El Fifímetro

El uso del término al que López Obrador ha dado realce, evade lo que se supone es su objetivo: visibilizar la polarización de las clases sociales y politizar las desigualdades.
23 Noviembre, 2018

Cuando López Obrador dio realce a la palabra “fifí” propinándosela al diario Reforma en agosto de 2017, como respuesta a su cobertura de la designación de la candidata al gobierno de la Ciudad de México, era difícil imaginar que en torno al término surgiría una elaborada reflexión que rebasaría ampliamente el ámbito lingüístico.

Hoy, ya tenemos desde un principio de análisis histórico de la palabra hasta un esbozo de su papel en la sociología de la desigualdad. Pronto, no faltará quien quiera encontrarle contenido teórico e inevitablemente avance al problema de cómo medir qué tan fifí es una persona, grupo o fenómeno. Ridículo.

Carlos Bravo Regidor ha hecho un espléndido resumen de la discusión en torno al término fifí, planteando lo frívolo y riesgoso de su uso (Los fifís y la cuarta transformación: una verdad que engaña, mexico.com, 21/11/2018).  Para él, el término trivializa la disputa distributiva que quiere resaltar y enmascara un ataque a la prensa que no es favorable con el manto de la defensa de los excluidos.

En ambos casos, digo yo, evade lo que se supone es su objetivo: visibilizar la polarización de las clases sociales y politizar las desigualdades. Paradójicamente, con frecuencia se afirma que no nombrar las clases sociales o no ponerles nombre y apellido a las desigualdades es una medida de lo fifí.

Con un notable ejercicio de imaginación, se puede asociar a los fifís con personas privilegiadas sistemáticamente por razones socioeconómicas y por su color de piel, que confunden su privilegio con mérito, pero ni el término por si sólo ni su interpretación más generosa refieren al aspecto elemental de las clases sociales: la distribución de la riqueza

De acuerdo con el análisis de clases sociales de "El México del 2018" del CEEY, el porcentaje de quienes son relativamente ricos (con más de 118 mil pesos de riqueza neta por año de escolaridad) se ha reducido de 17.5% a 15.7% entre 2010 y 2014, mientras ha aumentado el monto de riqueza promedio de este grupo de 1.2 a 1.8 millones de pesos. Al mismo tiempo, quienes tienen una baja riqueza relativa (menos de 25 mil pesos por año de escolaridad) han representado una proporción relativamente estable de la población (dos tercios) con una riqueza neta promedio prácticamente sin cambio (166 mil pesos).

Por supuesto que el uso de la palabra fifí no puede compararse con un análisis cuantitativo de las clases sociales definidas a partir de la riqueza. Pero el punto no es ese, sino que el término fifí suele sustituir más que complementar una preocupación por las clases sociales en su sentido más fundamental. En vez de dirigirnos a la definición y examen de la estructura de clases mexicana, la palabra fifí nos ahorra ese complejo ejercicio.

En vez de hablar de clases sociales hablamos de fifís y no fifís. Y este empobrecimiento del debate se extiende a evitar detenernos en la transmisión intergeneracional de las desigualdades y en sutiles actos de discriminación, por color de piel u otras circunstancias, que perezosamente se abarcan con el término fifí.

Sin duda la sociedad mexicana está polarizada en sus cimientos, como lo muestra el estudio del CEEY, y difícilmente hablar de ello usando el término fifí polariza más la situación. Entonces ¿Introducir el término fifí por lo menos ayuda a nombrar desigualdades y politizarlas? Ese es otro notable, pero defectuoso, ejercicio de imaginación.

 

este empobrecimiento del debate se extiende a evitar detenernos en la transmisión intergeneracional de las desigualdades y en sutiles actos de discriminación, por color de piel u otras circunstancias, que perezosamente se abarcan con el término fifí

 

Para nombrar las desigualdades, para hacerlas visibles y combatirlas, no hay como usar nombres propios. Carlos Slim, Germán Larrea, Alberto Bailleres y Ricardo Salinas Pliego controlan una riqueza conjunta equivalente a 9 puntos del PIB, de acuerdo con un estudio emblemático de Oxfam-México. El poder económico de este grupo puede rivalizar con el poder político del Estado mexicano. Nada más cargado de contenido político que esta tremenda desigualdad.

Más aún, Salinas Pliego duplicó su fortuna en 2017 respecto a 2016 alcanzando los 7,100 millones de dólares y, en otro sentido, volvió a duplicar su fortuna en 2018 apoyando al candidato presidencial ganador e insertándose como una influencia notable en su próximo gobierno.

Tal vez lo veamos en 2019 asesorando cercanamente al presidente, que se propone separar el poder económico del poder político, y haciendo negocios ligado a la política social. Ante este caso, hacer filigrana sobre el término fifí es distanciarse fría y cómodamente de una relación política que debe debatirse sin subterfugios.

El fifímetro señala niveles elevados en quienes quieren evitar nombrar la desigualdad prevalente, pero también en aquellos que no pasan del término fifí para hablar abiertamente de clase sociales y de las dudosas alianzas entre el poder económico y el poder político, con nombres y apellidos.

 

@equidistar

Rodolfo de la Torre Rodolfo de la Torre Actualmente es Director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Ha sido coordinador de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, y Director de El Trimestre Económico, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Fue parte del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México. Es economista por el ITAM, y maestro en Filosofía de la Economía por la Universidad de Oxford.