José Sarukhán: lecciones de política y ciencia ciudadana
Los científicos deben defender un principio fundamental:
la humanidad no puede avanzar si los gobiernos pretenden no conocer,
o no basarse sobre, los hechos y la ciencia.
José Sarukhán, ganador 2017 del premio Tyler por Logro Ambiental
El 4 de mayo pasado, el científico mexicano José Sarukhán Kermez recibió en Washington DC uno de los premios más prestigiosos entre estudiosos de los recursos naturales: el premio Tyler por logro ambiental.
Al enterarme, recordé mi interacción con el laureado: un tímido apretón de manos hace algunos años, cuando yo era estudiante de doctorado, acompañado de un monosílabo de mi parte para agradecer la estimulante charla que acababa de escuchar.
El científico que investiga sobre asuntos relevantes, pero que no participa y toma una posición sobre los asuntos públicos, hace un trabajo incompleto
El encuentro fue sin duda uno de los momentos más insignificantes en la vida del recién premiado, pero a mí me recuerda una de las mejores soluciones al dilema que enfrentan los académicos cuando se enfrentan ante la posibilidad de guarecerse en un cubículo o dedicarse a la promoción activa de posiciones políticas.
La tercera vía, ejemplificada por Sarukhán, no se limita a los extremos de encerrarse en la torre de Babel o convertirse en un activista: desde el altavoz y la influencia política conseguidas por el prestigio académico.
Medalla del premio Tyler
Pueden ganarse recursos para la edificación de instituciones científicas y puede promoverse que los ciudadanos participen más activamente en el quehacer científico y en la identificación de problemas públicos.
El científico que investiga sobre asuntos relevantes (la biodiversidad, los servicios ambientales, el cambio climático) pero que no participa y toma una posición sobre los asuntos públicos, hace un trabajo incompleto.
Su papel como ecólogo reconocido internacionalmente y uno de los científicos más prominentes de México, llevaron al ganador del premio Tyler a ser rector de la UNAM e impulsar la creación de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, CONABIO, institución que coordina desde 1992 y que cuenta entre sus méritos el haber construido una inmensa base de datos sobre los millones de especímenes que hacen de México un país megadiverso.
José Sarukhán, ganador 2017 del premio Tyler por Logro Ambiental
Además de la contribución de CONABIO al conocimiento de la biodiversidad en México, hay iniciativas que van más allá del papel tradicional del hacer científico.
Una de las iniciativas más interesantes impulsadas por Sarukhán es el impulso de la ciencia ciudadana, ilustrada por el proyecto NaturaLista, que permite a los aficionados a la naturaleza a contribuir a la ciencia y dialogar con los expertos.
Con la ayuda de un teléfono y una fotografía georreferenciada, 20 mil aficionados que colaboran con NaturaLista han generado una base de datos con funciones pedagógicas y también de desarrollo colectivo de la ciencia.
Según Sarukhán, con la iniciativa se han descubierto, por ejemplo, “dos especies de tarántulas, un escorpión y una nueva especie de hongo.”
Resultados nada despreciables para un científico inspirado por iniciativas semejantes de amantes de aves de la Universidad de Cornell y también por su lejano pasado como scout.
Desde el poder que se obtiene por escalar los más altos puestos del prestigio académico, se puede presionar a los políticos para fortalecer el quehacer científico
La ciencia ciudadana desafía la visión tradicional de trabajo científico. Convencionalmente la relación entre el ciudadano y el científico en un intercambio de una vía, en la que un científico o un escritor especializado divulgan (digieren) los descubrimientos científicos para el público no especializado, quienes cuando mucho tienen el mérito de hacer un esfuerzo por ser parcialmente iluminados.
El involucramiento ciudadano interviene, en cambio, en una de las tareas científicas esenciales: la generación de datos primarios.
En su trayectoria e iniciativas como científico y líder de instituciones científicas, el mensaje de Sarukhán es consistente: desde el poder que se obtiene por escalar los más altos puestos del prestigio académico, se puede presionar a los políticos para fortalecer el quehacer científico, y puede también impulsarse la edificación de ciudadanos más activos, informados y… científicos.
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23 de marzo de 2016
Regreso a aquel día soleado hace unos años en Riverside, California, cuando escuché hablar –gracias a la fundación UC Mexus-- a José Sarukhán sobre el papel de los futuros académicos en un país como México.
Nos engañábamos si creíamos que el éxito se reducía a burlar al cancerbero que resguarda una revista especializada y publicar un artículo sobre algún tema oscuro, comprensible sólo para un selecto grupo de colegas.
Todos tenemos un papel en el debate público, desde los ganadores del “Nobel para el medio ambiente”, hasta los que simplemente ejercemos nuestra ciudadanía científica lo mejor que podemos.
(*) Jaime Sainz (@JaimeSainzS) es Director de la sede Región Centro del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).