La caravana de migrantes: una prueba para México
Vivimos en una época en donde la migración es el centro de atención.
La caravana de migrantes está en Guatemala a punto de cruzar hacia México con destino a Estados Unidos y, al parecer, todos tienen algo que decir al respecto.
Trump, como es su costumbre, amenazó a los gobiernos del triángulo norte (Guatemala, Honduras y El Salvador) con cortarles el apoyo; el Instituto Nacional de Migración mexicano aseguró que los que entren al país sin visa serán detenidos y deportados; el presidente electo, López Obrador, ofreció dar visas de trabajo a partir del 1 de diciembre a los centroamericanos; las OSC despliegan comunicados en los que rechazan la postura del INM; y, mientras tanto, llegaron más de 200 elementos de la policía federal a la frontera sur como “apoyo” al Instituto.
El antropólogo y periodista de migración, Ruben Andersson, lo concibe como un negocio en donde pareciera ser que todos quieren una tajada de este suculento pastel llamado migración y cada uno tiene un papel que cumplir.
En México, de enero a agosto de este año se han detenido a 86 mil 431 personas y deportado al 83%, lo que no nos deja ninguna duda que el gobierno de Peña Nieto se abocó a la 'securitización' de la frontera sur y continúa con la misma postura.
Para calmar un poco los ánimos de los defensores de derechos humanos, García Benavente, titular del INM, mencionó que en esta ocasión los que soliciten refugio serán atendidos por las autoridades mexicanas junto con el apoyo del ACNUR, agencia de la ONU para los refugiados.
Sin embargo, esto no representa una solución real. La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) está rebasada y lleva aproximadamente año y medio de retraso en las solicitudes. La llegada de 3 mil personas en la caravana no será la receta mágica que los ayude a agilizar sus procesos de alguna manera; muchos pasan meses por este largo proceso para que al final rechacen su solicitud y los devuelvan a sus países en el mejor caso, sino es que sólo los dejan en la frontera con Guatemala.
La caravana sacó a relucir el mundo de contradicciones en materia migratoria en nuestro país: No sólo México no está listo para recibir una cantidad tan grande de gente, tampoco está consciente el gobierno mexicano (y mucho menos el estadounidense) de que se trata de personas que -en su mayoría- están huyendo de la violencia en sus países; sin importar lo que digan las leyes y tratados, la protección a sus derechos humanos es casi inexistente en la práctica. La llegada de golpe de miles de centroamericanos, en su mayoría hondureños, será la mayor prueba visible hasta ahora para ver de qué estamos hechos.
México en los últimos años dejó de ser el país de tránsito y se ha convertido en destino para muchos. Habrá que ver cómo reacciona el gobierno cuando la caravana cruce la frontera con Guatemala a territorio nacional, y también el comportamiento de nosotros como ciudadanos mexicanos que, por un lado, abogamos por los derechos de nuestros compatriotas en Estados Unidos, pero, por el otro, denigramos a nuestros hermanos centroamericanos.