El gobierno federal, en voz del secretario de Hacienda, lanzó desde Europa la iniciativa de firmar un Pacto Fiscal con el sector privado para –dicen los reportes de prensa- darle certidumbre y estabilidad a las reglas tributarias recientemente aprobadas en el Congreso, hacia los próximos tres años del gobierno.
Por lo dicho públicamente se entiende que se trata de un pacto de estabilidad tributaria con el compromiso del gobierno de mantener las reglas fiscales recientemente aprobadas por lo menos hasta el año 2016.
Si bien la intención es plausible dado que la política tributaria del país ha sido altamente cambiante y sorpresiva en las últimas décadas con efectos nocivos sobre las inversiones, llama la atención que ahora se proponga un Pacto de esta naturaleza a pocas semanas de que el Congreso aprobó una serie de modificaciones tributarias muy cuestionadas, no solo por los empresarios que naturalmente se vieron afectados, sino también por los analistas independientes que vieron en esta llamada ‘reforma fiscal’ a una colección de medidas tributarias incongruentes y parciales en relación a los objetivos de inversión y crecimiento de largo plazo que el propio gobierno ha pregonado.
Entonces el llamado Pacto Fiscal sería para darle ‘certidumbre’ por tres años a un ‘entuerto fiscal’ que no alienta, precisamente, la inversión ni el ahorro, y tampoco simplifica el pago de los impuestos para las familias y las empresas.
Se trata de congelar una mala miscelánea fiscal que solo sirvió en la estrategia política del gobierno para dar cobijo a la reforma energética, que, al fin y al cabo, era la madre de todas las reformas.
No se puede tapar el sol con un dedo. El anuncio del ahora llamado Pacto Fiscal es la mejor demostración de que la miscelánea fiscal del Ejecutivo, aprobada por los legisladores, no fue la reforma que se necesitaba para atraer las inversiones y darle solidez y viabilidad a las finanzas públicas. De haber sido así, el anunciado Pacto saldría sobrando.
SÍGALE LA PISTA…
LA DECLARACIÓN. Agustín Carstens es un experimentado funcionario público que conoce bien ‘las cañerías’ del sistema financiero internacional, así que ‘no da paso sin huarache’. En la entrevista que se publica hoy, el gobernador del banco central me dijo que en su cálculo existe la posibilidad de que la Reserva Federal termine este mismo año con su programa de recorte de estímulos, sin que ello implique que el Fed elevará las tasas de interés de corto plazo de forma inmediata. Viniendo el apunte de quien viene, el asunto es relevante por las causas que provocarían esta decisión y las repercusiones sobre las economías emergentes, entre ellas México. Ahora que si el gobernador está calculando este escenario, es probable que la volatilidad nos acompañará el resto del año. ¡Así que abróchese los cinturones!
UN BOTÓN DE MUESTRA. Por cierto, si quiere un botón de muestra sobre cómo la violencia afecta la economía, dese una vuelta por el municipio de Tecpan de Galeana, en la Costa Grande del estado de Guerrero. Allí ya han cerrado sucursales de HSBC, de Banamex, así como distribuidoras del Grupo Modelo, de Nissan y Ford por la simple razón de que la economía local está hecha pedazos por los conflictos desatados por la presencia del crimen organizado en las zonas aledañas. “No hay quien invierta aquí…yo, ¿qué puedo hacer?”, dice el alcalde. Y tiene razón. Pero Tecpan es solo un botón de muestra de lo que está pasando en el país; y seguramente no es el único caso.