El Heraldo: parte del problema

Javier Valdez, in memoriam
15 Junio, 2017
Sin Maniqueísmos

A principios de mayo apareció un periódico más en la capital: El Heraldo. Dos semanas después, se asesinó al periodista Javier Valdez. Indirectamente, los dos acontecimientos están relacionados.

A primera vista, El Heraldo se ve atractivo. Muestra un diseño llamativo, con amplio uso de colores. Combina la comodidad del tamaño tabloide con la gracia de reportajes bien escritos. Da espacio a una variedad de perspectivas políticas.

Sobre todo, cuenta con muchos columnistas, hasta 20 por edición. Varios de ellos son plumas de renombre, como Alberto Aguilar, Álvaro Delgado, Carlos Mota, José Carreño Figueras y Wilbert Torre, y varios más son caras famosas de la TV, como John Sutcliffe, Natalia Téllez, Shanik Berman y Alex Kaffie.

Visto un poco más cercano, sin embargo, al periódico a veces le falta seriedad. Arrancó el 2 de mayo con una primera plana “exclusiva” que reveló que José Antonio Meade “no piensa en el 2018” (o sea, la historia era que no había historia).

 

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La misma edición incluye un gran anuncio de Colima como destino turístico y tres páginas después, una entrevista con el gobernador del mismo estado (¿podría haber relación entre las dos?).

La nota se acompaña por una foto del funcionario leyendo un modelo preliminar de El Heraldo.

Ese detalle hace eco de la primera versión de El Heraldo, lanzado en 1965, que anunció su compromiso con la integridad periodística al publicar en su primera portada una foto del presidente Díaz Ordaz—quien se declaró su “primer lector”—y un editorial de autoelogio.

Ese periódico fue lanzado con tres propósitos: limpiar la imagen de su dueño, Gabriel Alarcón Chargoy, ex socio del monopolista de cines William Jenkins y probable autor intelectual del asesino de varios activistas sindicales; promover los negocios (bienes raíces, etc.) del mismo señor; y ofrecer una visión ultraderechista del acontecer nacional.

La decisión del fundador del Heraldo “Nueva Era”—el empresario poblano Roberto Henaine Buenrostro—de resucitar esa cabecera no es un buen augurio.

 

 

El Heraldo de 1965, anunció su compromiso con la integridad periodística al publicar en su primera portada una foto del presidente Díaz Ordaz.

 

 

Más preocupante es la mera existencia de un periódico más. La historia nos enseña que un periódico mexicano difícilmente sobrevive sin subvenciones del gobierno (federal, estatal, municipal, o una combinación), y menos uno que logra vender publicidad en un promedio de solo seis de sus 40 páginas, como es el caso aquí.

Puede ser que Henaine y su socio principal, Ángel Mieres Zimmermann (dueño del distribuidor de coches Grupo Andrade), estén costeando todo en esta etapa de arranque.

Pero como tal modelo es insostenible, tarde o temprano empezarán a pedir limosna al gobierno —un cerdito más al comedero del erario público— o se comprometerán con algún político que quiera un pasquín para apoyar su campaña en 2018.

De hecho, ya ha emitido señales de futurismo político, en apoyo a la corriente neoliberal del PRI. Algunas personas enteradas me informan que la estrategia a mediano plazo es respaldar a quien surja como el más presidenciable durante los meses por venir: Meade, Luis Videgaray, Aurelio Nuño o Enrique de la Madrid (a pesar de cualquier reciente negativo al respecto por sus partes).

 

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Todo esto es lamentable por dos razones. Primero, por cuestiones financieras: cada vez que se lanza un periódico, las rebanadas de una torta publicitaria ya reducida se quedan un poco más pequeñas para los demás, los cuales en turno se vuelven un poco más dependientes en la publicidad del gobierno, lo que en cambio los hace un poco más propensos a la autocensura.

Segundo, y aunado al primero, hay cuestiones de credibilidad: tristemente, la prensa mexicana no goza de una buena reputación. Se sospecha —con razón o no— que muchos periodistas son chayoteros, o exagerados, o agentes de intereses encubiertos: el Estado, un partido, un industrial, incluso el narco.

La poca asistencia del público a las recientes protestas convocadas por periodistas tras los asesinatos de sus compañeros son una afirmación de esta sospecha.

 

 

Entre menos credibilidad tiene nuestra prensa, más fácil es matar con impunidad a nuestros periodistas. Así, El Heraldo es parte del problema.

 

Piénsalo: en Nueva York se publican sólo cinco diarios. En Londres, donde la prensa capitalina es a la vez nacional, se venden solo ocho.

En nuestra capital, con una población cuyo poder adquisitivo es mucho menor que en esas ciudades, se imprimen ¡más de 20! El modelo mexicano está diseñado para depender del Estado. Está diseñado para no tener mucha credibilidad.

Y entre menos credibilidad tiene nuestra prensa, más fácil es matar con impunidad a nuestros periodistas. Así, El Heraldo es parte del problema.

Dicho muy simple: lo que México necesita no son más periódicos sino menos.

México necesita una concentración de medios impresos, de preferencia en manos de familias mediáticas, no en manos de novatos para quienes un periódico es mayormente una herramienta de presión.

México necesita una concentración de talento periodístico en los periódicos de mayor reputación. México necesita una prensa que depende menos del erario público. México necesita una prensa que se ayude a sí misma a rescatar su credibilidad.

#nuestravozesnuestrafuerza

Andrew Paxman Andrew Paxman Profesor de historia y periodismo del CIDE. De origen inglés, es coautor de El Tigre (Grijalbo, 2000; reeditado en 2013), biografía de Emilio Azcárraga Milmo. Fue reportero radicado en México durante los años 90. Luego obtuvo una maestría de Berkeley y un doctorado de la Universidad de Texas. Su segunda biografía es En busca del señor Jenkins: Dinero, poder y gringofobia en México (Debate/CIDE, 2016), que se trata del empresario norteamericano radicado en Puebla, William Jenkins (1878-1963). Su obra más reciente es el libro coordinado Los gobernadores. Caciques del pasado y del presente (Grijalbo, 2018). Ahora está investigando la historia reciente de la prensa mexicana.