Degradación de Pemex… y del gobierno
La degradación de la calificación crediticia de Pemex por parte de Fitch Ratings es consecuencia de la obsesión energética de Andrés Manuel López Obrador.
Dicha visión gira en torno a un México que, como tiene petróleo, debe ser autosuficiente en la materia. No parece entender que heredó una empresa que ya era un enorme lastre para la economía, y que la Reforma Energética era la puerta que ofrecía un elegante escape: poco a poco, productores privados produciendo más crudo, con Pemex retrayendo paulatinamente sus actividades.
Dos sueños guajiros: producción y refinación
En cambio, AMLO quiere un Pemex gigante. En los hechos anuló la reforma energética por al menos tres años, cancelando nuevas subastas para empresas privadas, y en cambio propuso como meta forjar una empresa paraestatal recuperada y potente.
Entre los elementos de ese sueño guajiro está el aumentar la producción de crudo a 2.4 millones de barriles diarios (mbd), cuando durante 2018 la producción promedio fue de 1.8 mbd, esto es, un aumento de 33%. Ello puede parecer posible, y lo es, pero a costa de inversiones masivas, que tal vez ni siquiera redituarían lo esperado. ¿De dónde saldría el dinero para financiarlas? Imposible de saber. Una alternativa: deuda.
El sueño guajiro correspondiente en refinación es que para 2022 habrá un Sistema Nacional de Refinación que producirá la totalidad de las gasolinas que se consumen en el país, esto es, cero importaciones. Para ello debería ya estar trabajando la refinería de Dos Bocas, Tabasco, aparte de que las otras seis refinerías estarían funcionando a buen ritmo.
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Esto es, seis refinerías plenamente reconfiguradas, y una nueva, todo esto en tres años. El costo total de ello es imposible de precisar. Lo que sí se sabe es que se proyecta que Dos Bocas cueste 8.0 mil millones de dólares, una cifra conservadora que puede escalar con facilidad. Aunque ese costo fuese realista, tampoco es claro de dónde saldrá el dinero. Una alternativa: deuda.
O, más bien, era una alternativa. Un “roadshow” de Pemex con inversionistas en Nueva York hace pocas semanas fue un desastre. Lo que se filtró al respecto es que dichos inversionistas no quedaron impresionados con los planes para Pemex, considerando que no eran realistas. Uno de ellos incluso llegó a decir públicamente que era necesaria la renuncia del Director de Finanzas de la empresa.
El problema es que Pemex requiere de una clara estrategia que enfrente su talón de Aquiles: sus pasivos, compuestos por deuda y pagos de futuras pensiones. Es la compañía petrolera más endeudada del mundo, con alrededor de 107 mil millones de dólares, de los cuales alrededor de 83 mil millones son bonos.
La clave de supervivencia de la empresa no estaba en aumentar su producción o refinación, sino en lograr ganancias, aunque ello implicase un Pemex más reducido. Lo que vieron esos inversionistas en Nueva York fue el conjunto de sueños guajiros, y no los compraron.
La clave de supervivencia de la empresa no estaba en aumentar su producción o refinación, sino en lograr ganancias, aunque ello implicase un Pemex más reducido. Lo que vieron esos inversionistas en Nueva York fue el conjunto de sueños guajiros, y no los compraron.
¿Pemex, fuera de los mercados de capital?
Las consecuencias del desastroso “roadshow” se siguen acumulando. El Gobierno Federal emitió bonos por 2.0 mil millones de dólares en enero. La diferencia con respecto a bonos similares de Estados Unidos (el llamado “riesgo país”) fue más elevada, medio punto porcentual, con respecto a emisiones similares anteriores, quizá reflejo de decisiones como la cancelación del aeropuerto, pero finalmente se colocó un buen monto de deuda con éxito.
No fue el caso de Pemex, que solía ir a los mercados justo después del gobierno. Después de la debacle de Fitch, buscar colocar deuda implicaría un costo astronómico, y eso suponiendo que se lograra vender.
Porque ya no es claro que Pemex tenga acceso a los mercados, salvo con la absoluta garantía soberana del Gobierno Federal. El problema es que ello quizá contaminaría (más) la deuda del gobierno.
La calificación de Fitch para deuda extranjera de largo plazo de Pemex cayó dos niveles, de BBB+ a BBB-. Igual de grave, la calificación se mantiene con una perspectiva negativa, abriendo la posibilidad de otro descenso. Bajar solo un nivel más la llevaría a BB+, que cae en el intervalo de deuda “especulativa”, que es también conocida como “junk” o “basura”.
El BBB- actual es el primer nivel dentro de lo que se conoce como grado de inversión. De ser clasificada como “basura”, muchos fondos de inversión que tienen entre sus reglas solo tener papel considerado como de grado de inversión se verían forzados a vender sus bonos de Pemex, causando mayor incertidumbre.
Si la empresa no contara con apoyo del gobierno, la calificación correspondiente de Fitch sería CCC, altamente especulativa y bordeando con deuda ya en impago o default.
¿Rescate del gobierno?
Una posibilidad radical sería que el gobierno de López Obrador rescatara a Pemex, absorbiendo una parte de su deuda, o de los pasivos que representan las pensiones. Pero ello implicaría un costo enorme en términos de finanzas públicas, aparte de “contaminar” negativamente la deuda gubernamental, que quizá también sufriría una rebaja de calificación.
Esto aparte de que un Pemex con menos lastre tendría mayor margen para invertir… en proyectos en los que probablemente perdería dinero, desde exploración y producción hasta refinación.
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Si algo ha mostrado la administración obradorista en semanas recientes con respecto al sector energético ha sido tener sueños guajiros y estrategias desastrosas en el terreno de la realidad, como lo demostró el desabasto de gasolina en buena parte del país por varias semanas.
La degradación de Pemex por Fitch es también la degradación de un gobierno que apenas llega a los dos meses.
@econokafka