La Jornada cumple 40. Lo que se perdió
"De los anales de los medios"
Hace exactamente cuarenta años, México fue testigo del nacimiento de un periódico de izquierda que resultaría notablemente influyente y duradero: La Jornada.
No fue el primero. El Popular, lanzado por Vicente Lombardo Toledano en 1938, fue un fuerte portavoz de la Confederación de Trabajadores de México, pero perdió impacto durante la era de Alemán. Cerró en 1961.
El Día tomó su lugar en 1962 y durante seis años fue el referente de la izquierda capitalina. Pero, en 1968, el director fundador Enrique Ramírez y Ramírez cedió a las presiones de Díaz Ordaz y puso sus páginas en contra del movimiento estudiantil.
Ese año, Julio Scherer asumió el cargo de Excélsior, dirigiendo el diario conservador hacia la izquierda, pero resultó un diario crítico a medias. Es más, en 1976, Echeverría orquestó el desalojo de Scherer y 200 simpatizantes se marcharon con él.
Un producto de la “diáspora” de Excésior fue Unomásuno (1977), el mejor periódico izquierdista hasta el momento, encabezado por Manuel Becerra Acosta. Pero Becerra resultó ser un jefe poco confiable y, bajo presión financiera, suavizó la postura del periódico hacia De la Madrid. En 1983, decenas de periodistas renunciaron.
Esos autoexiliados lanzaron La Jornada el 19 de septiembre de 1984. Pero como sostengo en la edición de septiembre de Nexos, su plan de negocios era ingenuo y rápidamente se vieron obligados, como todos sus antepasados, a buscar la publicidad oficial. Esa dependencia se hacía evidente cada 2 de septiembre, cuando en primera plana se publicaba un artículo halagador sobre el informe presidencial.
No obstante, el director general Carlos Payán demostró ser capaz de lograr el equilibrio entre obtener el apoyo del gobierno y mantener a La Jornada mayoritariamente crítica. La cobertura incomparable de las explosiones de San Juanico de 1984, el terremoto de 1985, el escándalo futbolístico de los “cachirules” de 1988, las fraudulentas elecciones para gobernador de 1991 y el levantamiento zapatista de 1994 establecieron a La Jornada como una fuente de noticias indispensable, no sólo para los lectores izquierdistas, sino para cualquier mexicano que quería saber lo que realmente pasaba.
Sin embargo, La Jornada no pudo conservar ni la excelencia periodística, ni el pluralismo, ni el número de lectores de su primera década. Sus mejores escritores partieron, entre ellos Miguel Ángel Granados Chapa en 1992, Sergio Aguayo en 1996 y Carlos Monsiváis en 2001, en los dos primeros casos por el liderazgo cada vez más autocrático de Payán, y en el tercero por la estridencia ideológica de la sucesora de Payán, Carmen Lira.
Los lectores se fueron porque encontraron un mayor pluralismo y un tono más acorde con los tiempos en otros periódicos: Reforma (donde se establecieron Granados Chapa y Aguayo), un renovado El Universal (el nuevo hogar de Monsiváis) y Milenio. Durante la tercera década de La Jornada, más lectores comenzaron a buscar alternativas críticas en línea: SDP Noticias, Animal Político, Sin Embargo, Aristegui Noticias.
Mientras tanto, La Jornada se vio minada por la mala gestión financiera, el resentimiento dentro de la redacción contra los veteranos que aparentemente se autoenriquecían, una huelga de empleados en 2017 y la vergüenza de que un Peña Nieto sonriente apareciera regularmente en la portada -el costo de una creciente necesidad de publicidad oficial-. La salida de los anunciantes privados y la negligencia del sitio web agravaron esa necesidad.
La victoria de López Obrador en 2018 pareció salvar a La Jornada. Su triunfo finalmente puso al periódico en sintonía con el ánimo del público. Mientras que casi todos los demás medios noticiosos experimentaron una fuerte caída en la publicidad oficial, La Jornada fue muy favorecida. Sólo Televisa y TV Azteca recibieron más; de hecho, debido a un distanciamiento entre López Obrador y Salinas Pliego, para 2023 la suma acumulada otorgada al periódico -1,300 millones de pesos- superó la de Azteca, según el boletín Economicón.
¿Vale la pena? Por la suma que cuesta construir un hospital promedio del IMSS, los contribuyentes mexicanos han financiado un periódico cuya portada sólo elogia la 4T. Sólo unas cuantas columnas críticas impiden que La Jornada sea un órgano de propaganda total, como el Granma de Cuba. Sin embargo, los periódicos de izquierda en otros lugares –El País en España, The Guardian en el Reino Unido– rutinariamente piden cuentas a los gobiernos de izquierda.
México necesita una voz diaria fuerte para interpretar las noticias según la izquierda, ser un foro de debate dentro de la izquierda y cuestionar el poder desde la perspectiva de la izquierda. Anhelamos el regreso del periódico que fue La Jornada, durante su primera década.