AMLO, el anti-ITAM
Los demagogos suelen ser alérgicos al conocimiento o los expertos.
Un embaucador político apela a los sentimientos por sobre la razón, siempre mayor su éxito entre más ignorante su público. Muchos tienen una formidable antena política porque saben, precisamente, aparejarse con el más ignorante de sus escuchas. No importa que las ideas que venden carezcan de sentido o sus propuestas de solidez: convencen.
El rechazo de Andrés Manuel López Obrador a la meritocracia no es nuevo. No ve a la universidad como un lugar de enseñanza, sino un igualador social. El acceso a la enseñanza superior no lo considera un mérito, sino un derecho.
No se trata de saber, sino de tener un título de licenciado (que masificado perdería valor, pero eso al parecer lo ignora). Su largo tránsito por los pasillos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM quizá despertó ese afán por facilitar el camino a otros. No busca premiar el esfuerzo, sino que todos se sientan premiados.
Esa repulsión obradorista a la meritocracia se ha concentrado en otra universidad: el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), al menos por 35 años el semillero de funcionarios de alto nivel en el sector económico y financiero, destacadamente el público. Hay cierta lógica: para un hombre que se precia de ser un “anti-neoliberal”, y que insiste será el sello de su gobierno, el ITAM encarna aquello que busca combatir. AMLO es, por definición, anti-ITAM.
Una ironía es que el tabasqueño hace una condena particular que, en todo caso, debería ser general.
López Obrador, siempre ajeno a la ciencia económica (una de las varias materias que reprobó durante sus estudios), parece ignorar que la enseñanza de lo que desprecia es común en muchas instituciones. Solo en las universidades públicas quedan reductos importantes de marxismo, más producto de la indolencia académica que permite contar con una plaza universitaria de por vida, que de una genuina convicción ideológica. Pero incluso en esas universidades ha permeado la teoría económica que AMLO llamaría neoliberal.
La pérdida será para las dos partes. Obrador se priva, en automático, de posibles funcionarios competentes que estarían dispuestos a trabajar en su gobierno. Su alergia por la meritocracia será un balazo en el pie de su administración. Itamistas, recién egresados o con trayectoria gubernamental, enfrentarán obstáculos para emplearse en el sector público.
La ironía es que López Obrador plantea una pelea que tiene perdida de antemano, en lo particular contra el ITAM y en lo general en la batalla de las ideas.
Ya está constatando que los inversionistas no compran la demagogia. Su estatismo que ignora los costos presupuestales saldrá literalmente muy caro. El ITAM podría haberle proporcionado de competentes técnicos que algo hubiesen paliado las ocurrencias que concreta en propuestas de gobierno. No todos los mejores economistas de México son egresados del ITAM, pero sí algunos.
Finalmente aquellos que creen que saben más que el resto, creen no necesitar a nadie.
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