Libro del mes: Ugo Pipitone, Un eterno comienzo

“El tema es aquí la alternancia de confianza y frustración en los ciclos presidenciales…” Así empieza Ugo Pipitone su análisis de la política mexicana desde los años 1940.
Según este veterano historiador, es una trayectoria distinguida por “instituciones de mala calidad y una aguda segmentación social”, y por una tendencia general de promesas no cumplidas.
De allí, su título: Un eterno comienzo: La trampa circular del desarrollo mexicano (Taurus). Los presidentes han tendido a lanzar proyectos retóricamente espectaculares y a veces de gran impacto económico.
Pero sus visiones han quedado cortas en promover un amplio desarrollo social, y eso se debe a una falta de atención a una arraigada cultura política de autocomplacencia, demostrada en la corrupción cotidiana, el clasismo y el egoísmo de los partidos.
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Lo persuasivo de este libro queda evidenciado en cómo Pipitone desarrolla su tesis con un lenguaje elegante y a menudo irónico, cómo la desarrolla con una amplia referencia a estudios históricos y comparaciones internacionales y cómo la sostiene cuantitativamente.
Arranca con dos gráficas que muestran la fuerte correlación a nivel global entre, por un lado, las percepciones de la corrupción o de deficiencias en el estado de derecho, y por otro lado, los índices de desigualdad del ingreso. En ambos casos, México registra una calificación penosa.
Para ilustrar la relación histórica entre desigualdad y mal gobierno, Pipitone examina cuatro sexenios claves. Con una gran oratoria, Miguel Alemán promovió una industrialización acelerada, cuyos frutos cayeron principalmente a unos cuantos bien conectados.
Los campesinos se quedaron casi en el olvido. “Casi”, porque existían mecanismos de apoyo, como el Banco Nacional Ejidal, pero estos evidenciaron una gerencia corrupta que poco servía a sus clientes.
Cuarenta años después, Carlos Salinas anunció un impulso al capitalismo mexicano con su proyecto neoliberal de privatizaciones y libre comercio.
Otra vez, había beneficiados, pero estos tendían a ser los muy ricos o bien conectados; otra vez, los campesinos se quedaron casi en el olvido. De nuevo había programas para los más necesitados, más famosamente Solidaridad, pero de nuevo su eficacia sufría por los caprichos y ambiciones de sus dirigentes.
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Vicente Fox era un caso algo distinto porque sus promesas se enfocaron más en el estado de derecho que en un milagro económico. No obstante, hubo paralelos. La falta de procesos legales en contra de los corruptos señaló una vez más que cierto nivel de superioridad política venía acompañado por cierto nivel de impunidad.
Enrique Peña Nieto ya es una figura tan patética que fácilmente se puede olvidar que empezó con el pie derecho. Pero en cuanto a las cuatro iniciativas del Pacto por México que Pipitone califica como las más importantes—en la educación, la energía, las telecomunicaciones y el fisco—los resultados han decepcionado.
En cada caso, el factor humano ha contribuido a los desenlaces desafortunados. La avaricia y los favoritismos de Alemán; la imprudente ambición de Salinas; la ingenuidad y indecisión de Fox, aunadas a su tolerancia de las locuras evaperonistas de su esposa; y la falta de empatía de Peña, todos son talones de Aquiles.

Expresidentes de México, Miguel Alemán, Carlos Salinas y Vicente Fox

Actual Presidente de México, Enrique Peña Nieto
Pero más que nada el problema es institucional y cultural. Al final, Pipitone hace comparaciones con Asia y argumenta que mucho de su éxito tiene que ver con largas tradiciones de gobiernos creíbles.
En Corea se han aplicado exámenes a los que quieren entrar la burocracia desde hace más de mil años. Nada de “Licenciado, ¿me puede dar una chambita?”
México todavía muestra legados coloniales del tipo que poco sufrió Japón, China y Corea, que tienen poblaciones más homogéneas. En México, en cambio, la torpísima reacción de Peña y su círculo a la desaparición de los 43 de Ayotzinapa es sólo una puntita de un iceberg de indiferencia hacia la población mestiza e indígena. (Una admisión más explícita del racismo mexicano habría robustecido este argumento.)
Pipitone no es un fatalista. Reconoce que ha habido algunas mejoras en el estado de derecho. Sin embargo, para que haya una transformación profunda, se requiere reconocer el meollo del problema: que la calidad de gobierno y la calidad del desarrollo social van de la mano. Así, de los políticos mexicanos se requiere valentía e imaginación.
