Estas elecciones fueron muy fáciles para los encuestadores
Hacer encuestas “es más un arte, que una ciencia”, atestigua César Ortega de la Roquette, a quien después de tener más de 30 años en el mundo de la investigación de mercados y encuestas no hay forma de refutarle.
Ortega fue pionero en llevar los resultados de encuestas de opinión pública a la radio y actualmente preside el grupo OdelaRoquette, una plataforma en investigación mercadológica; en paralelo, también dirige el comité de estudios de encuestas electorales de la AMAI.
Pero hacer arte durante las campañas presidenciales de 2018 fue muy sencillo, asegura Ortega. “¡Hombre!, nos la pusieron fácil” exclama casi ofendido por la claridad que existió en las tendencias de preferencia de voto, que colocaban a López Obrador muy por encima de sus competidores.
Aún así, en 2018 la desconfianza en los resultados de encuestas fue palpable en la gente, a la que César Ortega entiende, señalando que después de que los medios metieron en una misma bolsa a todos los ejercicios de medición -fuesen o no encuestas- resultaba de lo más normal que la población dijera: “yo no le creo a las encuestas”.
Los resultados del 1 de julio le dieron la razón a Ortega, y a las casas encuestadoras que siguieron el método necesario para obtener una medición de la opinión pública precisa.
En esta entrevista, Arena Pública hace un repaso con ayuda de César Ortega de lo que sucedió -y también de lo que no- en las campañas electorales con las encuestas presidenciales.
¿Cuál es tu percepción general sobre el rol de las encuestas, que tuvieron resultados casi perfectos, y lo que ocurrió con las elecciones el 1 de julio?
Vamos a hablar de encuestas, porque se estuvieron publicando muchas cosas que no son encuestas –y si quieres luego entramos a ese tema-. A qué me refiero con encuestas: A todos aquellos ejercicios demoscópicos que se hicieron con un fundamento científico sólido, es decir, que estaban basados en prácticas estadísticas comúnmente aceptadas para la realización de este tipo de ejercicios.
De entrada no vamos a hablar de entrevistas de Facebook, no vamos a hablar de entrevistas en Twitter, no vamos a hablar de entrevistas telefónicas, ¡vamos a hablar de encuestas!; encuestas que se realizaron con base a estos procedimientos, que parten de un marco muestral conocido donde los elementos de la muestra tienen una probabilidad conocida de ser seleccionados -aunque no sea la misma- y por lo tanto los resultados son expandibles al universo, son representativos. De esas encuestas voy a hablar.
¿Qué te puedo decir? Que construyeron la narrativa –adecuada- a lo largo de todo el proceso, y la manera de verificar esto es precisamente con base en el resultado de la elección.
Si tu observas cuál fue la tendencia que en las preferencias electorales fueron… reflejando las encuestas respecto –precisamente- de la intención de voto de la gente y la comparas contra el voto efectivo, que se llevó a cabo el 1 de julio, pues observas que esa narrativa en donde se veía con mucha claridad que había… un claro puntero y que venía seguido, muy de lejos, por otros dos contendientes, pues esa narrativa fue la que dominó la elección.
Se conoció gracias a las encuestas, no por otra razón, y en virtud de eso creo que la ciudadanía estuvo bien informada de lo que estaba pasando; aunque hubo intentos para desinformarla, pero… hablando estrictamente de las encuestas: pienso que reflejaron muy bien que Andrés Manuel López Obrador tenía la gran mayoría de las simpatías a su favor, la preferencia del ciudadano; Ricardo Anaya, en un lejano segundo lugar y, José Antonio Meade, en un tercer lugar. Y eso estaba clarísimo si tú revisas las encuestas.
Desde 2006 y 2012 las encuestas venían con un desprestigio público. ¿Cuál fue el elemento que cambió en 2018, que hizo que tengamos una nueva narrativa como la que estás describiendo?
Creo que fueron un par de cosas. Sin duda, la problemática de las encuestas tanto en México como en otros países obligó al gremio, demoscópico en México, a revisar sus prácticas.
Vivimos en un país en donde no es muy sencillo ya, acceder a las personas; hay lugares donde el acceso es muy complicado para cualquier cosa -y sin duda para hacer encuestas también-; la gente, nos hemos vuelto un poco más desconfiados. Sí, en algunos ejercicios se detectó que la gente decía una cosa y actuaba de otra manera, es decir, no necesariamente el cuestionario estaba captando de manera correcta la verdadera intención. Entonces, el gremio de la demoscopia ha aprendido de estos ejercicios, y se han afinado métodos y técnicas para maximizar la probabilidad de que la persona que te está contestando y te dice que va a votar por el partido ‘A’, efectivamente lo vaya a hacer.
Cada empresa encuestadora “mata las pulgas” de distinta manera, algunas a lo mejor no hacen nada de esto, otras hilan un poquito más fino y buscan validar que la intención de voto manifiesta sea efectivamente una intención de voto con alta probabilidad de llevarse a cabo; así como la no respuesta. Hay mucha gente que no te responde -los mal llamados indecisos- y hay mucha gente que sí sabe por quién va a votar, y hay una manera más o menos de mirar si esta personas es realmente alguien que no va a votar, o alguien que va a votar y efectivamente no sabe por quién va a votar, o no te quiere decir.
Se pueden ir modelando este tipo de cuestiones; es más un arte, que una ciencia; y ese tipo de procedimientos pues se tienen que ajustar de elección a elección, dependiendo de las coyunturas que prevalecen en la campaña que se está midiendo.
Mira le entrevista completa con César Ortega en video.
La desconfianza a las encuestas no es exclusivo de México, lo vimos en el Brexit y en las elecciones de EU. ¿Cuál es tu apreciación sobre la población mexicana a la que tú encuestas de manera regular en esta materia?
Ciertamente había razones válidas para desconfiar de las encuestas y razones no validas o inducidas para desconfiar de las encuestas. Las razones válidas son las que mencionas, los hierros que tuvo la industria con el Brexit -que no era una elección propiamente dicha-, pero eso generó mucho ruido a nivel mundial y el gremio pagó, justamente, las consecuencias.
En el caso de Trump, no estaría tan seguro, porque las encuestas acertaron en medir correctamente el voto popular; lo que fallaron fueron los modelos que estaban calculando cómo quedaría la composición del colegio electoral –porque allá se vota de una manera diferente-. Pero si tú ves los ejercicios demoscópicos que midieron el voto popular, contra el resultado de la elección, lo hicieron impecablemente.
En México la sociedad, ciertamente es cambiante, pero yo creo que respecto a esta elección -y debo decir también, ¡hombre!, nos la pusieron fácil-. Una elección que viene tan abierta es mucho más fácil de medir a través de encuestas, que una elección, por ejemplo, como la del 2006 -que se midió bien-; se detectó la competencia, se traslapaban los intervalos de confianza, pero bueno… una elección que viene tan abierta, pues no debió de haber hecho tanto ruido en relación con el tema de las encuestas.
Hubo muchas pseudo encuestas, sondeos de opinión, mezcladas con encuestas -de verdad- en medios de comunicación, que confundían al ciudadano. ¿Qué tenemos que hacer de manera legal o institucional para que evitar este tipo de cosas?
No favorezco mucho la regulación, ni que se prohíban hacer cosas porque ocurran este tipo de situaciones desafortunadas. Yo lo creo es que hay una corresponsabilidad –natural- en procesos electorales entre los encuestadores y los medios de comunicación: Los encuestadores, los periodistas, los reporteros, quienes comunican las encuestas.
Nosotros en el gremio siempre hemos dicho que las encuestas deben de seguir, dentro de los medios, un protocolo muy estricto de ética periodística. Tú no puedes -en cualquier otra nota que estés publicando-, no verificar que lo que estás diciendo sea cierto. En el caso de las encuestas no pasa eso; en el caso de las encuestas, muchos comunicadores se van con la finta y creen que es lo mismo hacer una encuesta en Facebook, que hacer una encuesta correctamente -como se deben de llevar a cabo- para medir preferencias del electorado. Es decir, una encuesta representativa -que nos guste o no-, tiene que ser una encuesta en hogares para poder encontrar a la gente.
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En la medida en que los medios de comunicación, los líderes de opinión, los periodistas, los columnistas, no estén conscientes de que no es lo mismo un sondeo de opinión que una encuesta; va a seguir prevaleciendo este territorio gris, que es aprovechado por los cuartos de guerra de los candidatos para confundir, para generar corrientes de opinión en contra de una narrativa. Y esta motivación, es de aquellos candidatos a los que las encuestas no les están favoreciendo.
¿Lo dices porque has encontrado estos casos en la ética de los periodistas en relación con las encuestas?
Hacer una acusación respecto de la ética, me parece muy violento. Yo apelaría a un desconocimiento del método. No puedo decir que estén faltando a la ética. Lo que pienso es que les está faltando un conocimiento profundo y, valorar –realmente- lo que es dar los resultados de una encuesta, porque una encuesta falsa son fake news -tal cual- como cualquier otra noticia falsa que se difunde mal intencionada o por ignorancia.
Esta elección se vieron notas de ocho columnas en periódicos, que circulan en la capital, con encuestas, sondeos en redes sociales -o lo donde sea-, pero puestas de ocho columnas dando preferencias de voto; como si esas “encuestas” fueran válidas metodológicamente.
Efectivamente, eso paso y es muy lamentable. Nosotros hacemos -y lo hemos hecho siempre- desde la AMAI, un exhorto a los medios de comunicación para que estos temas se tomen con la seriedad que ameritan, y no revolver peras con manzanas.
¿Vamos a hablar de encuestas?, ok, ¡vamos a hablar de encuestas! La tarea está hecha, hay una norma, hay un criterio en este país… en la ley, hay una normatividad que se debe de cumplir -que establece el Instituto Nacional Electoral- en lo que se refiere a la elaboración y publicación de encuestas de preferencias electorales; ahí está.
Cualquier mesa de redacción, cualquier editor puede decir: “oye, vamos a revisar que esta encuesta esté bien hecha”; y si no, entonces a lo mejor nosotros decimos: “pues ya será responsabilidad de cada medio sacarla o no sacarla”. Pero se tiene que advertir: “esta encuesta no está realizada conforme a criterios científicos y ahí les van los datos” o “esta encuesta, sí es una encuesta, esta sí cumple con la normatividad vigente y ahí les van los datos”.
Pero si tú haces este tipo de ejercicios en redes sociales y los comparas con los resultados de encuestas, pues qué empezamos a mirar en esta campaña: señales contradictorias en relación con tendencias, y con quién iba en segundo lugar, por ejemplo.
¡Caray! Yo entiendo la frustración de la gente y que a todos estos ejercicios los metan en una misma bolsa y digan “yo no le creo a las encuestas”.
Al final del día; a las encuestas más que creerles, hay que entenderlas; y creo que hay una labor –insisto- mutua, entre casas encuestadoras, nuestro gremio y los medios de comunicación para educar a la gente a leerlas.
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Y esto tiene que comenzar en buena medida a partir de los medios de comunicación, es decir, la gente que asume la responsabilidad de difundir los resultados de una encuesta, tiene que tener criterios que le permitan discriminar un ejercicio que tiene bases científicas, de uno que no lo tiene; por que incluso un ejercicio bien hecho con bases científicas puede tener errores: ¡lo sabemos! Se trabaja con estadística, no se trabaja con cálculos matemáticos precisos, como si fuéramos a poner un satélite en órbita, estamos midiendo comportamiento humano. Eso es complejo.
Por eso se habla de intervalos de confianza, se habla de probabilidades y eso es importante que sea más del dominio público, de lo que es actualmente.
¿Cuál ha sido tu experiencia con los medios de comunicación como experto en encuestas?
La que tuve hace muchos años en mi colaboración -porque fui pionero en la radio-, formé parte del equipo de Pedro Ferriz de Con desde los noventa; fuimos los primeros en dar encuestas de opinión pública en la radio. Y mi experiencia dentro ese espacio -que ha sido el único que yo he tenido- fue buena, había un respeto por el trabajo que nosotros hacíamos.
La impresión que tengo actualmente es que, los medios no necesariamente ven con buenos ojos esto que yo estoy diciendo ahora. Y creo que es un lugar hacia donde tenemos que avanzar -si queremos que la difusión de encuestas de preferencias electorales, alcance estándares de calidad como la difusión de cualquier otra noticia-.
Creo que se debe de reflexionar -ya, ex post- ya que pasaron las elecciones, sobre cuál es el rol que tienen las encuestas; y que no es otro más que informar a la ciudadanía de lo que está ocurriendo en la carrera de caballos. Hay mucho más que se le pude sacar, pero al final del día es sobre la carrera de caballos que te está reflejando: qué campaña está teniendo éxito y qué campaña no lo está teniendo; pero por lo que implica, tienen que ser ejercicios sólidos, bien hechos, con sustento.
¿Eres optimista respecto a que ocurran cosas puntuales, precisas, dentro de los medios de comunicación después de la experiencia de esta elección?
Quizá un poco más optimista que antes sí, porque creo que las experiencias de quienes confiaron en ejercicios no apegados a los protocolos científicos existentes, fueron malas; entonces, no necesariamente quienes estuvieron arriesgando lo van a volver a hacer con esa facilidad.
En la medida en la que se comprenda que se trata de servir a la gente con esta información, y no con el interés de manipular a los votantes usando las encuestas como propaganda, pues en esa misma medida los medios pueden - y tienen- un área de oportunidad enorme hacia donde moverse.
El uso propagandístico de las encuestas hace mucho daño y en esta elección fue tremendo, porque además, “pa’ qué tanto brinco estando el suelo tan parejo”. En ningún momento se cruzaron la líneas, las distancias entre el primero y segundo lugar fueron gigantescas, la coincidencia de las encuestas era muy, muy importante. ¡Claro!, si analizas intervalos de confianza, en fin… había situaciones ahí, naturalmente divergentes, -y subrayo naturalmente divergentes- que las explica el mismo método.
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Creo que la discusión alrededor de toda esta campaña, toda la cantidad de ataques que sufrió el gremio en redes sociales y -no en pocas- columnas de medios de comunicación, puso en evidencia que las intenciones no eran particularmente buenas. No se estaba criticando honestamente el trabajo de los encuestadores, se estaba combatiendo la narrativa que estaban, las encuestas, construyendo.
Me quedo con que hay una tarea no hecha del lado de los medios de comunicación y que tendrá que hacerse, sobre todo en la parte de la ética periodística, que creo es fundamental para crear esa confianza de la que estamos hablando.
Creo que sí.