El camino al infierno
Al leer el título de esta columna se podría hacer referencia a una multiplicidad de acontecimientos recientes.
Podría ser al desafortunado accidente que -otra vez- ocurrió como consecuencia de un tráiler sin frenos que acabó con la vida de nueve personas en la carretera México-Puebla. También podría hacer referencia a la incertidumbre jurídica con la que el inversionista internacional observa a nuestro país como candidato receptor de flujos de capitales.
Una creciente incertidumbre que, como lo reportó inversiones Franklin Templeton, ha provocado en este año la salida de inversiones por 266 mil millones de pesos.
El título bien podría aludir al tenebroso fin de año que espera a los hogares mexicanos, ante el reporte sobre el cierre de la inflación de octubre, el cual fue de 0.84%, su alza más grande en 23 años. Pero, en otro sentido, sería más apropiado considerar que el título se debe a la ola de violencia que se desata en el paraíso turístico de México, Quintana Roo. Específicamente, tras los eventos de Tulum y Puerto Morelos que ejemplifican la batalla por la plaza que libran al menos cuatro organizaciones criminales.
Le propongo, en cambio, considerar la frase “El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”. Y esto surge respecto al presidio que ocupó México ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
Ante esa oportunidad, el presidente de México comentó que “Sería hipócrita ignorar que el principal problema del planeta es la corrupción en todas sus dimensiones […]” También refirió que “[…] sería insensato omitir que la corrupción es la causa principal de la desigualdad, de la pobreza, de la frustración, de la violencia, de la migración y de graves conflictos sociales”. Adicionalmente, sostuvo que “la solución de fondo […] es acabar con el desempleo, favorecer la incorporación de jóvenes al trabajo y estudio, evitar la desintegración familiar, la descomposición social y la pérdida de valores culturales y morales.”
No fue sorpresivo el mensaje propuesto por el presidente en Nueva York. Después de todo, dos de las banderas que representan con mayor fidelidad la lucha que ha sostenido por un par de décadas como plataforma política son la lucha contra la corrupción y “primero los pobres”. Su propuesta de crear un Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar está sustentada en ideales soportados en el rechazo a un modelo económico que, según él, ha incrementado las desigualdades y ha promovido la injustica y la falta de paz.
Rusia, a través de su representante en el Consejo, desestimó el vehículo planteado por López Obrador en virtud de que el desarrollo no necesariamente conduce a la paz, y viceversa. Adicionalmente, hizo notar al presidente que los objetivos de su proposición difícilmente podrían ser alcanzados a través del Consejo de Seguridad.
En repetidas ocasiones se ha desestimado al titular del Ejecutivo por comandar una narrativa de división en la sociedad mexicana. Pero nadie podría presentar un argumento robusto para desechar la relevancia de la batalla que sometió como un reto global: erradicar la corrupción y la pobreza.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible 1, 10 y 16 están enmarcados en el discurso del presidente en Naciones Unidas. Y esta misma organización ha señalado que es indispensable acabar con la corrupción como condición necesaria para lograr un desarrollo sostenible. El mismo Foro Económico Mundial ha estimado que el impacto de la corrupción se sitúa alrededor del 5 por ciento del producto interno bruto global.
Sin embargo, no hay evidencia alguna que respalde el planteamiento del titular del Ejecutivo. Además, al menos para el caso de nuestro país, lo que sí existe es evidencia de que su ejercicio de gobierno ha conducido al incremento de los niveles de pobreza en el país y si bien no estamos en una hecatombe social, la ola de violencia que afecta al país es más saliente de lo que había sido en sexenios pasados. En cuanto a corrupción, salvo por casos mediáticos como el recién ingreso de Emilio Lozoya al Reclusorio Norte, existe una larga lista de casos no resueltos.
Lo que dijo el presidente en Nueva York no son más que buenas intenciones; un camino al infierno.