Bitcoin sí es dinero… pero falta el valor de la confianza
En la primera temporada de Better call Saul (serie exclusiva de Netflix), uno de los personajes con negocios petroleros busca secesionarse de Estados Unidos, para lo cual ofrece un millón de dólares al abogado, James McGill, para iniciar el juicio en contra del gobierno federal.
La sorpresa de McGill es que el millón de dólares se compone de billetes con la cara impresa del propio secesionista como presidente de su territorio, por lo que, evidentemente, el caso es rechazado por el protagonista.
Aunque ficticio, el caso anterior ilustra el hecho de que nadie aceptaría el uso de cualquier bien u objeto como dinero corriente cuando no está avalado por algún gobierno, institución o el resto de la sociedad que nos garantice que será aceptado para nuevas operaciones; así nos sea entregado en cantidades estratosféricas.
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Sin embargo, las criptomonedas que carecen de algún respaldo como el oro u otra moneda de curso, han atraído la atención de consumidores e inversionistas como una forma de dinero virtual que ofrece ventajas, sobre todo, el estar aparentemente alejada de la influencia gubernamental.
Por un lado, las criptomonedas se han ganado el favor de los libertarios que ven en su emisión una manera de evadir las instituciones gubernamentales con la promesa de que serán simples observadoras; por su parte, los inversionistas de alto riesgo aprovechan la atención actual en estos activos para obtener rentas rápidas provocadas por la volatilidad de su valor.
También se pueden encontrar los curiosos habituales que buscan experimentar y conocer eso de lo que todos hablan.
El hecho de que el Bitcoin no cuente con el respaldo de una institución genera desconfianza.
Aunque todavía no son aceptadas por ningún gobierno como moneda de curso legal, es decir, aceptadas como medio de pago para liquidar obligaciones o pagar impuestos, se ha consolidado un ecosistema alrededor de su operación, desde casas de inversión, fondos de capital, comercios (incluídos productos y servicios ilegales), empresas dedicadas a su “extracción” o minería, hasta su uso más simple como transacciones entre usuarios (Peer-to-Peer, P2P).
Sin embargo, se mantiene la pregunta de si las criptomonedas como Bitcoin se consideran dinero y, sobre todo, si podrían funcionar como tal en las próximas décadas.
Las criptomonedas y su actuación como dinero corriente
No existe una definición rígida de dinero, ya que éste puede asumir diferentes formas según las estructuras sociales y económicas donde se desarrolla. “El dinero es un fenómeno social como cualquier otra categoría económica. Su existencia y la forma que asume reflejan la estructura social y económica dentro de la que se usa”, afirma el economista Laurence Harris.
Básicamente, se considera que para que un bien asuma la función de dinero debe actuar como medio de pago, unidad de cuenta y almacén de valor.
Si se consideran estos tres elementos, Bitcoin (aunque no necesariamente todas las criptomonedas) cumple con la definición, no sin ciertas dificultades o con cuestiones no del todo resueltas por el sistema.
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Bitcoin actúa como medio de cambio, porque existen comerciantes en línea que aceptan la moneda para la adquisición de bienes y servicios, posibilidad de transacciones P2P y la compra de divisas.
Sin embargo, en los últimos meses se ha enfrentado a ciertas dificultades, tales como algunos comercios que dejarían de aceptar bitcoins, incluídos el sitio de videojuegos Steam o la plataforma de pagos Stripe, incluso la propia Conferencia Bitcoin Norteamericana dejó de aceptar bitcoins para la compra de boletos “debido a la congestión de la red y el procesamiento manual”.
Otros comerciantes como Expedia, que afirman recibir bitcoins, en realidad enlazan la cuenta de Coinbase del usuario que, por su parte, paga en dólares a Expedia.
Además, las criptomonedas han sido fuertemente cuestionadas por facilitar transacciones de bienes y servicios ilegales en la llamada “dark web”, incluidos pagos de rescate en casos de ransomware, aprovechados por los hackers gracias a que difícilmente pueden ser rastreados.
Las criptomonedas también funcionan como unidad de cuenta, porque se puede expresar el valor de bienes y servicios dentro del ecosistema con base en un número de criptomonedas, sumado a la ventaja de que al ser digitales, divisibles hasta 8 decimales, dan la posibilidad de expresar valor de prácticamente cualquier unidad de mercancía.
Sin embargo, su alta volatilidad y el hecho de que en el caso de Bitcoin tiene un límite de existencia de 21 millones, provoca dificultades para determinar precios estables.
Tan solo en un mes Bitcoin perdió 41 por ciento de su valor, si se considera el valor máximo registrado el 16 de diciembre de 2017 cuando llegó a 19 mil 343 dólares, contra su valor exactamente un mes después en 11 mil 348 dólares.
Hasta el 26 de enero, cuando cotizaba en 10 mil 990 dólares, el Bitcoin se ha depreciado 43 por ciento desde su punto máximo.
Finalmente, las criptomonedas funcionan como almacén de valor, cuentan con la ventaja de no desgastarse o caducar con el tiempo, no están limitadas a una frontera física y la tecnología del blockchain da seguridad sobre la propiedad de los activos. Aunque también existen cuestionamientos respecto de este último supuesto.
Algunos analistas, incluido el premio Nóbel de Economía, Paul Krugman, consideran que la capacidad de las criptomonedas como almacén de valor es uno de sus puntos más débiles.
Entre los factores que cuestionan su valor, podemos incluir nuevamente su alta volatilidad observada en el último año, el ser un bien sin ningún otro uso o valor intrínseco (como el oro), sin ningún respaldo institucional, y que hasta ahora parece que su valor depende únicamente de una burbuja de demanda.
Adicionalmente, el hecho de que una parte importante de las transacciones en criptomonedas se realiza por los usuarios como un puente para el intercambio de diferentes divisas (por ejemplo, euro-bitcoin-dólar, o el caso de Expedia), con la intención de evadir tarifas o impuestos, podría ser reflejo del poco atractivo de las criptomonedas como un activo de inversión estable y a largo plazo.
El futuro del dinero en forma virtual
Aunque el Bitcoin cumple con los principios básicos del dinero, aún quedan múltiples dudas sobre sus beneficios y, sobre todo, su papel como dinero socialmente aceptado.
No hay que olvidar que el sistema monetario actual se basa en el llamado dinero fiduciario, esto es, dinero que tampoco tiene ningún respaldo de valor físico y su aceptación se sustenta únicamente en la confianza de la comunidad.
La comunidad de Bitcoin crece, pero quizás no lo suficiente para inspirar tal confianza.
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Asimismo, se enfrenta a la estructura económica actual compuesta por instituciones hacendarias y bancos centrales que tienen la autoridad sobre el flujo monetario.
La política monetaria ha sido una de las herramientas fundamentales de los gobiernos para estimular el crecimiento económico, controlar precios, estimular ahorro o inversiones o hasta ganar competitividad internacional. Dejar esta política en manos de una red de computadoras no parece ofrecer aún la mejor alternativa, sin conocer del todo sus efectos económicos.
Por ejemplo, ¿qué pasaría si el minado de criptomonedas se acelera más allá del crecimiento de la red (o viceversa), como el caso de Dogecoin?
Aunque se afirma que la propia red es a prueba de inflación (de hecho, tiende a la deflación) al considerar una demanda esperada por monedas, qué pasará si su demanda disminuye, ¿se destruirán monedas para mantener la estabilidad?
Asimismo, algunas promesas y expectativas de la red no parecen cumplirse del todo para el ecosistema. Por un lado, aunque se pensó como una red descentralizada, lo cierto es que pareciera ser que la red tiende a la concentración y centralización, especialmente de la infraestructura necesaria para su mantenimiento.
Coinbase tiene más de 13 millones de cuentas de dueños de criptomonedas. Los datos, según un reporte del The New York Times, sugieren que 94 por ciento de la riqueza de Bitcoin está en manos de hombres y algunos estiman que 95 por ciento de la riqueza la tiene sólo 4 por ciento de todos los dueños de criptomonedas.
Adicionalmente, no es una plataforma que pueda en estos momentos estar al alcance de todos, ya que existe y se incrementa el costo por la minería y las transacciones de bitcoins y que, según Stripe, el costo de confirmar un pago llega a ser tan caro “como una transferencia bancaria”.
Al 22 de diciembre de 2016, fecha cercana a su precio máximo en el mercado, las tarifas por transacción de Bitcoin se habían elevado hasta 54 dólares, desde menos de 50 centavos un año antes.
I sent $25 of Bitcoin from one address (in Coinbase) to another (Kraken).
— Kristian Freeman (@imkmf) 8 de diciembre de 2017
- $25 sent
- $16 fee
- $41 total
40% of the total transaction in fees.
unbelievable
Lo anterior podría representar un costo social importante, incluido el hecho de que cada día se requiere de mayor poder computacional para resolver las transacciones realizadas, lo que incluye un alto costo energético. El hambre de capacidad de la red de criptomonedas ya logró provocar la escasez de tarjetas gráficas para videojuegos en PC, por ejemplo.
Aunque el futuro de las criptomonedas como dinero corriente aún se ve borroso, lo cierto es que la tecnología detrás de su existencia, el blockchain, comienza a verse como una tecnología que podría revolucionar múltiples sectores, desde salud para hacer más eficientes los registros médicos, preservar los derechos de patentes o hacer más eficientes los pagos electrónicos.
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