“Antes muertos que jubilados”: Investigadores universitarios

Cuando tu pensión será calculada con lo que representa el 50% de tu ingreso anual, es mejor dar la vida a la investigación que aceptar la jubilación.
22 Junio, 2018 Actualizado el 22 de Junio, a las 12:52
La brecha que existe entre los ingresos de un investigador activo y su pensión es el principal motivo para no desear jubilarse. Foto:Gob. del estado de Sinaloa.
La brecha que existe entre los ingresos de un investigador activo y su pensión es el principal motivo para no desear jubilarse. Foto:Gob. del estado de Sinaloa.
Arena Pública

Jubilarse no es una opción. Mientras más amigos jubilados conocen, más se le quitan las ganas de unirse a ellos.

Una salud deteriorada, ni un solo congreso; nulo reconocimiento por sus décadas de trabajo, y lo peor de todo: una pensión tan pobre, que morir en el laboratorio es más atractivo.

Esto fue lo que encontró un estudio a miembros del Sistema Nacional de Investigadores por parte del Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT) de 2013 en colaboración con la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de Xochimilco.

Son eruditos, lo mejor que tiene el país en conocimiento; no se les tienen que decir, la jubilación es necesaria. En sus mismas palabras: “una responsabilidad ética, porque las instituciones académicas necesitan gente joven”. Pero las pensiones, las benditas pensiones.

La brecha que existe entre el ingreso que los investigadores tienen en activo y el que tendrían de llegar a jubilarse, es el gran motivo por el que la mayoría de ellos continúa dando clases en sus respectivas universidades públicas pasados sus 70 años.

Para 4 de cada 10 investigadores encuestados (1,238 en total) por el FCCyT, los ingresos de donde partiría el cálculo de su pensión apenas representan el 50% de todo lo que ganan en el año. El resto es adquirido gracias a bonos y beneficios obtenidos por su prestigioso estatus.

Por lo que, incluso si su pensión implicara un ingreso mensual idéntico al de su salario, como solo ocurre en la BUAP de Puebla y la UdeG de Guadalajara, sería como si solo les dieran la mitad de éste, ya que una vez retirados, pierden su lugar en el SNI y todos los beneficios económicos y académicos que vienen con él.

 

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E incluso para la planta de trabajadores de estas universidades, que a simple vista parecieran los más beneficiados, las jubilaciones no entran en vigor sino hasta tres años después de esta inactivos. Después, se les paga el 50% del monto de la pensión por un año, hasta que tres o cuatro después por fin obtienen el 100%, o sea casi ocho años después de haberse jubilado, explica el estudio de la FCCyT para el caso de la BUAP.

Si una cosa hay que tener clara, es que en México cada institución pública de educación superior tiene sus propio sistema de pensiones y solo depende de ellas la renovación de este. De tal forma que así como algunos profesores pueden estar afiliados a un sistema de Afores, hay quienes que están bajo la ley de pensiones del ISSSTE y otros más bajo la ley del IMSS.

 

La pensión de los investigadores es baja en relación con sus ingresos en activo.

Miembros de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso)

 

 

Nunca me jubilaré

En la misma encuesta se encontró que 1 de cada 4 investigadores pensaba nunca retirarse.

Su principal motivo: la diferencia de ingresos. El segundo: la eliminación de sus beneficios como miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

Además de la infraestructura institucional y la posibilidad de continuar con su proyectos sin la necesidad de impartir clases, el beneficio del seguro médico de gastos mayores por ser parte del SNI es una de las ventajas que los investigadores temen perder, especialmente mientras más avanzada sea su edad.

De poderlo conservar, 4 de cada 5 investigadores dijeron que considerarían más factible la posibilidad de jubilarse.

 

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El tercer motivo es la falta de un plan por parte de sus instituciones para un retiro gradual.

Después de todo una vida dedicada a la academia, no es fácil ‘cortar de tajo’ ese vínculo. Un profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) comentó que su lazo con los estudiantes llegaba a ser incluso más fuerte que con el de su propia familia, por lo que no podía concebir su vida después del retiro sin ellos.

Pero la cuestión ética también carcome su idea de mantenerse como investigadores siempre.

Otro investigador dijo en su entrevista que desde que vio a su hija con el título bajo el brazo buscando empleo sin encontrarlo, decidió programar su jubilación para abrir espacios a los jóvenes, aunque eso implicara pérdidas significativas a su nivel de ingresos.

Y es que sin importar de qué universidad fueran todos los profesores a lo que se entrevistó para el estudio conocían a alguien que por motivos de salud o decisión propia se habían jubilado y pocos eran los que no se arrepentiran.

Algunas universidades como la UNAM y el Colmex ya cuentan con estrategias que ayudan al proceso de jubilación de sus profesores enfocadas principalmente a subsanar la brecha de ingresos en su pensión, sin embargo aún quedan muchos esfuerzos por hacer en el resto de estas instituciones.

 

MÁS INFORMACIÓN: Estudio sociológico sobre las perspectivas de jubilación de los miembros del SIN. FCCy T, 2013.

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