Dos posibles destinos para Dos Bocas
A los gobernantes les encantan los megaproyectos: su tamaño e impacto son, por definición, enormes. Nada como pasar a la historia con obras de envergadura, que trasciendan e impresionen a las futuras generaciones.
Un ejemplo de estadista brillante en ese sentido fue Francois Mitterrand, Presidente de Francia (1981-95). Fue audaz y vanguardista en la arquitectura urbana. El atrevimiento de plantar una pirámide en medio del complejo del Louvre es quizá el mejor ejemplo, seguido por el Gran Arco de la Defensa.
La obsesión de AMLO
Miterrand era socialista, pero entendía las limitantes presupuestales y restricciones que impone una economía. Los latinoamericanos estatistas han sido menos entendidos en finanzas, y además gustosos por meter al Estado en temas productivos.
Sus ideas (o caprichos) son por ello mucho más costosos, y además muchos han terminado en impresionantes fracasos a costa de los contribuyentes. Dinero tirado por la coladera presupuestal en lugar de utilizarse para aquellos que menos tienen.
Andres Manuel López Obrador haría bien en aprender de las experiencias recientes, en lugar de añorar un pasado que no puede (ni debe) recrearse. La obsesión nacionalista combinada con su ideología estatista lleva a propuestas como la refinería de Dos Bocas en su natal Tabasco.
El hecho de que el proyecto haya sido rechazado por todas aquellas empresas invitadas a liderarlo (por inviable en costo y plazo) debió ser suficiente para que el Presidente entendiera que no puede, como si fuera un mesías, ordenar un milagro. Todo lo contrario, el Presidente presentó en su mañanera como una buena noticia que se entregaba el proyecto a Pemex y a la Secretaría de Energía.
El titular del Ejecutivo considera como algo fundamental que la gasolina que se consume en México provenga de territorio nacional, no “depender” de extranjeros (sobre todo Estados Unidos). En sus diversas campañas presidenciales siempre prometió lo mismo, ofreciendo construir refinerías. En la correspondiente a 2012 prometía cinco, cifra que redujo a dos en 2018, y para finalmente quedar en una. Quizá por eso ya tenía muchos detalles listos apenas tomó posesión.
El Plan Nacional de Refinación se anunció el 9 de diciembre. Quizá una propuesta energética nunca se había presentado con tanta celeridad en México, aceptando como premisa que para tener un plan es suficiente dar unos discursos y subir un vídeo a YouTube:
Por eso, que los consorcios internacionales rechazaran Dos Bocas no iba a ser un obstáculo para un hombre obsesionado con el proyecto. Optó por seguir adelante.
La realidad quizá muestre ser un poco más complicada que los sueños guajiros del Presidente. Hay dos ejemplos notables y recientes de gobiernos estatistas que también buscaron construir refinerías. López Obrador debería conocer esas historias, en lugar de estar ensoñado con Lázaro Cárdenas y “rescatar” a la empresa creada por su antecesor michoacano.
Refinería Abreu e Lima (Brasil)
La refinería se lanzó en 2005 como un proyecto conjunto de Brasil y Venezuela, tiempos en que el petróleo subía como la espuma. Ambas naciones eran gobernadas por estatistas: Hugo Chávez y Luiz Inacio Lula da Silva. Venezuela era un gigante petrolero, Brasil ambicionaba serlo. La estimación inicial era que costaría 2,300 millones de dólares, refinando 230 mil barriles de crudo por día.
La petrolera venezolana abandonó el proyecto en 2013, tras fallas contractuales (sobre todo referentes al financiamiento). Se concluyó parcialmente y empezó a producir gasolinas en 2014. Quizá ha sido la refinería más cara del mundo, puesto que finalmente implicó una inversión de alrededor de 20 mil millones de dólares, esto es, nueve veces lo proyectado. Parte del aumento se explica por sobrecostos, asociados a corruptelas.
A fines de abril Petrobras anunció que planea vender sus ochos refinerías, Abreu y Lima entre ellas, para concentrar sus recursos en la exploración de petróleo y gas. La pérdida final que toda la operación implicara para el Estado brasileño está por determinarse. Lo indudable es que será de miles de millones de dólares.
Refinería del Pacífico (Ecuador)
Proyectada para ser uno de los símbolos industriales desarrollados por la administración de Rafael Correa, el proyectó arrancó formalmente a mediados de 2008. Se suponía que se procesarían 300 mil barriles de crudo por día para 2013 (cinco años), no solo eliminando la necesidad de importar gasolinas, sino además permitiendo exportar excedentes.
El capital inicial provino de Petroecuador (283 millones de dólares) y de nuevo PDVSA de Venezuela (228 millones), también refrendando las alianzas que Hugo Chávez establecía con otros estatistas del Cono Sur. Posteriormente el gobierno ecuatoriano aportó alrededor de mil millones de dólares adicionales. Lo más visible que se tiene hasta el momento a cambio de esos 1,500 millones de dólares es un terreno aplanado.
Sobrecostos y corrupción también caracterizaron al megaproyecto. El gobierno de Lenin Moreno inició formalmente la liquidación de la empresa a mediados de marzo 2019, más de una década después de constituida.
Dos Bocas: ¿elefante blanco?
La enorme prisa presidencial en el plazo, la falta de experiencia directa de Pemex en proyectos semejantes, las corruptelas habituales en el quehacer gubernamental de México son elementos que apuntan a que Dos Bocas se convertirá en un elefante blanco. Probablemente, como en los casos de Brasil y Ecuador, se tirarán miles de millones de dólares a la basura, al tiempo que se enriquece a algunos en una nación con millones en pobreza.
Hay dos posibles destinos para Dos Bocas: muchísimo más costoso y tardado, pero al cabo produciendo, o miles de millones tirados para dejar el proyecto inconcluso y sin que ofrezca una gota de gasolina. Esperar una refinería como la planteada en el video de YouTube costando ocho mil millones de dólares y produciendo en tres años es una fantasía que puede descartarse desde ahora.
Si algo denotan los megaproyectos estatistas, particularmente los productivos, es la soberbia de un gobernante que cree que puede ser mejor que muchos empresarios del sector privado. Es la soberbia que mostró López Obrador para tratar de satisfacer una obsesión nacionalista, con una cantidad enorme de dinero que al cabo no es suyo.
@econokafka