Meade o López: Un Ejercicio Prospectivo

De ganar el PRI, el país continuaría por la senda ya trazada por el gobierno saliente. De ganar Morena, es posible prever algunos cambios en el país
1 Diciembre, 2017

Una vez conocidos los reacomodos en el gobierno federal, ya sabemos quienes son los dos punteros que disputarán la elección presidencial del primero de julio del próximo año.

Por el PRI el candidato está ya definido: J. A. Meade, y por Morena el candidato está más que conocido: A.M. López Obrador. De ganar el PRI, el país continuaría por la senda ya trazada por el gobierno saliente. De ganar Morena, es posible prever algunos cambios en el país.

Si el presidente es Meade, la ruta está trazada y el país continuaría por la senda de los cambios estructurales, lo cual si bien es necesario, no es suficiente para lograr lo que el mismo candidato ya ha declarado: hacer de México una potencia.

El país necesita mucho más de seis años y reformas que realmente produzcan cambios estructurales de fondo en leyes, instituciones y política económica, con lo cual apenas empezaría a acariciar la posibilidad de entrar a la fase de desarrollo.

Pero también se necesita elaborar un diagnóstico correcto de la problemática económica, porque de lo contrario, se incurre en la búsqueda de factores equivocados para promover el crecimiento: como fue el caso de buscar la productividad antes que la acumulación de capital en el presente gobierno.

El crecimiento por si solo no produce desarrollo. Al contrario, si no se acompaña de políticas públicas enfocadas a promover el bienestar social, se corre el riesgo de que el crecimiento agrave la concentración del ingreso y empeore la desigualdad y pobreza.

 

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Se necesita construir un ambiente justo, de transparencia, y genuina competencia, en donde no existan privilegios para unos, ni tráfico de influencias o uso del poder, y que la ley se aplique sin distinciones. De lo contrario, todo ello agravaría la concentración de la riqueza en pocas manos, particularmente en élites y grupos ligados al poder político.

También se necesitan verdaderos líderes que construyan instituciones autónomas (no al servicio de los mismos políticos) y que sean más fuertes que las mismas personas que las construyen y manejan.

En el caso de una presidencia con López Obrador, ya algunos han expresado su preocupación por la posibilidad de que implemente cambios radicales y que incluso provoquen un retroceso, como en el caso de algunas reformas en marcha.

También hay quienes hablan del riesgo de políticas populistas que podrían derivar en desequilibrios crónicos que agravarían la vulnerabilidad de la economía. Sin embargo, no hay que olvidar que existen ciertos candados y filtros institucionales, castigos del mercado, y posiblemente personas profesionales en su equipo, que en conjunto limitarían el alcance de las decisiones presidenciales.

 

José Antonio Meade y Andrés Manue López Obrador 

 

En el otro lado, también hay unos pocos que piensan que López Obrador podría ser como un “Lula en Brasil” durante su primer periodo, que lejos de constituirse en una amenaza para los mercados y la economía se convirtió en un profundizador de los cambios, mayor apertura y competencia.

Esta posibilidad no está descartada, sobre todo si el candidato se allega de gente bien preparada, con reconocimiento, y con experiencia en el quehacer económico y político, que generen confianza y construyan la percepción de un cambio responsable que es para mejorar y no para retroceder.

Más allá de su programa económico y posibles resultados, del cual todavía hay mucho que estudiar, aprender, y posiblemente criticar, la posible llegada de López Obrador a la presidencia parece efectivamente despertar el temor en muchos de la clase política y empresarial en el país.

Irónicamente, una repercusión negativa para la sociedad sería las consecuencias de una posible cruzada contra la corrupción en el país. Ya que ello derivaría no solo en traer a juicio, sino incluso meter a la cárcel a políticos y funcionarios corruptos; lo cual, de llevarse al extremo, posiblemente ocasionaría insuficiencia de espacios en las prisiones.

 

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De hecho, si el PRI tomó la decisión de cambiar sus estatutos para acomodar la candidatura de un “no militante” no fue precisamente por un acto de “apertura y modernización”, sino más bién por el riesgo de que la llegada de un gobierno de izquierda pueda iniciar una persecusión generalizada de políticos y funcionarios públicos bajo cargos de corrupción y tráfico de influencias.

Un efecto negativo para la sociedad sería que la cacería de corruptos ocasionaría una tremenda distracción de esfuerzos y recursos públicos, en detrimento de otros fines alternativos. De hecho, una consecuencia extrema de poner a los corruptos en la cárcel sería la reducción de espacios en las prisiones para colocar al mundo de criminales y secuestradores que han proliferado en las calles del país. Esto podría derivar, en un caso extremo, en una situación de mayor inseguridad pública y en detrimento del bienestar de la sociedad.

Así en términos económicos no sabemos cual sería el resultado de una presidencia lopezobradorista, porque no se concoce su verdadero programa económico, pero si se puede anticipar que una “verdadera cruzada” contra la corrupción tendría efectos positivos pero también un costo para el bienestar social.

*/ Cualquier semejanza con el futuro cercano podría resultar ficticia o real.

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Twitter:  @AlfredoCoutino

www.alfredocoutino.com

 

*/ Director para América Latina en Moody’s Analytics. Las ideas expresadas son de la exclusiva responsabilidad del autor y de ninguna manera deben ser atribuidas a la institución para la cual trabaja.

Alfredo Coutiño Alfredo Coutiño Economista por la UNAM, maestro en Economía por el ITAM y doctor en Economía Aplicada por la Universidad Autónoma de Madrid. Es director para América Latina de Moody's Analytics, subsidiaria de la calificadora Moody's Corporation, desde 2005 en donde lidera el análisis, modelos y pronósticos para América Latina. Fue director de Ciemex-Wharton Econometrics.