La incongruencia virtuosa

López Obrador puede ser muy flexible en sus políticas, hasta el punto de adoptar en poco tiempo medidas opuestas a las que inicialmente había planteado.
19 Junio, 2019

Las apresuradas concesiones del gobierno mexicano a los Estados Unidos en materia migratoria, ante la amenaza de Donald Trump de imponer aranceles a las exportaciones nacionales, muestra claramente que el presidente de México puede ser muy flexible en sus políticas, hasta el punto de adoptar en poco tiempo medidas opuestas a las que inicialmente había planteado.

El que en la secuela de la amenaza de Trump el Instituto Nacional de Migración haya pasado de estar dirigido por un estudioso de la migración a estar en manos de un exadministrador de cárceles es una apropiada metáfora del abandono de la política gubernamental de protección y libre paso de los migrantes centroamericanos para defender ahora el endurecimiento de las medidas contra la migración ilegal.

Esta inconsistencia en las acciones gubernamentales no es para ser despreciada. El pragmatismo en las negociaciones tarifario-migratorias con los Estados Unidos proporcionó un respiro al país ante un escenario económico de alto riesgo.

Por supuesto, en sentido estricto, México y los migrantes perdieron terreno respecto a la situación previa al amedrentamiento comercial, aunque, dadas las circunstancias, el país terminó cediendo menos de lo esperado, lo justo como para que los aliados más radicales del presidente convirtieran un alivio en un triunfo, los mismos que identificaron la celebración de taponar una fuga con salvar el barco que sigue haciendo agua por otros boquetes. Unos genios.

Con el primer episodio de la amenaza arancelaria, el presidente López Obrador ha dado muestras de que puede redirigir su camino revirtiendo decisiones que a la larga le serían contraproducentes. Esta es una buena noticia. No hay nada mejor que reconsiderar una travesía llena de adversidades sin saldo final positivo. Sin embargo, esta capacidad de corregir el curso parece darse primordialmente ante fuerzas que lo rebasan, no ante la consideración de razones y evidencias, de argumentos cuidadosos. Puesto de otra forma, son los golpes de realidad los que terminan redefiniendo las políticas, no un plan derivado de un buen diagnóstico.

Hacia el futuro, esta necia realidad prefigura dos casos extremos para la reconsideración de medidas gubernamentales. Primeramente, las erráticas señales que han recibido los mercados, y no sólo los financieros, de la política económica de López Obrador pueden deprimir la actividad productiva y dar al traste con la factibilidad fiscal del gasto público de esta administración. 

En este rubro el papel de las calificadoras, reduciendo la evaluación crediticia y las perspectivas de crecimiento, es anecdótico. Lo crucial es que un posible desplome de la inversión y el empleo, convertido en recesión, se traduciría en la imposibilidad de materializar proyectos insignia, como la refinería de Dos Bocas o el Tren Maya. Contra las leyes económicas hay menos defensas que contra Trump.

 

Son los golpes de realidad los que terminan redefiniendo las políticas del presidente López Obrador, no un plan derivado de un buen diagnóstico

 

En segundo lugar, están los desafíos legales a las decisiones presidenciales. El caso insignia es el freno legal puesto al aeropuerto de Santa Lucía y la revisión de la cancelación del de Texcoco promovida por el colectivo #NoMásDerroches.

Al respecto, sería ingenuo suponer que tanto la organización civil como el gobierno en turno persiguen neutralmente el bien colectivo o son simples encarnaciones de malévolos intereses, pero de su confrontación en la arena pública, de forma pacífica y por medios legales, puede darse una deliberación democrática socialmente benéfica.

Y no puede descartarse de antemano que uno de los posibles resultados sea establecer la inconveniencia de lo que el actual gobierno desea hacer, ni de que éste ceda aparentando ser incongruente en la virtud de haber cedido.

Es tiempo para la moderación y el diálogo en democracia, no para tensar aún más las divergencias y los desencuentros.

 

@equidistar

Rodolfo de la Torre Rodolfo de la Torre Actualmente es Director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Ha sido coordinador de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, y Director de El Trimestre Económico, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Fue parte del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México. Es economista por el ITAM, y maestro en Filosofía de la Economía por la Universidad de Oxford.