La desigualdad y la corrupción a pocos días de la Cuarta Transformación
Iba a escribir sobre machismo y misoginia, pero se casó César Yáñez.
¿Quién es César Yáñez? Personaje cercano a Andrés Manuel López Obrador desde su gestión en el Gobierno del DF hace casi dos décadas, es el vocero de Morena y futuro coordinador general de política y gobierno. Yáñez es también, según consta en audios filtrados a la prensa en 2016, un personaje cercano a Bartlett, quien a su vez ha acompañado a AMLO en la última década.
¿Qué hizo César Yáñez este fin de semana? Se casó con Dulce María Silva Hernández, acusada de lavado de 30 millones de pesos en Puebla hace unos años, en una boda que costó una fortuna (10 millones de pesos, dicen algunos conocedores).
¿Por qué escribo sobre César Yáñez como si no hubiera un país lleno de violencia, desigualdad y corrupción? Porque el audio de la conversación que Yáñez sostuvo con personal de la fiscalía general de Puebla, así como otras charlas grabadas tanto con un abogado de Manuel Bartlett como con el hermano de Dulce Silva, lo inculpan en un intento por traficar influencias y negociar políticamente la salida de la cárcel de su entonces novia y ahora esposa.
¿Pero por qué importa tanto, justo ahora, su boda? Porque se casa a escasos dos meses de que inicie el sexenio de López Obrador, quien más lleva más de 13 años denunciando a una mafia de políticos, empresarios y medios de comunicación que, siendo ricos y poderosos, han sumido a México en la corrupción, la pobreza y la desigualdad. A decir verdad, AMLO y su equipo comunicaron con éxito que su estrategia para acabar con la corrupción era con el ejemplo y para abatir la desigualdad había que acabar con los privilegios, tanto políticos como económicos.
Y es que AMLO tiene razón: el ejemplo importa mucho. El rol que juega el líder en el desarrollo de un país es toral. Las escaleras de barren de arriba para abajo, ha dicho en reiteradas ocasiones; y ha avisado a legisladores de su partido y a gobernadores -electos y en funciones- que no se tolerarán corruptelas de ningún tipo. AMLO sabe, además, que el ejemplo se vive, no se actúa. Por eso no tiene bienes inmuebles ni grandes fortunas.
Las elecciones las ganó AMLO, en parte, porque los mexicanos estábamos (estamos) hartos de la corrupción. Según encuestas previas a las elecciones, aproximadamente 70% de quienes votaron en julio pasado lo hicieron porque querían acabar con ella. Es decir, dentro de los 30 millones de votos que recibió AMLO, por lo menos 20 millones de ciudadanos querían un presidente que hiciera algo contra la corrupción.
Entonces ¿César Yáñez, quien en 2016 buscó apoyo del fiscal general de Puebla para sacar a su ahora esposa de la cárcel, incurría en un acto de corrupción? Claramente sí. El tráfico de influencias es corrupción y, aunque César Yáñez sostenga que lo suyo no se llegó a configurar porque no era funcionario y nada tuvo que ver con la liberación de su pareja, lo cierto es que tanto el Código Penal Federal, como la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas lo prevén como actos de corrupción bajo determinadas circunstancias.
Regresando a la boda ¿debiera o no indignarnos la presencia de AMLO? La respuesta es sí porque por años le escuchamos decir que acabaría con la corrupción dando el ejemplo. Mostrar tanta cercanía con quien busca mandar un mensaje de poder y que ha demostrado no entender que el tráfico de influencias es una forma de corrupción, es traicionar a los símbolos que lo llevaron a la presidencia. Tal pareciera que AMLO no vio venir el tamaño del evento – mil personas con un toque de Hollywood en el menú, las flores, la iluminación y la etiqueta… rigurosa.
¿qué significa la presencia de AMLO en la fiesta? A todas luces, la fiesta demostró el poder económico y político de Dulce Silva y César Yáñez, pero la presencia de AMLO compromete su promesa de transformación nacional.
En resumen, cada quien se casa como quiere y, si puede pagarlo con dinero bienhabido, adelante. Pero si AMLO se hizo presidente con un discurso donde el ejemplo es antídoto para acabar con la corrupción y abatir la desigualdad es su objetivo, el mero hecho de que haya ido a esa boda nos deja perplejos.
Y por perplejos me refiero a enojados, porque la Cuarta Transformación nos miente en la cara. AMLO y los suyos celebran sus fiestas como las que hace la mafia de ricos y poderosos que tanto decía desdeñar. También nos deja desasosegados pues los símbolos con los que convenció a tanta gente no parecen ser convicciones, sino meros instrumentos para ganar votos, usando las tragedias de México como mensajes de campaña.
Entonces, ¿qué significa la presencia de AMLO en la fiesta? A todas luces, la fiesta demostró el poder económico y político de Dulce Silva y César Yáñez, pero la presencia de AMLO compromete su promesa de transformación nacional. Si tan importante era que AMLO fuera testigo en el enlace, una ceremonia privada hubiera sido suficiente, con independencia del banquete en otra ocasión. Si tan importante era tener una fiesta de ese calibre, AMLO debió excusarse y no asistir.
Pero pasó: AMLO fue públicamente a la primera fiesta de la nueva élite a pocos días de iniciar un gobierno austero. Poco importa ya quién pagó el banquete, sino la señal de incongruencia que envió esta boda. Nos reitera que dar un buen ejemplo no es su prioridad pues, aunque supongo que Dulce Silva era un chivo expiatorio, César Yáñez intentó traficar con influencias.
Finalmente, AMLO refrendó públicamente su cercanía con Yáñez en un evento que por sí mismo contravino muchos de los símbolos de la austeridad republicana. Ya el tiempo dirá si exageramos o ésta es una señal de alarma.
*Sofía Ramírez Aguilar es maestra en economía, analista política y miembro de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad