Cabeza de ratón o cola de león: ¿está en peligro la competencia?
En el año 2000, al comienzo de la unión monetaria, el Banco Central Europeo encargó al Comité de Supervisión Bancaria sendos informes sobre las implicaciones que tendría una ronda de concentraciones transfronterizas. Es decir, que los bancos, en lugar de fusionarse con sus rivales nacionales, lo hicieran llegando a acuerdos con entidades de otros países.
El resultado no ha podido ser más desalentador. Pese a la insistencia del regulador, lo cierto es que en las dos últimas décadas el número de operaciones ha sido muy limitado, lo que tiene serias implicaciones para la unión monetaria, ya que en tiempos de zozobra económica -y cada vez los ciclos se acortan más en el tiempo- el mercado financiero interior tiende a fragmentarse, lo que mete presión al euro, como sucedió en la anterior crisis.
Al fin y al cabo, como ha dicho recientemente el BCE, los mercados de capitales integrados de la zona del euro permiten reforzar el papel internacional del euro, toda vez que los mercados financieros profundos y líquidos son fundamentales para reforzar el estatus internacional de una moneda.
Aunque la unión bancaria -todavía incompleta- ha ayudado a fortalecer la moneda única (que hoy es el gran patrimonio común de la UE), lo cierto es que poco se ha avanzado. Probablemente, porque faltaba un paso previo, y ese no es otro que la concentración bancaria en los espacios nacionales. Algo que, inevitablemente, afecta a la competencia.
Esto es así porque Europa, aunque a veces se niegue, sigue estando construida en torno a los Estados-nación, lo que limita las fusiones transfronterizas. Por decirlo de una manera gráfica, antes de las fusiones hay que poner orden en casa.
La segunda ronda la impulsó Solchaga en los años 80 para competir en un mercado más amplio, como era la Unión
Y es en esta clave en la que hay que situar el anuncio de la posible fusión entre CaixaBank y Bankia, que no es más que un paso más en ese proceso de concentraciones iniciado ya en la segunda mitad de los años 70, cuando la primera crisis bancaria, a raíz de los dos choques petrolíferos, liquidó decenas de bancos que estaban en la ruina.
La segunda ronda la impulsó Solchaga en los años 80 para competir en un mercado más amplio, como era la UE, y la tercera llegó más por obligación que por devoción, cuando la banca tuvo que comerse a decenas de cajas de ahorros que estaban en quiebra. La cuarta ronda acaba de comenzar con la operación CaixaBank-Bankia, y no hay ninguna duda de que no será la última.
Banca en la sombra
El resultado es que hoy España cuenta con 231 entidades de crédito, menos de la mitad españolas, cuando a mediados de 2008 registraba 363. Es decir, se ha producido un intenso proceso de concentraciones que también tiene que ver con nuevos fenómenos, en particular con lo que se ha llamado 'banca en la sombra', que supone una durísima competencia para la banca a través de la innovación tecnológica.
La cifra de las 231 entidades que todavía registra el Banco de España como entidades de crédito (de las que 191 son de depósito), es, sin embargo, engañosa, ya que hoy el grado de concentración del sector es enorme respecto del pasado. Como ha puesto de relieve el Banco de España, si en 2008 las cinco mayores entidades financieras acaparaban el 42% del mercado en términos de activo total, en estos momentos su cuota conjunta, según el BCE, se sitúa en el 68,5% (año 2018).
De hecho, y según el regulador, la concentración del mercado bancario en España se sitúa bastante por encima de la media ponderada de la eurozona. En concreto, un 28% superior en términos del llamado índice de Herfindahl, que revela el grado de concentración de un mercado, lo que hace que muchos duden del nivel de competencia.
La explicación es muy sencilla. Como diría el clásico, a la fuerza ahorcan, y eso justifica que en su última intervención el gobernador Hernández de Cos dijera sin pelos en la lengua: "La baja rentabilidad de los bancos es uno de los principales retos que afrontan el sector bancario europeo y el español. Todo sugiere que el escenario de tipos de interés muy bajos o incluso negativos se va a extender aún más en el tiempo y, en este entorno, las entidades pueden encontrar crecientes dificultades para obtener rentabilidad sin incurrir en riesgos excesivos".
La intensidad de las concentraciones dependerá de la evolución de la crisis y sus efectos sobre las cuentas de resultados de las entidades
Es decir, que la intensidad de las concentraciones dependerá de la evolución de la crisis y sus efectos sobre las cuentas de resultados de las entidades. No en vano, como ha estimado el BCE, en 2022 la ratio de capital mínimo de calidad de las entidades de crédito caería aproximadamente 1,9 puntos porcentuales en el escenario central, hasta situarse en el 12,6 %, y hasta 5,7 puntos en el escenario adverso, hasta el 8,8%. Obviamente, el deterioro de las exposiciones crediticias y las pérdidas derivadas del riesgo de mercado serían los principales determinantes del consumo del capital. Por lo tanto, nuevas provisiones.
Adiós a las compras en el extranjero
El hecho de que vaya a comenzar una nueva ronda de negociaciones tiene otras implicaciones. El proceso de internacionalización de la banca española se va a detener para reordenar el mercado nacional, y eso afecta a su margen de beneficios.
Como ha puesto de relieve el profesor Joaquín Maudes, la rentabilidad de los grupos consolidados españoles es un 43% superior a la que consiguen los bancos en el negocio doméstico, lo que muestra los beneficios que ha traído la estrategia de internacionalización. Lo explica el elevado margen de intereses que las filiales de bancos españoles consiguen en el extranjero, ya que el de los grupos consolidados (2%) más que duplica al del negocio en España (0.9%).
Es decir, hasta que los mercados nacionales no culminen su proceso de concentración, no habrá fusiones transfronterizas. El baile bancario seguirá haciéndose al son de músicas nacionales. Ni siquiera regionales, como en el pasado, cuando los gobiernos autonómicos suspiraban por sus 'banquitos patrios'.
* Carlos Sánchez es director adjunto de El Confidencial (España)