50 años de la tarjeta de crédito en México ¿Qué podemos aprender?
El valor de las transacciones con tarjetas de crédito se ha multiplicado en los últimos 15 años en nuestro país.
En el ecosistema de pagos, las tarjetas de crédito y débito son el medio más extendido después del efectivo. En México, la tarjeta de crédito se adoptó en 1968 y fue el primer país en América Latina en desarrollar un sistema de “pago con plástico”. Una historia que sin duda tiene moralejas para la innovación contemporánea.
La primera tarjeta bancaria de crédito de México, también identificada como la primera de toda América Latina, fue lanzada al mercado el 15 de enero de 1968 por el Banco Nacional de México, Banamex (hoy Citibanamex), entonces uno de los dos mayores bancos privados de México. La tarjeta fue llamada Bancomático, internacionalmente estaba afiliada al sistema de Interbank – Master Charge (hoy conocido como Mastercard).

Banamex lanzó Bancomático, la primera tarjeta bancaria en México y AL el 15 de enero de 1968.
Un año más tarde, Bancomer (hoy BBVA Bancomer), otro de los mayores bancos del país, emitió su tarjeta en junio de 1969, afiliada al sistema, BankAmericard (hoy conocido como Visa) de Bank of America.
Primero Banamex, luego Bancomer, desarrollaron sistemas propios para operar sus tarjetas. Esto fue posible porque ambos bancos estaban computarizando operaciones en esos años, lo cual respondía a su gran escala en el mercado minorista. Ambos bancos recuperaron la inversión del proyecto mucho antes de lo esperado.
En agosto de 1969, diez bancos fundaron la compañía Promoción y Operación (hoy Prosa), sacando al mercado la tarjeta de crédito Carnet. Entre ellos estaban: Banco de Londres y México (hoy Banco Santander), Banco Comercial Mexicano (hoy Scotiabank) y otras ocho instituciones de aquella época. Dados los altos costos hundidos e inversión en tecnología que requería sacar una tarjeta de crédito, eso diez bancos se unieron en una especie de “joint-venture”, para contar con una plataforma de forma sindicada.
En diciembre de 1973, el gobierno creó el programa Fonacot (Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores), para proveer crédito al consumo a trabajadores. Fonacot introdujo una tarjeta que funcionaba de forma parecida a las tarjetas de crédito bancarias pero estrictamente no era tal. Su penetración en el mercado no fue alta, pero es interesante que entonces se promovieran nuevas formas de pago.
En los años sesenta, la tarjeta de crédito era un producto novedoso en México y relativamente nuevo a nivel internacional. Previamente circulaban tarjetas de compañías internacionales que permitían hacer pagos a viajeros. Era un sistema llamado de tarjetas de "viajes y entretenimiento" que surgió en los Estados Unidos en la década de 1950.
De este tipo de tarjetas, Diners Club entró a México en 1953. Posteriormente, llegaron American Express y Carte Blanche. Pero se trataba de un servicio para una clientela muy reducida. Fue la tarjeta bancaria la que revolucionó los pagos masivos.
En la historia mundial, las tarjetas de crédito aparecieron a principios del siglo veinte en forma de placas de cartón y metal para pagos en comercios y gasolineras. En los años cincuenta hubo varios intentos por grupos de bancos para emitir tarjetas, pero el definitivo fue el de Bank of America, de San Francisco, California.
En sus orígenes, la introducción de la BankAmericard de Bank of America, arrancó en Fresno, California en 1958. Su crecimiento en Estados Unidos y en el mundo llevó a la formación de Visa. Posteriormente, en 1966 un grupo de bancos norteamericanos formó el Interbank Card Association como alternativa a la tarjeta de Bank of America, inicialmente bajo la marca “Master Charge”, posteriormente MasterCard. Visa y Mastercard se constituyeron como plataformas globales.
En los años cincuenta hubo varios intentos por grupos de bancos para emitir tarjetas, pero el definitivo fue el de Bank of America, en San Francisco, California
Los bancos tenían ventajas sobre las compañías de tarjetas de "viajes y entretenimiento", principalmente por su capacidad de comercialización y su músculo financiero. La primera permitió la distribución a gran escala entre consumidores de clase media, más allá de los segmentos afluentes y de negocios, así como muchos comercios entre sus clientes. Esto es, los bancos tenían bases de clientes masivas de usuarios y de comercios que les permitían conectar a dos mercados; esto es el fundamento de lo que los economistas llaman “mercados de dos lados”.
Los bancos no sólo tenían una base de usuarios más amplia, sino también tenían una mayor capacidad financiera lo que a su vez les permitió ofrecer líneas de crédito revolvente al consumidor, liquidez para ofrecer a los comerciantes el pago inmediato al presentar comprobantes de ventas, y en muchas ocasiones renunciar a la cuota anual.
El éxito de esta historia está asociada a esfuerzos trasnacionales y no a la visión estratégica de una sola empresa o persona. Al mismo tiempo, es una historia que provee evidencia de cómo las empresas pueden interactuar compitiendo y cooperando simultáneamente.
Para el sistema de pagos contemporáneo, esta historia nos sugiere que las innovaciones que podrían tener mayor éxito serían aquellas promovidas por intermediarios que gozan de cierta escala y acceso a medios masivos de distribución.
En cuanto a la introducción de un producto nuevo e innovador, esta historia nos deja varias moralejas. Una importante es que hay muchos pasos antes de que una innovación disruptiva llegue a un mercado masivo y se alcance un gran volumen de negocio. No es un proceso gratuito. Los grandes costos hundidos que tenían todas estas organizaciones fueron un factor decisivo. Y lo más importante fue su relación con el cliente.
* Esta nota resume hallazgos de una investigación del autor y del Prof. Bernardo Bátiz-Lazo. Para saber más:
También se pueden consultar los artículos en "Revista de la Historia de la Economía y la Empresa" (España 2017) y "Business History Review" (USA por publicarse fines 2018).
