La invasión a la privacidad: el problema de las ciudades inteligentes

La recolección masiva de datos es una de las características que define a las ciudades inteligentes, lo cual ha generado preocupación por la posibilidad de súper vigilancia.
29 Noviembre, 2018 Actualizado el 29 de Noviembre, a las 12:08
Para organizaciones como la ACLU, las ciudades inteligentes son un arma de doble filo
Para organizaciones como la ACLU, las ciudades inteligentes son un arma de doble filo
Arena Pública

Las ciudades inteligentes parecen un sueño utópico, y como sucede con toda utopía, el más leve descuido puede convertirlas en una pesadilla distópica.

Entusiastas de la tecnología han promovido las ciudades inteligentes como la solución más viable al crecimiento acelerado de las metrópolis en todo el mundo.

Enraizadas en el llamado “Internet de las cosas”, este tipo de urbes aprovecharía la interconectividad de varios objetos cotidianos para recolectar, almacenar e intercambiar información pertinente y hacer más eficiente la operación de una ciudad completa.

 Todos estos datos, sin embargo, provienen de los ciudadanos que habitan estas urbes, lo cual genera una preocupación en torno a la infraestructura que sostendría a estas metrópolis: la posibilidad de que sea utilizada para vigilar a la población.

 

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“Aunque muchos de estos beneficios son reales, debemos mantenernos alerta para asegurar que su costo no sea demasiado alto, pues la adopción de dichas tecnologías puede desembocar en un aumento inaceptable en la vigilancia de Estado”, indica la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU por sus siglas en inglés).

La ACLU no es la única organización que se ha mostrado preocupada por los posibles abusos que podrían surgir a partir de la tecnología que sostiene a las ciudades inteligentes. Privacy International ha descrito estas iniciativas como “panópticos de alta tecnología”.

“El derecho a la privacidad en una ciudad conectada también se ve afectado, pues ya no se espera que la población controle la recolección, procesamiento e intercambio de sus propios datos; en cambio, quedan expuestos a la vigilancia estatal y corporativa desde el momento en el que salen de sus hogares”, subraya la organización en su portal oficial.

Casos en los que esto suceda no faltan, incluso cuando todavía no existen las tecnologías que soporten el tipo de recolección de información que se espera de las ciudades inteligentes.

Las autoridades de Río de Janeiro cuentan con un centro de operaciones que les permite tener acceso a imágenes de cámaras de seguridad y mapas autogenerados a partir de información recolectada a través de sensores en varios puntos de la ciudad, según describe un reporte de Privacy International publicado en octubre de 2017.

En Singapur existe un proyecto llamado “Singapur Virtual”. Promovido por la Fundación Nacional de Investigación del país,  este permitirá elaborar modelos virtuales de la ciudad para evaluar programas de planeación urbana y producción de energía solar, entre otras cosas, echando mano de volúmenes tremendos de información recolectada en toda la urbe.

Sin embargo, este nivel de recolección de datos exige situaciones que a todas luces podrían ser consideradas una intrusión en la vida de la ciudadanía: desde hacer acercamientos a departamentos específicos para detectar fugas de gas hasta mantener la mirada alerta y en busca de gente fumando en zonas prohibidas.

 

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Pero los gobiernos no son las únicas fuentes de preocupación cuando de ciudades inteligentes se trata; las corporaciones también generan incertidumbre.

Quayside, un barrio en la provincia canadiense de Toronto que se perfila como una ciudad inteligente, ha generado controversia en buena medida por los vínculos Sidewalk Labs, la compañía detrás del proyecto, y Alphabet, la empresa matriz del gigante tecnológico Google.

Preocupaciones respecto al uso del barrio como un foco de datos para recabar resultaron en protestas locales y renuncias al interior del proyecto, reportó el portal The Intercept el 13 de noviembre de 2018.

No extraña que tanto corporaciones tecnológicas como varios gobiernos encuentren atractivo el concepto de ciudad inteligente. “Funcionarios urbanos sueñan con un futuro de ‘ciudades inteligentes’ que echen mano de nuevas tecnologías para recolectar información y generar algoritmos que logren mayor eficiencia, sustentabilidad y seguridad”, apunta la ACLU.

Por lo mismo, organismos como la Fundación Sunlight abogan por el uso de estas tecnologías siempre y cuando se cuenten con los mecanismos de transparencia y responsabilidad adecuados para mantener los abusos a raya.

Maderas, en Querétaro; Tequila, en Jalisco; y Smart, en Puebla, son algunos de los proyectos de ciudad inteligente que existen en México.

 

MÁS INFORMACIÓN: Cómo evitar que las ‘ciudades inteligentes’ se conviertan en ‘ciudades de vigilancia’, ACLU, 17 de septiembre de 2018

MÁS INFORMACIÓN: De ciudades inteligentes a ciudades seguras: ¿normalización del Estado policíaco?, Privacy International, 15 de agosto de 2018