El gran fenómeno de los últimos 50 años es la concentración de seres humanos en las zonas urbanas del mundo.
Los grandes problemas –migración, pobreza, alimentación, cambio climático—y sus soluciones, están determinados por la forma en que los seres humanos administran las ciudades.
Uno de los grandes retos de los citadinos del mundo es garantizar el abastecimiento de agua para cubrir sus necesidades (las básicas y aún las suntuarias). El problema es que con frecuencia el agua no abunda donde crecen las ciudades y sus actividades económicas. Una de las soluciones para cubrir la creciente demanda es trasvasar, es decir, trasladar mediante un sistema de acueductos o pozos grandes volúmenes de líquido de una cuenca (usualmente rural) a otra (regularmente urbana).
Los trasvases a gran escala se han hecho desde inicios del siglo XX --el caso emblemático es el del Owens Valley en California, el cual hizo posible el crecimiento de la ciudad de Los Ángeles-- pero la ingeniería actual permite hacerlo a una escala impensable hace cien años.
Veamos, por ejemplo, un proyecto digno de Pantagruel, imaginado por Mao Zedong pero instrumentado por la China actual: el gran trasvase de sur a norte de China, que desde 2014 recorre el país a lo largo de más de 1000 kilómetros, provee alrededor del 70% del agua que se consume en la ciudad de Beijing. Cuando opere a su máxima capacidad saciará las demandas doméstica e industrial de varias ciudades del norte de la gran potencia asiática. El potencial de trasvase es de casi 45 mil millones de metros cúbicos, más de 150 veces el volumen que traslada anualmente el Sistema Cutzamala a la Ciudad de México.
La maravilla ingenieril de los trasvases tiene, no obstante, enormes costos: la creciente literatura académica sobre trasvases en todo el mundo documenta grupos humanos desplazados, contaminación y costos ecológicos en la zona emisora, además de un gigantesco costo financiero para la construcción y operación de las obras.
¿Cuál es la situación reciente en México? La Ciudad de México y zona metropolitana reciben desde hace más de tres décadas agua de la cuenca de Cutzamala y por décadas se ha discutido su ampliación, mientras que Monterrey recibe agua del oriente de Nuevo León y sigue en discusión la siguiente fuente de agua para la ciudad (originalmente se planteó el proyecto Monterrey VI, que trasladaría agua desde Pánuco, Veracruz, pero que fue cancelado por el gobernador de Nuevo León). Otro caso controversial es el de El Zapotillo, que abastecería a León y Guadalajara.
No sólo las grandes ciudades del país recurren a los trasvases. Las ciudades que tienen alrededor de un millón de habitantes también recurren a la importación de agua de otras cuencas para cubrir su demanda, lo que confirma que los casos de trasvase serán uno de los instrumentos principales de la disputa por agua en México.
Destaca el caso de la construcción del Acueducto Independencia, el cual –operando a la mitad de su capacidad-- traslada más de 35 millones de metros cúbicos anuales de la zona yaqui en el sur de Sonora a la ciudad de Hermosillo. El proyecto motivó un bloqueo intermitente de la carretera internacional a Nogales de más de dos años entre 2010 y 2013 por parte de los pueblos yaquis, además de una intensa batalla social y legal que se dirimió parcialmente en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Prácticamente toda ciudad de cerca de un millón de habitantes en el centro o norte de México ha discutido al menos como proyecto trasvasar agua. ¿Por qué se recurre a los trasvases a pesar de los costos sociales, ecológicos y financieros? Sin duda es atractivo aumentar el líquido disponible a una zona urbana, pero los casos existentes sugieren que también permiten evadir medidas menos vistosas (sin duda los trasvases son impresionantes obras de ingeniería), pero que son difíciles de operar y que frecuentemente tienen también costos políticos. Ello incluye discutir las políticas para regular el uso del agua tanto en la ciudad como en el campo, donde se consumen tres cuartas partes del agua dulce disponible.
En estos días es la gasolina, ese líquido combustible (en sentido químico y metafórico), el que acapara la atención pública. El agua, un líquido aún más vital, es parte de una disputa de mayores consecuencias, pero a menudo invisible en el debate público. En las siguientes entregas abordaré las alternativas y sus ventajas y costos en comparación a los trasvases.