¿Y si López Obrador no gana?
La derrota de Andrés Manuel López Obrador es remota, pero sin duda hay que imaginar tal escenario como como una posibilidad y examinar el panorama que representaría para la sociedad mexicana.
Si bien hay demasiados elementos que tendrían que alinearse para cerrarle el paso a la presidencia, no se puede descartar por completo que ocurran.
¿Qué tal si AMLO comete un error monumental en los pocos días que quedan para la elección y espanta al electorado? ¿Y si las encuestas tuvieran sesgos, errores o insuficiencias graves y generalizados y la ventaja de López obrador fuera en realidad modesta?
¿Qué tal si el tercer lugar es sacrificado de facto en sus aspiraciones y se forma una alianza que consigue capitalizar el “voto útil”? ¿Y si se despliega una compra masiva de votos junto con decisiones dudosas del errático Tribunal Federal Electoral?
De entrada, habría que distinguir dos escenarios.
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Uno donde la victoria sobre López Obrador es apretada pero transparente (presumiblemente de Ricardo Anaya, quien se ha consolidado claramente como el segundo lugar en los agregadores de encuestas) y otro donde se da una turbia operación política y una sesgada calificación de la elección (en el cual el PRI, hipotéticamente, le consigue la presidencia a José Antonio Meade, pese a su indudable tercer lugar).
Distinguir estos escenarios es muy importante, pues no sólo los factores que los hacen posibles difieren, sino también conducen a consecuencias y líneas de acción muy diferentes para la ciudadanía que no representa algún voto duro.
En el primer escenario, una combinación de fallas de AMLO y aciertos de Anaya, junto con la acostumbrada movilización territorial del PRI, disolvería una ventaja mal estimada entre el puntero y su más cercano perseguidor. La elección se cerraría y se daría, de último minuto, una modesta, pero explicable, diferencia de votos a favor del segundo.
Esto, sin embargo, se percibiría como algo sorprendente y sospechoso para quienes apoyan a López Obrador y desencadenaría protestas, tanto pacíficas como tendientes a salirse de control. El ‘tigre’ del que ha hablado AMLO se habría desencadenado y él, como lo ha dicho, no estaría en primera fila para domarlo.
Bajo este escenario no sería extraño repetir las experiencias de 2006, con protestas disruptivas del orden público, como el bloqueo del Paseo de la Reforma, pero lo difícil de predecir sería qué tan lejos llegaría el cuestionamiento a la autoridad. La polarización socioeconómica existente, que se ha reflejado en el campo político, es caldo de cultivo para radicalismos que, de no encausarse, se traducirían desde en actos vandálicos aislados hasta en violencia persistente.
En estas circunstancias el uso prudente pero firme de la fuerza pública para contener transgresiones al orden legal, y la negociación de una salida al conflicto, serían clave. Pero para llegar eventualmente a desactivar riesgos mayores a la paz social, ello requeriría del apoyo de la ciudadanía, condenando la violación de la ley y la violencia.
En el segundo escenario, a los errores de AMLO se sumarían los de Anaya. La operación política del PRI agregaría una compra del voto nunca vista, y el Tribunal Federal Electoral terminaría de arreglar la elección a favor de Meade. En este caso, más que sorpresa habría la percepción de ultraje, y más que sospecha de trampa habría la certidumbre de robo.
Los enconos cultivados no podrían ser contenidos en la protesta pacífica, y la fuerza pública necesaria para enfrentar la violencia tendría el riesgo de exacerbarla. El conflicto político se convertiría en un abierto desafío a la autoridad. Múltiples “tigres”, sin domadores definibles o posibles, podrían liberarse.
En este panorama, la ciudadanía no militante tendría que jugar su más importante papel. La que votó por López Obrador, debería llamar a otros a la protesta pacífica. La que se opuso en las urnas a él creyendo en el proceso electoral, también debería defenderlo ante graves ilegalidades.
Los que aborrecen el “populismo”, la “demagogia” y el “autoritarismo” y favorecen un gobierno “responsable”, “democrático” y “participativo” debería honrar sus principios y ejercer presión legítima sobre el PRI-gobierno para que abandonara la pretensión de robarse la elección, aunque su resultado no les guste.
Una ciudadanía que se retire pasivamente a observar un fraude electoral, y el enfrentamiento de polos opuestos y dispuestos a todo, sólo agrandaría el campo de batalla.
Los anteriores son, por supuesto, un par de los múltiples escenarios donde AMLO no llegaría a la presidencia, escenarios de baja o mínima probabilidad y hasta cierto punto extremos.
Sin embargo, visualizarlos puede tener una repercusión palpable en las urnas. El “voto útil” podría tomar dos formas: por un lado, la búsqueda de contener el triunfo de la ‘amenaza’ que representa López Obrador y, por otra, la de agrandar su ventaja para no enfrentar uno o más “tigres”. En cualquier caso, lamentablemente, se da un voto de miedo que nuestra democracia no merece.
Twitter: @equidistar