establecidos en su apartado de opinión o en las noticias del día.
Lo mejor que pudiera ocurrir es que sólo sean mensajes de intercambio entre los mismos suscriptores que están detrás de cada cuenta (cuando son por suscripción), pero visto su nivel, por qué habría de valer la pena mantener abiertos estos espacios.
En otras entregas, El Fin de los Medios ha incluido ejemplos. No será el caso ahora, aunque quien no lo haya advertido, es suficiente con que vaya a las notas del viernes pasado relativas al envío de la reforma judicial de la Cámara de Diputados al Ejecutivo para su publicación en el Diario Oficial de la Federación.
“Para reflexionar, criticar, o debatir, no es necesario utilizar lenguaje que denote violencia, palabras altisonantes, amenazas, discriminación de cualquier tipo o que lesione derechos de terceros”, reza la encomiable segunda regla del reglamento para participar en los chats del Grupo Reforma. Pero su exhorto termina siendo casi como un llamado a la mesura del senador Fernández Noroña al senador Salgado Macedonio.
Sin leyes o con reglamentos ineficaces, bien harían los medios en establecer y hacer valer reglas de interacción en sus portales, disponer de una defensoría de las audiencias, donde además de ayudar a la curaduría de los comentarios, incluyan áreas de respuesta rápida a lectores y suscriptores que, al final del día, puedan recoger ideas que detonen nuevos productos.